Titulo original en inglés:
Shakespeare
© Paul Edmondson, 2016
Ilustraciones de cubierta e interior:
Cognitive Media Ltd, 2016
Publicado por primera vez en el Reino Unido por Profile Books Ltd
De esta edición:
© Turner Publicaciones S.L., 2016
Rafael Calvo, 42
28010 Madrid
www.turnerlibros.com
De la traducción:
Andrés Ehrenhaus
Reservados todos los derechos en lengua castellana. No está permitida la reproducción total ni parcial de esta obra, ni su tratamiento o transmisión por ningún medio o método sin la autorización por escrito de la editorial.
Diseño original del interior:
Jade Design
Diseño de cubierta, adaptación de diseño y maquetación:
Marta García
Primera edición: 2016
ISBN: 978-84-16354-41-2
Depósito legal: M-34171-2016
La editorial agradece todos los comentarios y observaciones: turner@turnerlibros.com
Para mis ahijados
Rowan Simpson
Eleanor Lofthouse
Harry Bate
Daisy Huish
y para
Freya Simpson
y
Sasha Hurley
Una cronología de las obras de Shakespeare
INTRODUCCIÓN: LA DIVISA SHAKESPERIANA
1 ¿CÓMO ERA SU VIDA?
2 ¿CÓMO ESCRIBÍA?
3 ¿QUÉ ESCRIBÍA?
4 EL VIGOR DE SHAKESPEARE
5 SHAKESPEARE EN VIVO
6 ¿POR QUÉ SHAKESPEARE?
Otras lecturas
Agradecimientos
Esta lista (que incluye las obras escritas en colaboración) está basada en el criterio de The Oxford Shakespeare: The Complete Works, edición a cargo de Stanley Wells y Gary Taylor, junto con John Jowett y William Montgomery, (Oxford Clarendon Press, 2005).
Los dos caballeros de Verona (1589-90)
La doma de la fiera (1590-1)
Enrique VI, parte segunda (1590-1)
Enrique VI, parte tercera (1591)
Enrique VI, parte primera (1592)
Tito Andrónico (1592)
Ricardo III (1592-3)
Venus y Adonis (1592-3)
La violación de Lucrecia (1593-4)
Eduardo III (1594)
La comedia de los errores (1594)
Trabajos de amor en vano (1594-5)
Trabajos de amor ganados (1595-6), perdida
Ricardo II (1595)
Romeo y Julieta (1595)
Sueño de una noche de verano (1595)
El rey Juan (1596)
El mercader de Venecia (1596-7)
Enrique IV, parte primera (1596-7)
Las alegres casadas de Windsor (1597-8)
Enrique IV, parte segunda (1597-8)
Mucho ruido y pocas nueces (1598-9)
Enrique V (1598-9)
Julio César (1599)
Como les guste (1599-1600)
Hamlet (1600-1)
Noche de epifanía (1601)
Troilo y Crésida (1602)
Sonetos (1582-1609) y «El lamento de una amante» (1603-9)
El libro de sir Tomás Moro (1603-4)
Medida por medida (1603-4; adaptada en 1621)
Otelo (1603-4)
El rey Lear (1605-6), texto del Cuarto
Timón de Atenas (1606)
Macbeth (1606; adaptada en 1616)
Antonio y Cleopatra (1606)
Bien está lo que bien acaba (1606-7)
Pericles, príncipe de Tiro (1607)
Coriolano (1608)
Cuento de invierno (1609-10)
El rey Lear (1610), texto del Folio
Cimbelino (1610-11)
La tempestad (1610-11)
Cardenio (1612-13), perdida
Enrique VIII (1613)
Dos nobles de la misma sangre (1613)
Un año antes de morir, un amigo me regaló una moneda shakesperiana de seis peniques. En la cara lleva el perfil de la reina Isabel I; en la cruz, el escudo de la casa real. Alguien especialmente necesitado de mi moneda la ha mordido en el borde para asegurarse de que no sea falsa. No me extraña: la plata casi parece hojaldre de tan delgada. Digo que la moneda de seis peniques es shakesperiana porque fue acuñada en 1592, coincidiendo con el registro de la primera mención de Shakespeare en Londres. Ese mismo año se construyó el puente Rialto en Venecia.
También Shakespeare acuñaba; en su caso, palabras. Era un originalísimo orfebre del lenguaje, alguien para quien la poesía, la risa, las lágrimas, el estímulo intelectual y el mero entretenimiento eran divisas que convenía hacer circular. Murió joven, casi a la misma edad que mi amigo, y dejó tras de sí una obra y una reputación incomparables. En tiempos de Shakespeare, estos seis peniques me habrían dado acceso al palco de los lores para asistir a una función de su compañía en el teatro Globe, o a la sala techada del Blackfriars. Mientras sostengo la moneda –brillante y pulida por cuatro siglos de uso– tengo la sensación de estar muy próximo a la experiencia cotidiana del propio Shakespeare.
También sus palabras son una divisa que nos transporta. Entre las navidades de 1818 y la víspera de año nuevo, el poeta John Keats escribió una larga y emotiva carta dirigida a su hermano George y a su cuñada Georgiana. Como todas las cartas de Keats, es íntima y entrañable y cálida y afectiva y, como también era habitual en ellas, incluye pensamientos y opiniones sobre Shakespeare:
Ahora bien, la razón por la que no me siento tan alejado de ti en este preciso momento es que recuerdo tus modos y gestos y tu forma de actuar; conozco tu manera de pensar, tu manera de sentir: sé cómo será tu alegría, cómo será tu pena, y sé cómo caminas, cómo te detienes, cómo deambulas, te sientas, te ríes o bromeas, y todo ello de un modo tan real que es como si estuvieras a mi lado. Seguramente tú me recuerdes también así, y más aún si te digo que leeré un pasaje de Shakespeare cada domingo a las diez: si tú haces lo mismo a la misma hora, estaremos tan cerca el uno del otro como pueden estarlo dos cuerpos ciegos en una misma habitación.1 2
Para Keats, Shakespeare era una divisa de la amistad, un modo exaltado pero familiar de reconocer el afecto mutuo. Pero en sus palabras opera también una comunión más profunda y espiritual. A Shakespeare (cualquier pasaje sirve), dice Keats, tienen que leerlo al mismo tiempo, los domingos a las diez, para que puedan sentirse tan próximos como sea posible aun estando lejos. Y por cierto, no alude a la diferencia horaria: su hermano y cuñada vivían por entonces en Estados Unidos.
Shakespeare siempre ha provocado reacciones vehementes, desde la alabanza extrema hasta el aburrimiento manifiesto, llegando en ocasiones a la reprobación. Este libro se nutre de mis propias reacciones a la obra de Shakespeare, que han ido surgiendo y desarrollándose a lo largo de los veinte años que he pasado en Stratford-upon-Avon trabajando, escribiendo y dando clases.
Uno nunca olvida la primera visita a esta ciudad. Yo tenía quince años, era 1989 y nos habían traído desde el colegio en York para presenciar la puesta de John Caird del Sueño de una noche de verano. Las hadas y los duendes iban vestidos de punkis y calzaban botas Dr. Martens; el bosque era un vertedero increíble; los artilugios mecánicos de «Príamo y Tisbe», la obra dentro de la obra del cuarto acto, hacían que nos partiéramos de risa. Dos semanas más tarde volví con mi madre y mi hermana y les enseñé la ciudad, visitamos la casa donde nació Shakespeare y la cabaña de Anne Hathaway y fue como si Shakespeare nos perteneciera por un día.
En principio, este libro no se centra en las representaciones o el estudio crítico de las obras, aunque ambos tengan tanto que ver con mi modo de comprender y disfrutar de Shakespeare. Tampoco me ocuparé de las tramas (salvo en algunos casos). Tengo, en cambio, la esperanza de explicar qué tipo de escritor es Shakespeare, de dónde provino su obra, por qué es tan importante, qué significa para mí y por qué creo que vale la pena dedicarle tanto tiempo (aunque nadie está moralmente obligado a disfrutar de sus creaciones).
En el primer capítulo me ocupo un poco de su vida y su carrera, de los lugares que frecuentaba, de la gente que conocía y del mundo en que vivió. No suscribo el lugar común según el que todo cuanto se sabe de Shakespeare cabe en el dorso de una postal. De hecho, sabemos más de él que de muchos de sus colegas, aunque no sepamos precisamente aquello que más nos interesaría saber. No hay un archivo de papeles personales suyos, como cartas o diarios, pero eso también es habitual en los personajes de su época. La investigación biográfica tiende a compensar estas carencias mediante el escrutinio de la obra del autor. Yo presentaré aquí un panorama histórico y factual de su vida, evitando allí donde sea posible los latiguillos que suelen abundar en las biografías de Shakespeare: «quizá», «tal vez», «probablemente», «casi con seguridad» o «debió de ser así».
El segundo capítulo está dedicado al proceso de escritura, a sus lecturas y a la profesión teatral, que es donde se forjó su imaginación. El tercer capítulo se ocupa de las obras en sí. Shakespeare era un poeta y pensador que firmaba piezas teatrales innovadoras, pero también un dramaturgo que incursionaba en la poesía. En el cuarto capítulo busco ilustrar su potencia autoral a través de su tratamiento del amor y el sexo, la guerra, la historia, la moralidad, las trasgresiones y el perdón. El quinto capítulo aborda la importancia de la puesta en escena como vía de acceso a Shakespeare y la relevancia de la crítica teatral, al tiempo que propone la lectura en voz alta de uno de sus sonetos como recurso para empaparse de su lenguaje. El capítulo final responde a la pregunta de «¿por qué Shakespeare?» elaborando sobre la moneda corriente shakesperiana de la representación, el estudio, las efemérides y la acción política. ¿Por qué nos ocupamos tanto de él? ¿Merece realmente la reputación que se ha ganado?
NOTAS
1 Todas las traducciones de las citas son del traductor excepto allí donde se indica lo contrario. N. del e.
2 Keats, John, The Letters of John Keats (edición de Robert Gittings, Oxford University Press, Oxford 1970).
Si uno espera lo suficiente a la entrada de la casa natal de Shakespeare de la calle Henley, en Stratford-upon-Avon, pueden suceder dos cosas: es posible que acabe apareciendo en muchas fotos, o bien que conozca a personas de cualquier rincón del planeta. La gente acude allí para homenajear a Shakespeare y entender el mundo tal como él lo conocía.
La casa es espaciosa, de aspecto ordenado y respetable. Con el tiempo (y debido a las restauraciones victorianas) se ha convertido en un icono. De hecho, se trata de tres casas en una, que Shakespeare heredó en 1601 a la edad de treinta y siete años, al morir su padre. Su hermana Joan Hart (cuyo esposo falleció una semana antes que el propio Shakespeare) y sus descendientes continuaron viviendo en lo que sería el ala oeste desde la muerte del padre hasta 1806.
Una de las primeras cosas que hizo Shakespeare al heredar aquellas propiedades fue ceder una parte en alquiler a Lewis Hiccox, que realizó una ampliación por detrás y la convirtió en un pub, el Maidenhead, negocio rentable que llegaría a ofrecer quince camas para huéspedes. Este tipo de iniciativas económicas nos muestran a un Shakespeare clara y calculadoramente decidido a hacer dinero. La tendencia a la innovación y el emprendimiento marcó tanto su vida personal como profesional.
Cuando el sobrino bisnieto de Shakespeare, que se apellidaba Shakespeare Hart, hereda la propiedad en el siglo XVIII, el pub, que pasaría a llamarse The Swan and Maidenhead, se traslada al ala este de la finca. Durante la siguiente mitad de siglo, el dormitorio principal y la parte central de la casa serían conocidos como «la alcoba natal». En 1759, la propiedad ya aparecía señalada en el mapa de Stratford de Samuel Winter y, diez años más tarde, el célebre actor David Garrick pasaría una noche allí durante la celebración conocida como el Jubileo de Stratford, ocasión para la que colgaría una pancarta de la ventana. Hacia finales del siglo XVIII, parte de la finca se convirtió en una carnicería. Los «peregrinos» podían escribir sus nombres en el santuario de la planta superior, cuya popularidad aumentaba cada día, y disfrutar luego de una bebida en el Swan and Maidenhead.
William Shakespeare era hijo de una pareja de honda raigambre en la campiña de Warwickshire y claras aspiraciones sociales. El padre, John (nacido antes de 1530 y fallecido en 1601), procedía de lo que aún hoy es una aldea, Snitterfield, situada a unos seis kilómetros al norte de Stratford. Su hermano, el tío Henry, nunca abandonó la granja de Snitterfield y tuvo varios roces con la ley.
John Shakespeare estaba más interesado en medrar socialmente, aunque también él tuvo sus más y sus menos con la justicia, algo habitual en una cultura marcadamente litigante como aquella. El 29 de abril de 1552 fue sancionado por acumular basura frente a su vivienda de la calle Henley y, en 1559, él y un tal master Clopton de New Place (el caserón de la calle Chapel que acabaría albergando a la familia de William) fueron multados por «no mantener limpias sus cloacas». El caso es que, en 1556, John se las compuso para comprar el ala este de Henley Street y otra casa en la cercana Greenhill Street. Y en 1557 desposó a Mary Arden, de la vecina localidad de Wilmcote. Mary era la favorita de su padre y la más dotada de la prole. A pesar de ser la menor de ocho hermanas (nacidas, al parecer, de un primer matrimonio de Arden), había heredado en 1556 la mayor parte de su considerable patrimonio: dos granjas y más de cien acres de tierra. Para John Shakespeare se trataba de un matrimonio socialmente favorable; en cuanto a Mary, había encontrado a un marido prometedor y con aspiraciones cívicas.
John fue funcionario del concejo municipal y un emprendedor cuyo «misterio» o ramo era la curtiembre de cuero blanco y la manufactura de guantes. Utilizaría el símbolo de un par de compases de guantero en vez de su firma en tres ocasiones, cuando testificó en procesos de tasación de multas, en 1559, 1561 y 1564. Pertenecía a una generación que no necesitaba leer (lo cual no significa que no supiera hacerlo). Se ha dicho a veces que preparaba el cuero necesario para la manufactura en la parte posterior de la finca, pero parece improbable. La curtiembre, al igual que ahora, era entonces una faena pestífera, que requería instalaciones equipadas y muy espaciosas, y en Stratford-upon-Avon había espacios designados para tal fin. Cabe señalar que John también comerciaba, de manera lucrativa y abundante, con lana (por entonces un negocio en alza), que obtenía en parte de las pieles que luego empleaba en sus guantes. En el siglo XIX, un propietario del Swan and Maidenhead refirió haber encontrado restos de vellón y lana cardada cuando se levantó el suelo para remozarlo.
John ejerció varios cargos públicos. Fue uno de los catadores de cerveza del municipio (puesto destacado en una industria floreciente como aquella), alguacil en 1558 y 1559, tesorero entre 1561 y 1563, concejal a partir de 1565 y finalmente edil (cargo equivalente al de alcalde) a partir del 1 de octubre de 1568. En 1571 sería elegido regidor y juez de paz. También ejerció de viceregidor.
En agosto de 1569, cuando era edil, autorizó la actuación de dos compañías en Stratford: los Queensmen y la troupe del conde de Worcester. Era la primera vez que llegaban actores profesionales a la localidad. William Shakespeare tenía cinco años y medio. Ese mismo año, otro acontecimiento quedaría marcado a fuego en la memoria del lugar. John se vería legalmente obligado a supervisar el blanqueo de los vívidos murales de la Guild Chapel, pues el estado, decidido a imponer la uniformidad religiosa, había ordenado que todo aspecto sospechosamente sensual del catolicismo romano, como por ejemplo las imágenes, se cubriese o se retirase. La moderación protestante se consideraba más sagrada, aunque resultase mucho menos atractiva a la vista.
Stratford-upon-Avon era, desde el año 1196, una población con mercado y derecho a celebrar una feria anual. Hacia 1564 ya era bastante próspera y albergaba unos mil ochocientos habitantes. Su ubicación equidistante entre Gales, Londres y las ciudades del norte la convirtieron en una encrucijada comercial y cultural a pesar de su carácter marcadamente rural, pues estaba jalonada de huertos y verdeada por más de un millar de olmos. La peste que azotó la localidad en 1564 mató aproximadamente a dos centenares de habitantes, incluidos tres niños de la familia Green, que vivía tres casas más allá que los Shakespeare. El pequeño William tuvo la fortuna de salvarse.
Aunque entonces no existían las partidas de nacimiento, las parroquias solían registrar los bautizos. De acuerdo con el Libro de Oración Común, había que bautizar a los bebés el domingo o el día de santo siguientes al nacimiento. Como san Marcos, patrón de Venecia, caía el 25 de abril, día que las supersticiones isabelinas consideraban de mal augurio, William fue bautizado el miércoles 26 de abril de 1564, después de la plegaria matutina o vespertina, en la iglesia de la Santísima Trinidad, en la vieja fuente normanda que aún se encuentra allí. Pero es tradición considerar que su nacimiento tuvo lugar el 23 de abril, día de san Jorge. El día del santo patrono de Inglaterra coincidiría entonces con el nacimiento del poeta nacional, lo cual quedaría corroborado por una inscripción en el monumento situado en la pared presbiteral de la iglesia de la Santísima Trinidad, donde consta que Shakespeare habría fallecido el 23 de abril de 1616 (el registro de su funeral data del 25 de abril) a la edad de 53 años, es decir, cuando ya había iniciado su quincuagésimo tercer año de vida. De allí que digamos que nació y murió el mismo día del año.
Las dos hijas mayores de John y Mary habían muerto cuando todavía eran unas niñas: Joan (1558) y Margaret (1562). William fue el mayor de los siguientes cinco hijos. Su hermano Gilbert nació en 1566 (fall. 1612), otra Joan, en 1569 (fall. 1646), Anne, en 1571 (fall. 1579), y Edmund, que siguió los pasos de su hermano mayor y se convirtió en player, que es como se designaba a los actores, en 1580 (fall. 1607). O sea que cuando Shakespeare tenía dieciséis años, el pequeño hogar familiar albergaba a siete personas, lo que para nuestros estándares modernos equivale a una ausencia casi absoluta de sosiego, silencio y privacidad.
Según la versión más tradicional de la historia familiar, el padre buscó y obtuvo cargos, reconocimiento público y fortuna durante el inicio de su carrera hasta que una serie de errores de cálculo lo llevaron a vivir, desde mediados de la década de 1570, una mala época. En 1572 compró otras dos casas, pero ese mismo año lo pescaron comerciando con lana de manera ilegal (las leyes se habían endurecido) y se le juzgó por excederse en los intereses que pedía por un crédito. Entre 1576 y 1578 dejó de asistir a las reuniones del concejo municipal, evidenciando de ese modo su creciente desinterés por los asuntos públicos. En 1578 hipotecó la herencia de su mujer y en la década de 1580 vendió tierras en Wilmcote, Snitterfield, Stratford y la casa de propiedad en Greenhill Street. Las vicisitudes financieras a las que se enfrentó John habrían contribuido, así, a que su primogénito tuviera como meta el bienestar económico.
Hasta aquí la interpretación tradicional. Para el enfoque revisionista, en cambio, la verdadera fuente de riquezas de John era el comercio de lana en el que su primogénito le echaba una mano, y este y otros negocios habrían sido la razón principal por la que William marchó a Londres por primera vez1 . La venta de tierras y propiedades se interpreta como una voluntad de invertir el dinero en otro sitio. En 1590, John era propietario de la gran ala oeste de la vivienda de Henley Street, que pasó a formar parte de la casa que siempre había poseído. Puesto que no se tiene constancia de su testamento, desconocemos su verdadera fortuna; no obstante, que hubiera dinero en la familia explicaría que William Shakespeare pudiera arreglárselas para cofundar y adquirir acciones de la nueva compañía teatral (los Lord Chamberlain’s Men) en 1597. La posibilidad de que Shakespeare haya heredado dinero ayudaría a explicar también las grandes inversiones que realizó tras la muerte de su padre en 1601.
La generación de William Shakespeare fue la primera criada en un contexto religioso instaurado, reformado y consolidado. Corrían tiempos de agitación espiritual y, a tenor del punto de vista, Isabel I (1558-1603) bien podía estar promoviendo el afianzamiento religioso como tal vez instigase a la revuelta. Su padre, Enrique VIII (1509-1547), decidido a divorciarse de Catalina de Aragón, había desautorizado al Papa y promovido reformas religiosas (1523-37) que condujeron a la fundación de una nueva iglesia estatal, la Iglesia de Inglaterra. Eduardo VI (1537-1553), hermanastro de Isabel, había continuado con las reformas, llevándolas aún más allá. Luego su hermanastra María había desandado el camino, reintegrando el aparato eclesiástico al catolicismo romano. Por ello Isabel se vio en la imposibilidad de encontrar una solución conciliadora: cualquier cosa que hiciese resultaría controvertida. Si restablecía la iglesia reformada, se convertiría de manera automática en enemiga de Francia y España y pondría en riesgo el equilibrio político europeo. En términos estrictos, la Iglesia de Inglaterra no había sido fundada como iglesia protestante: era y sigue siendo católica, aunque no católica romana. El Acta de Supremacía (1558), que convirtió a Isabel en Jefe Supremo de la Iglesia de Inglaterra, derogaba la autoridad papal e introducía un juramento de fidelidad al monarca. El Acta de Uniformidad religiosa (1559), principal herramienta legislativa sobre la cual reposaba la Iglesia de Inglaterra, llegó a aprobarse por apenas tres votos de diferencia: veintiuno a dieciocho (de los obispos presentes, ninguno votó a favor). El Acta obligaba a la ciudadanía a asistir cada domingo al servicio de la iglesia estatal: la inasistencia (descrita como recusancy) se multaba debido a que podía suscitar sospechas de prácticas católico romanas y, por lo tanto, sediciosas.
Shakespeare tenía seis años cuando el papa Pío V excomulgó a Isabel y exhortó a todos los católicos romanos a rebelarse contra ella, convirtiéndola en «presa de caza» para cualquier asesino en potencia adscrito a la Iglesia de Roma. A partir de 1571, Isabel respondió con una serie de leyes anticatólicas según las cuales ser católico romano, promover la doctrina o albergar a un sacerdote que la profesara podía considerarse traición, so pena de horca, inmersión o descuartizamiento (sangrienta suerte que corrieron, entre 1570 y 1603, treinta y nueve sacerdotes jesuitas).
Resulta difícil no imaginar el trauma psicológico de quienes vieron cómo, en sus parroquias, las imágenes de Jesús, María, los santos, las historias bíblicas, los animales mitológicos, las bestias salvajes, la flora y la fauna eran despintadas, arrancadas o blanqueadas, las efigies religiosas, derribadas, y cómo incluso se desmembraba a los sacerdotes ante sus ojos; lo cierto, en todo caso, es que el recuerdo de esta época tan convulsa formó parte de la educación generacional de Shakespeare.
Pero incluso mientras iban reformándose costumbres y prácticas religiosas, las historias y la literatura medievales, preñadas de sensibilidad católica, siguieron gozando de gran popularidad. En vida de Shakespeare, se reimprimieron muchos textos de autores del siglo anterior, de manera que el pensamiento medieval estaba realmente imbricado en el presente. Si bien durante los años formativos de Shakespeare el antiguo orden se tenía por superado, ese legado continuaba latente en lo que se leía y escuchaba. Puesto que las imágenes estaban desapareciendo de las iglesias, el énfasis se había trasladado a la palabra hablada; al mismo tiempo, el teatro profesional consolidaba a pasos agigantados su desarrollo y popularidad. Las representaciones satisfacían la necesidad del público tanto de entretenimiento como de discurso, y allí no había juicios ni condenas.
El propio Shakespeare fue criado y vivió como un feligrés cualquiera de la Iglesia de Inglaterra. Si nos interesamos por su espiritualidad (que en cierto modo podría ser sinónimo de imaginación personal), descubriremos que abordaba lo visual y lo sensual con la particularidad de la expresión poética. En Como les guste, el desterrado Duque Propietario
Ve en ríos libros, lenguas en los árboles,
En piedras ve el sermón, y el bien en todo.
(Como les guste, 2.1.15-17)
El rey Lear, desorientado, abatido y con el corazón roto, entra cargando el cuerpo inerte de su hija predilecta y dice:
Si yo tuviera vuestras lenguas y ojos
Haría saltar la bóveda del cielo.
(El rey Lear, 5.3.232-4)
Clamando a los cielos, la desesperada princesa Imogenia dice: «¡Si aún quedara gota | de compasión, pequeña como el ojo | de un abadejo, oh cielos, derramadla!» (Cimbelino, 4.2.305-07). Suponiendo que la espiritualidad de Shakespeare pudiera destilarse de lo que escribe, resulta evidente que busca a Dios tanto en lo pequeño y menudo como en lo grandioso y sobrecogedor. Sus descripciones líricas del mundo natural y de las poderosas emociones humanas son el sustituto teatral de las pinturas y murales medievales que empezaban a desaparecer de las iglesias.
Como es evidente, Shakespeare se inspiró también en el mundo clásico, y en la literatura latina en especial. En 1553, durante el reinado de Eduardo VI, se inauguró en Stratford una flamante Grammar School [escuela de lenguas clásicas] aunque con anterioridad ya había funcionado allí una escuela. El establecimiento ofrecía educación gratuita a todos los muchachos de la localidad, de modo que John Shakespeare tuvo la oportunidad de brindarle a su primogénito la escolaridad que a él le había faltado. Ya desde los seis años, William habría acudido a la escuela primaria (para niñas y niños), donde pudo haber aprendido el abecedario, los Diez Mandamientos y el Padre Nuestro. Desde los siete u ocho hasta los dieciséis como máximo, podría luego asistir a la «nueva escuela del rey» o Escuela Grande. Aunque los registros de esta institución, como los de la mayoría de las escuelas de la época, no han sobrevivido, algo sabemos acerca del currículo.