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El éxito nunca fue tan peligroso...

 

Angel es una chica impulsiva y ocultar su don le resulta muy difícil. Cuando se topa con Marcus, un joven rockero que conoce en un festival de música, la conexión que existe entre ellos es innegable para todos, excepto para Marcus. ¿Cómo pueden estar juntos si él no es capaz de aceptar ni de comprender los lazos que los unen y lo que eso implica?

Mientras tanto, un nuevo peligro acecha a la Comunidad Savant, y es hora de que todos elijan de qué lado van a estar. No hay tiempo para dudas ni preguntas… o puede ser demasiado tarde.

Para Lucy

Capítulo 1

Mientras revolvía la caja donde guardaba los accesorios, mis dedos eligieron un nudo celta de plata para vestir el índice izquierdo. Con cuatro anillos distintos en cada mano, una tobillera tintineante y mi collar con el dije de cristal en forma de gota, estaba totalmente preparada para el espectáculo.

“Con anillos en sus dedos”, canté, inspeccionando mi reflejo en el espejo iluminado con lamparitas que estaba detrás del escenario. “Y campanas en los pies”.

Riéndome de mí misma, di un giro para asegurarme de que la pollera corta color gris plata no subiera demasiado.

Te ves bien, Angel. Te ves bien, le tiré un beso a mi doble, al estilo de Marilyn Monroe. Al menos, lucía lo mejor posible. Frustrada por la herencia genética de mis padres, quienes eran más bien hobbits en vez de personas de tamaño normal, había aprendido a incrementar mi autoestima diciéndome ese tipo de cumplidos exagerados, justo antes de salir a cantar ante una sala llena.

¡Ay! ¡No pienses en eso!

Mi teléfono sonó. Estamos al frente, a la izquierda. Mucha suerte. S, M y A.

Abracé el aparato. Presionarlos funcionó. Les había advertido a Summer, a Misty y a Alex que, si no asistían al concierto temprano y no se ubicaban adelante de todo para apoyarme en mi momento de necesidad, les haría algo horrible, demasiado terrible como para decirlo (y aún no había planeado mi venganza cuando los amenacé). Eran mis mejores amigos, y compartíamos el secreto de tener un don savant. El poder de Summer le daba la habilidad de rastrear mentes, la versión mental de lo que hacía un espía cuando investigaba a un sospechoso. Al conocer mis patrones de pensamiento, era probable que ella supiera cuál era mi posible venganza antes de que la llevara a cabo. Tipié una respuesta rápida. Genial. Nos vemos después. Xxx.

Una vez que había guardado el teléfono dentro de mi bolso cubierto de lentejuelas, me di cuenta de que no tenía nada más que hacer, excepto preocuparme. No era nada bueno. En general ignoraba los nervios manteniéndome activa y conversando, pero no había nadie compartiendo conmigo el camarín de mujeres, que parecía un armario. El resto de la banda estaba en el de hombres. El club nocturno Hammersmith no se permitía muchos lujos detrás de escena. De hecho, confirmé mi suposición de que esta habitación sucia funcionaba como un depósito al ver el trapeador y la cubeta llena de agua sucia apoyados contra el perchero. Aun así, el club todavía mantenía apartados hombres de mujeres; una lástima. Miré la hora y vi que todavía faltaban diez minutos completos: tiempo suficiente para darle vueltas a mis pensamientos hasta alcanzar un estado que ya no me permitiría cantar los coros. Estuve tentada de marcharme y unirme a los chicos, pero si lo hacía, debería respirar el mismo aire que Jay, lo que era igual de malo para mi preparación antes del espectáculo.

Tomé mi violín negro y comprobé si estaba afinado. No era mi instrumento favorito, ese era el viejo violín tradicional desgastado que poseía, pero este funcionaba mejor para tocar rock dado que podía enchufarse a un amplificador. Realicé con rapidez una escala, calentando los dedos, y luego pasé al estribillo de apertura. Jay, el cantante principal de Séptima Edición, tenía grandes aspiraciones para la banda y componía melodías que en realidad requerían de una orquesta entera para acompañar a los tambores y a la guitarra. Estaba en lo cierto, la música que hacíamos juntos tenía un enorme potencial, pero el grupo aún deambulaba por el circuito semiprofesional, y todavía no habíamos tenido nuestra gran oportunidad. Jay había tenido que arreglárselas con una violinista femenina y un saxofonista masculino en lugar de la orquesta sinfónica nacional. Para ser honesta, era un tipo difícil de agradar, ya que había caído en el mal hábito de sobrestimar infinitamente su propio talento. Era bueno, pero gran parte de lo mejor provenía de los otros miembros de la banda, contribuciones que él rara vez reconocía. Como yo nunca tardaba en decirle cómo eran las cosas, sabía que me hubiera echado hacía meses de no haberme necesitado con tanta desesperación. Las cantantes-violinistas son difíciles de encontrar.

Un golpe rápido sonó en la puerta. Hablando de Roma: el mismísimo Jay Fielding había venido a llamar a su humilde cantante de respaldo.

–¿Todo está bien, Angel? –frotó sus dedos largos entre sí, una inusual señal de nerviosismo. En general, le agradaba fingir que era el rey del mundo y nuestro amo y señor.

Guardé el violín en el estuche.

–Sí, bien –no me gustaba que él viniera sin compañía a verme. No solo me daba escalofríos su presencia, sino que yo tenía una pequeña rutina a la que me atenía antes de salir al escenario; cualquier interrupción me hacía sentir supersticiosa con respecto a la función.

El muchacho dio vueltas por la habitación, sus ojos inspeccionaban mi apariencia de una manera incómoda e íntima. Al poseer un rostro común con ojos grises malvados, coronado con el cabello rubio peinado hacia atrás de forma extravagante, Jay no hacía que mi corazón latiera sin parar como él esperaba. Pensé que lo había dejado claro la última vez que me había acorralado.

–Hoy es una noche importante –se detuvo junto a mí y le mostró los dientes al espejo para comprobar que todos estuvieran de un blanco perlado. Eran demasiado perfectos para ser naturales; esa dentadura hacía poco que debía haber incrementado bastante la fortuna de un dentista estético. Por suerte para él, Jay tenía padres adinerados que financiaban su intento de triunfar en la industria de la música. Eran igual de presumidos que su hijo con respecto a su ambición.

–Em, sí, muy importante –hice girar al nudo celta sobre mi dedo deseando que pudiera teletransportarme lejos de él.

Como diría el capitán Kirk: “Súbeme, Scottie”.

Suavizó una ceja, amándose en el reflejo.

–Disculpa que no lo mencioné antes, pero los promotores del festival de Rockport están afuera, buscando espectáculos para el lineup de verano. Si causamos una buena impresión, podríamos terminar en la lista.

¡Valió la pena que invadiera mi espacio por esa noticia!

–¿En serio? ¡Genial! –hice un bailecito en mi lugar, con las manos sobre el pecho; la habitación no permitía un baile de celebración más expresivo–. ¡No puedo creer que, tal vez, por fin tengamos nuestra oportunidad!

Detuvo mi movimiento colocando una mano en mi cintura, sus dedos húmedos acariciaron la franja angosta de piel desnuda.

–Entonces, Angel, cariño, ¿serás una buena chica conmigo esta noche?

Su tono condescendiente me dio ganas de hundir los dientes en su mano merodeadora. Aunque solo tenía veinte, tres años más que yo, Jay se comportaba como si mi persona estuviera bajo sus órdenes. Pero en este momento, yo no podía arruinar el concierto derramando sangre:

–Haré mi mayor esfuerzo, Jay.

Empujando suavemente su pecho con mis palmas, intenté retroceder, pero él lo evitó al colocar la otra mano en mi cintura para que estuviéramos enfrentados cara a cara.

–¿Y si me das un beso de buena suerte, linda?

Respuestas diversas atravesaron mi mente a toda velocidad, variando desde un “no en esta vida”, a un “iuuu”. Inclinó la cabeza hacia un lado, mirándome a través de su flequillo. ¿Pensaba que se veía más persuasivo en esa pose?

–Anda, Angel. Sé que te gusto mucho…

–¿Lo sabes? –¿cómo rayos había llegado a esa conclusión?–. Pero…

Él asintió y su copete cabeceó ligeramente diciendo “sí”, como si tuviera vida propia.

–Sí, he visto cómo me miras en la sala de ensayo.

¿Qué? Había confundido un leve entretenimiento con adoración, ¿verdad?

–Linda –se inclinó para besarme.

Retrocedí con rapidez.

–Jay, quítame las manos de encima –dije, severa. ¿Qué les sucedía a los chicos? Él no era el primer hombre en intentar manosearme en un camarín. Tenía un buen repertorio de movimientos de defensa personal, pero, primero, siempre intentaba razonar.

–No quieres que lo haga –bajó hasta mi cuello, mordisqueando la piel; sus dientes amenazaban con dejar una marca.

–Sí quiero, absolutamente –cada vez que lo alejaba de un área, él atacaba de nuevo en otra, como algún tipo de monstruo marino flexible que tenía demasiados tentáculos como para defenderse de todos.

–No, no quieres.

–¡Quítame las manos de encima!

–¡Ey! No seas así, linda. Solo somos nosotros; no hay necesidad de fingir que no quieres esto.

De acuerdo, ya era suficiente. Le había advertido. Al no tener la fuerza para moverlo, era hora de atacar con la artillería pesada de mi poder. Clavé los ojos en la cubeta del trapeador y llamé al agua, una sensación maravillosa de conexión en la que las moléculas de H2O en mi cuerpo se extendían y arrastraban la sustancia hacia ellas. El líquido sucio se alzó como una serpiente color café suave de la canasta de un encantador, y avanzó hacia Jay. Muy concentrada, dirigí a la víbora de agua hacia la nuca del muchacho.

Y hacia abajo.

Obediente, el líquido se deslizó por su columna, mojando por completo su camiseta y sus jeans, y se derramó por el suelo.

–¡Qué ra…! –él dio un salto hacia atrás, alejándose de mí, su pasión apagada–. Estoy mojado.

Sí, muy.

–¡Uh, Jay, tienes agua goteando de tus pantalones! –grité con falsa empatía. Llevé un dedo hacia mi barbilla–. Al menos, espero que sea agua.

–Maldición –me miró, furioso, mientras sacudía el exceso de líquido de sus zapatos–. ¿Qué otra cosa sería?

Agité las manos en el aire.

–Ah, ya sabes, los nervios nos afectan a todos –su rostro estaba tan indignado que la risita que había estado reprimiendo salió a la superficie–. ¿No… no deberías cambiarte?

Su expresión se ensombreció al escuchar mi risa.

–¡Perra, tú hiciste algo! –apuñaló el aire con el dedo índice.

¿Moi? –pregunté con inocencia–. ¿Qué podría haber hecho? No me soltabas, ¿recuerdas? Si hay una gotera, es culpa del techo de este basurero, no mía.

El joven inspeccionó el cielorraso, pero no encontró ningún rastro de humedad. Tampoco podía explicar cómo yo había sido la responsable del diluvio repentino a sus espaldas.

–Tú…Tú… ¡No te rías!

Señalé el reloj con la cabeza.

–Lo siento, pero de verdad tienes que cambiarte. Espero que tengas otra ropa…

Chapoteando hacia la salida, Jay volteó.

–¡Esto no quedará así! –dio un portazo detrás de él. Apoyé la espalda contra el tocador, abrazando mi cintura con regocijo.

Fue divertido.

El concierto salió sorprendentemente bien, considerando las travesuras detrás de escena minutos antes de comenzar. Jay había encontrado unas prendas secas, aunque la camiseta estaba arrugada; probablemente la había extraído del fondo del bolso de uno de los miembros de la banda. Pude perdonarlo bastante cuando estuvo frente al micrófono. Aunque no competiría por un premio Brit, era cierto que tenía talento para componer y sabía cómo encantar al público. Mi parte salió bien, y mi solo de violín en la canción Amantes desdichados obtuvo su propia ronda de silbidos y aplausos, liderada sin duda por mis queridos amigos. Podía verlos perfectamente desde mi posición en el escenario: Misty se destacaba con su melena llena de rizos color rubio pálido; Summer bailaba con su impecable corte chic estilo Audrey Hepburn; y el guapísimo Alex de cabello oscuro, el alma gemela de Misty, demostraba que un estudiante sudafricano sabía dar algunos pasos admirables cuando los necesitaba. Sí que había chispas en el aire cuando Misty y Alex bailaban juntos, incluso yo lo noté desde arriba del escenario. Uno de los aspectos desafiantes de ser un savant es que posees un compañero que nace cerca de tu fecha de nacimiento y que está conectado a través de su don. Si la unión es buena, como la de mis amigos, la experiencia resulta maravillosa: tus propias capacidades florecen y descubres cosas nuevas que pueden hacer juntos al combinar los poderes. Eso sin mencionar la atracción química: es extrema, si se puede tomar como parámetro a mi pareja amiga. Los savants podemos esperar toda la vida para encontrar a aquella persona especial que complementa nuestros dones; Misty y Alex se habían cruzado a muy corta edad, a los dieciséis.

Algunos tienen toda la suerte.

Bebí un trago de mi botella de agua mientras nos preparábamos para el último set. No era justo de mi parte pensar eso: Misty no había tenido tanta suerte, dado que casi tuvo que morir para estar con Alex. Me entusiasmaba la idea de conocer a mi compañero algún día, pero no creía que tuviera en mí la capacidad de arriesgar tanto, ni siquiera por un alma gemela.

El acto final llegó y Jay se llevó los aplausos; apuesto a que había practicado esa reverencia, dado que era la pose clásica de una estrella de rock sosteniendo la guitarra como si fuera su novia. Luego, abrazó al resto de los chicos de la banda, pero a mí me dio la espalda para que quedara afuera. Era tan perdedor. Todavía valía la pena tener aquel recuerdo invaluable de él mojado hasta los huesos. Debía tener mucho cuidado con cómo usaba mi don, ya que se suponía que los savants debían mantener sus poderes en secreto ante las personas comunes, además de que mi habilidad era un poco más obvia que la de varios, pero lo dejé pasar en esta ocasión. Solo un santo hubiera resistido la tentación de poner a este muchacho en su lugar.

–Han sido un público genial –colocó su guitarra en el atril–. ¡Gracias y buenas noches! –corrió fuera del escenario, empujándome mientras se dirigía tras bastidores.

Lo que evitó que cayera del borde de la plataforma fue la velocidad con la que Matt, nuestro baterista, me sujetó. Al no tener las pretensiones de los guitarristas y del saxofonista, Matt había logrado mantener su puesto en la banda, a pesar de la gran cantidad de peleas que Jay había comenzado. Por ese motivo nos llamábamos Séptima Edición; hubo un tiempo en el que había existido una Primera Edición.

–Ey, Angel, ¿qué sucede con él?

–Jay el sabueso quería besuquearme antes de la función –respondí risueña–. Lo rechacé.

Matt me dio unas palmaditas en el hombro, expresando sus condolencias, mientras entrábamos tras bastidores.

–Entonces, ¿qué sucedió para que se mojara un minuto antes de salir a escena?

–Justicia poética, diría.

Mi compañero sonrió.

–Su actitud con las chicas puede ser muy retro. No deberías tener que tolerar estupideces como esa.

–Ah, no me malinterpretes: no las tolero; aplasto a los hombres retro y bailo sobre sus tumbas.

–Me considero advertido. Eres una guerrera: Juana de Arco del camarín –determinó, mientras golpeteó el costado de su nariz con un dedo.

Él era un encanto, siempre encontraba las palabras justas para incrementar un poco mi confianza. La mayoría de las personas creería que tenía bolsos llenos de ella, pero solo chicos astutos como Matt sabían que, en gran parte, era yo haciéndome la atrevida y fingiendo no tener miedo.

–Gracias, cielo –me puse de puntillas y le di un beso–. Estuvimos bien esta noche, ¿no?

–Sip. Estuvimos bien.

Intercambiamos sonrisas y nos separamos para hablar con nuestros invitados tras bambalinas.

–¡Angel, estuviste grandiosa! –exclamó Misty, abrazándome. Como mi amiga cargaba con el don de ser incapaz de mentir, sabía que su cumplido era sincero–. ¡Te destacaste como un faro brillante de talento puro!

–Gracias, cariño –dije, riendo. Al ser apenas más alta que yo, era una persona cómoda de abrazar.

La siguiente, fue Summer.

–Ese solo de violín en Amantes desdichados es muy especial; siempre hace que me cosquilleen los dedos. ¿Quién lo compuso? ¿Tú o Jay?

Así que se había dado cuenta, ¿verdad? Summer era alarmantemente perspicaz, incluso cuando no utilizaba su don para rastrear mentes.

–Jay diría que él escribió cada nota, pero en realidad, la mayoría surgió de una sesión de música cuando improvisé. Pero él nunca lo admitiría.

Misty frunció el ceño, arrugando su nariz llena de pecas de una manera adorable.

–¿Quieres que me pare junto a él y le pregunte? –si hiciera eso, sin controlar su don, le haría confesar todas sus verdades, incluyendo las más vergonzosas.

–Muy tentador, pero no hace falta. Me alegra trabajar con los chicos que él logró reunir; creo que de verdad tenemos algo bueno en marcha. Así que supongo que soportar su ego solo es el precio que debo pagar.

Ahora fue el turno de Summer de fruncir el ceño.

–Ese no es el único precio que pidió, ¿o no?

Me mordí el labio. Si ella se hubiera metido en mis pensamientos, habría detectado mi satisfacción causada por el diluvio del camarín.

–No pasa nada. Controlé la situación.

Alex colocó un brazo sobre mis hombros. Creo que, como soy de baja estatura, él se siente más protector hacia mí, al estilo de un hermano mayor.

–¿Ese idiota te hizo algo? ¿Quieres que lo ponga en su lugar? –él tiene un poder de persuasión increíble con solo utilizar la intensidad de su voz.

–Está bien, Alex, no te preocupes. Yo ya lo hice y disfruté cada segundo –les conté sobre el enfrentamiento, lo que produjo el esperado estallido de risa. Los otros, detrás de escena, comenzaron a mirar en nuestra dirección con envidia, dado que era obvio que estábamos pasándola genial. Jay me lanzó una mirada cargada de furia, pero continuó conversando seriamente con una pareja que yo nunca había visto. La forma en que me observó me dejó en claro que todavía debíamos saldar cuentas.

Eso podía esperar. Miré el reloj de Summer: las once.

–Será mejor que me cambie. ¿Nos encontramos aquí en diez minutos?

Entré al camarín, me quité el vestuario con velocidad, y me puse unos zapatos bajos más cómodos, calzas y un vestido tipo túnica para tolerar el frío viaje de regreso a casa en el metro. Empaqué los accesorios, metí todo dentro de mi bolso y me dirigí a la habitación de los chicos. Encontré a toda la banda reunida alrededor de Jay, quien estaba en medio de su usual análisis postconcierto.

–¡Solo vine a despedirme! –dije, asomando la cabeza por la puerta.

–Espera un minuto, Angel. Deberías estar aquí para esto –respondió Matt–. Jay tiene un anuncio.

El líder de la banda se cruzó de brazos y se relajó en su silla con marco de metal.

–Puede irse. No es asunto suyo.

Si él quería que me fuera, entonces por supuesto que debía quedarme.

–No, está bien. Me gustaría oír la noticia. Tengo tiempo antes del último tren.

–Muy bien, entonces –se balanceó sobre dos patas de la silla en forma provocadora, con los ojos fijos en mí. Estaba tramando algo y no sería nada bueno–. Tengo una noticia espectacular: los promotores de Rockport nos han invitado a formar parte del lineup de este año. Mañana se comunicarán conmigo para decirme los términos y condiciones, pero han insinuado que son generosos.

–¡Oh, guau! –mi exclamación se perdió entre los vítores y los gritos de alegría de toda la banda.

–Es nuestra gran oportunidad, chicos. La lista de grupos que tocarán en el festival este año es genial. Les han confirmado que estará Talentosos.

–¡¿De verdad?! –Talentosos era una de mis bandas favoritas, indie pero con gusto por lo convencional. Se decía que eran maravillosos en vivo, pero nunca había tenido la oportunidad de verlos. Ahora no solo podría escucharlos y estar presente en su concierto, sino que sería parte de la misma lista, codeándome con ellos detrás de escena. Tendría tantos momentos de fan que me avergonzaría incluso a mí misma.

–Así que tenemos que trabajar mucho los próximos meses, pulir nuestra presentación, escribir algunas canciones nuevas –Jay sonaba como un comandante dándole órdenes a sus tropas para la batalla–. No quiero que desperdiciemos esta oportunidad. ¿Puedo contar con ustedes?

Por supuesto, todos ofrecimos nuestro apoyo. Él podía ser un idiota, pero nos había traído hasta aquí.

–Ahora, solo hay un cambio que anunciar. Les dije a los promotores que iríamos como una banda masculina, es mejor para la publicidad. Una chica no ayuda a construir una base de fans femenina.

–¡¿Qué?! –exploté.

–¡Ey, no puedes hacer eso! –exclamó Matt.

–Está decidido. Supéralo –Jay se encogió de hombros.

Estaba furiosa.

–Estás… ¡Estás haciendo esto porque no te permití que me besaras! –el agua dentro de la botella sobre el tocador a sus espaldas comenzó a burbujear; estaba demasiado enfurecida para controlar mi temperamento. Por suerte, nadie lo notó, dado que estaban concentrados en mi explosión–. Es discriminación de género, acoso, ¡ambos! Te… ¡Te haré una demanda!

–Suerte con eso –dibujó una sonrisa burlona–. No tienes un contrato. Has estado cantando con nosotros porque yo te lo pedí. Nunca fuiste en realidad parte de Séptima Edición.

Era la primera vez que escuchaba eso. ¿Se olvidaba de todas aquellas oportunidades en que me había pedido que hiciera cosas “por el bien de la banda”?

–¡No es justo! –protestó Matt. El resto de mis compañeros parecían avergonzados, pero ninguno tenía la valentía suficiente de hablar en mi defensa.

Jay se puso en contra del baterista.

–Ah, ya veo… Se ha estado reservando para ti, ¿verdad, Matt? ¿Por eso la estás defendiendo?

–Eso es desagradable e injusto para los dos. Algunos podemos tener una relación más evolucionada que esa con una chica. Es una amiga –gruñó.

–De acuerdo. Siéntete libre de seguirla. Los bateristas no son tan difíciles de encontrar –sentenció y se cruzó de brazos.

No, no, ¡mi hermosa noche estaba siendo un desastre! No podía arruinarle una oportunidad así a Matt. Sabía que era probable que Jay me echara algún día, pero mi amigo merecía estar con la banda cuando saltaran a la fama, incluso si tenía que compartir la atención con una verruga en el trasero de una rata como Fielding. Le di un apretón al hombro de mi compañero y lo hice sentar de nuevo en su silla, porque estaba a punto de salir hecho una furia detrás de mí.

–No, quédate –dije en voz baja. Luego, volteé para dedicarle una mirada odiosa a Jay–. Serías un estúpido si te deshicieras de Matt: él es el único que permaneció a tu lado todos estos años. Es una vergüenza que no puedas igualar su lealtad. Buena suerte encontrando otro violinista. También tendrás que cambiar los coros, pero eso ya lo sabes. Ningún precio parece demasiado alto en este instante para vengarte de mí, ¿verdad?

Los ojos de mi contrincante brillaron con malicia.

–Encontraré a alguien que ocupe tu lugar, no hay problema.

–Yo no estaría tan segura –dado que ahora no había nada para mí en ese lugar, tomé mi bolso del suelo–. Disfruta de Rockport, Octava Edición.

Capítulo 2

Varios meses después, me desperté un sábado de mayo a la mañana con un fin de semana vacío por delante. ¡Ah, cómo extrañaba el escenario! Ir al sexto año de la escuela, trabajar de camarera para ganar algo de dinero, pasar tiempo con mis amigos: todo parecía muy insulso en comparación con el entusiasmo de haber estado tan cerca de alcanzar el éxito. Ahora sabía lo que se sentía ser uno de los participantes de esos shows de talento que eran eliminados antes de convertirse en un rostro conocido; o Pete Best, el baterista que echaron de los Beatles antes de que se hicieran famosos.

Ok, tal vez estoy exagerando, pero ya saben a lo que me refiero.

Los únicos que estaban felices por mi pelea con Jay eran mis padres. Su misión en la vida era parecer normales, como compensación por tener que esconder en secreto su verdadera identidad como savants poderosos. No lo esperarías si los conocieras, pero mamá puede manipular el aire y papá tiene un don telequinético increíble. También son almas gemelas. Con ese combo, pensarías que ambos estarían luchando contra el crimen o algo llamativo, pero tienen la personalidad de una tortuga. Se aman, por supuesto, pero para ser honesta, se han quedado muy cómodos en aquel afecto, siendo el señor y la señora Campbell de Putney, nada más, y son maravillosamente felices en esa rutina.

Deben preguntarse qué dios bromista estaba a cargo del destino cuando me tuvieron a mí como única hija.

–Cariño, ¿cuáles son tus planes para el fin de semana? –pre- guntó mamá mientras desayunábamos–. Estudiar, espero... ¿Cierto?

Estaba en medio de mis exámenes, así que por supuesto que ese era el plan.

–Repasaré mi música. Es el lunes.

Sus lindos ojos azul pálido sonrieron satisfechos debajo del flequillo de la melena rubia: su pichoncita estaba en el nido, por lo tanto, ella estaba feliz. Creo que si anunciaba que nunca querría abandonar nuestro hogar, estaría exultante de alegría. Mi madre le temía a cualquier cosa que estuviera fuera de la puerta de casa, lo que resultaba gracioso considerando que podía hacer que cualquier malviviente volara hasta el cielo con su poder.

Papá apareció vestido con su bata de toalla azul y sus pantuflas, que habían comenzado a romperse sobre un dedo, pero Dios prohíba que le sugirieran reemplazarlas. Tenía los mechones de cabello castaño claro alborotados sobre su cabeza. Por un viejo hábito, mamá generó una leve brisa para acomodarlo un poco.

–¡Buenos días, Angel! ¿Cómo está mi hijita hoy? –su bata se abrió un poco cuando me saludó con un beso, revelando una camiseta con las fechas de una gira de AC/DC en el Reino Unido.

Me puse de pie y coloqué el cuenco en el lavaplatos.

–Bien, gracias –salvo que quería aullar del aburrimiento. No me malinterpreten: amo a mis padres con todo mi corazón, pero son demasiado tranquilos, sentados juntos como dos vacas rumiando. En términos bovinos, su hija era más bien un toro en una tienda de objetos de porcelana.

Papá tomó asiento en mi lugar y se sirvió el desayuno dentro de su tazón moviendo un dedo; los granos caían por el aire en una curva, como un arco de cereales.

El teléfono en la mesita sonó y atendí.

–Residencia Campbell para estrellas de rock retiradas, ¿en qué puedo ayudarle?

–Angel –era Misty–. ¿Por qué no respondes mis mensajes de texto?

Bajé la voz hasta un susurro dramático.

–Porque estoy en una misión secreta tras líneas enemigas y no puedo arriesgarme a exponer mi pantalla.

Mi amiga se ahogó de la risa.

–Sí, claro. ¿O tal vez olvidaste cargar el teléfono?

–Podría ser una posibilidad –soy famosa por olvidarme cosas como esa. Tengo la intención de hacerlas, pero luego me distrae un pensamiento o una frase musical y allá voy.

–Mira, sé que debes estar estudiando, pero ¿puedes salir esta noche?

Hice mi baile de alegría.

–El trabajo sin reposo convierte al hombre en un soso –dije, en mi tono más moralizador.

–¿Tú, sosa? Jamás.

–¿A dónde iremos?

–Quise decir: ¿puedes venir a mi casa?

–Ah –amo a la familia Devon, pero no era con exactitud lo que tenía en mente. Estaba pensando más bien en una discoteca y música fuerte.

–Es que Will Benedict está en el Reino Unido y quiere hablar contigo.

–¡Ah! –eso sonaba mejor. Dos de las tías de Misty se habían unido a través de lazos de almas gemelas con la familia Benedict de Colorado, siete hermanos savants maravillosos. Los amaba a todos con devoción incurable y maldecía el día en el que sus padres, Karla y Saul, habían dejado de tener hijos, antes de que naciera uno de mi edad al que yo podría pescar como mi alma gemela. Will era el hermano del medio de la tribu: un muchacho de alrededor de veinte años, con hombros cuadrados, quien en el Reino Unido hubiera formado parte de un equipo de rugby de la selección gracias a su contextura fuerte y a sus instintos defensivos. Había nacido en el país equivocado para los deportes. Su cuerpo robusto sería desperdiciado en el fútbol americano, ya que todos esos músculos estarían ocultos debajo de las almohadillas y del casco–. ¿Quiere verme?

–Sí.

–¿Especialmente a mí?

–Sí.

Solté un chillido de placer.

–Tiene que pedirte algo… Un favor.

–Qué intriga.

–Eso le dije, pero estaba demasiado lejos de mí para obligarlo a decirme la verdad. He descubierto que Skype derrota mi poder. Estaba comportándose de manera muy misteriosa.

–Entonces, no puedo esperar a descubrirlo. ¿A qué hora quieres que llegue?

–Alrededor de las siete. Ven a cenar. También voy a invitar a Summer.

–Excelente. Nos vemos.

Colgué el teléfono.

–¿Está bien si voy a lo de Misty esta noche?

–No hay problema, cariño –dijo mamá con tranquilidad.

–Te llevaré –ofreció papá.

–Ustedes dos son los mejores –le di un beso en la mejilla a mi padre y fui a cambiarme, retándome por los pensamientos no generosos que tuve antes sobre ellos. Tenía tanta suerte de tenerlos. De haber tres personas enérgicas como yo en la casa, el lugar de verdad explotaría.

Uno de los mejores aspectos de ser un savant es la forma en la que se interconectan nuestras familias. Will Benedict no era pariente de sangre de Misty y del resto de los Devon, pero, como dos de sus hermanos eran almas gemelas de las hermanas de la señora Devon, él era considerado uno del clan con naturalidad; por eso esperaban que se quedara con ellos durante cualquier estadía en el Reino Unido. Y como Summer y yo éramos amigas de Misty, luego nos añadieron a la cadena, por lo que podría decir que tengo algún tipo de relación fraternal con los Benedict. Mira alrededor del mundo de los savants y verás cadenas similares que van de familia en familia, lo que en cierta forma nos hace a todos una gran tribu extendida. Y si también consideras el hecho de que podemos hablar entre nosotros por telepatía, entonces puedes ver lo estrechos que pueden ser nuestros lazos.

Cuando Misty me hizo pasar, Will se encontraba sentado en la terraza trasera con Alex, disfrutando una cerveza bajo los últimos rayos de sol. Con una mano en el corazón, por mucho que amo a mi país, tengo que admitir que Inglaterra es bastante malo con respecto al clima; pero este era uno de los pocos días del año en el que lográbamos la perfección: el jardín encendido de flores, la luz tenue teñida de rosa, la temperatura ideal para sentarse al aire libre.

Will apoyó su vaso y se puso de pie cuando me vio.

–¡Tanto tiempo! ¿Cómo está mi rebelde favorita?

Miré alrededor, fingiendo buscar a otra persona detrás de mí.

–No está aquí, así que lo siento, William, pero tendrás que arreglártelas conmigo.

Rio al oír el “William”. Nadie más lo llamaba así, ni siquiera su madre cuando estaba enojada.

–Ven aquí –me abrazó, alzándome en el aire–. ¿Cómo has estado, Angel Clare Dora Campbell?

Arrugué la nariz contra su camiseta. Odio mi nombre completo. Cuando Victor Benedict, el hermano mayor de Will, señaló que mis iniciales eran AC/DC, ninguno de sus hermanos me permitió olvidarlo. No puedo imaginar en qué había estado pensando mi madre cuando accedió a llamarme así.

–Muy bien, gracias.

Me apoyó en el suelo para que pudiera abrazar a Alex.

–¿Cómo estás, amigu? –le pregunté con mi mejor acento sudafricano.

Él asintió con aceptación y chocamos los nudillos a modo de saludo.

–Estás aprendiendo.

Misty apareció con una bandeja llena de bebidas tintineantes. Tropezó contra el felpudo, pero Alex salvó los vasos con una zambullida justo a tiempo. Había aprendido con rapidez a anticipar sus momentos creadores de caos.

–Gracias, Alex –hizo malabares para llevar la bandeja hasta la mesa y tomó asiento junto a él con un suspiro–. Misión cumplida. Sírvanse.

Tomé una lata de limonada, sin molestarme en usar un vaso.

–¿Vendrá Summer?

–No podía escaparse esta noche. Su mamá está teniendo uno de sus episodios –con tristeza, Misty frotó la condensación del lateral de su copa. Nuestra amiga era muy reservada sobre la situación de su hogar: ni siquiera nos invitaba a nosotras, sus mejores amigas, a visitarla allí; pero habíamos adivinado lo suficiente como para saber que su madre no se encontraba bien, sufría de algún tipo de enfermedad mental que hacía que recayeran exigencias pesadas sobre Summer como hija única. Cuando preguntábamos si podíamos ayudar, ella siempre se negaba, así que lo único que podíamos hacer era ofrecer apoyo silencioso y amoroso.

Se me ocurrió una idea.

–Will, sé que tienes que preguntarme algo, pero ¿podrías primero chequear que Summer esté bien? Ya sabes, ¿qué no hay amenazas contra ella? –el poder de William es percibir el peligro. También tiene habilidad para las tácticas protectoras. Naturalmente, cuando terminó la universidad, eso lo había llevado a comenzar una carrera que ofrecía protección personal para personas y lugares asociados con nosotros, los savants. Ya estaba haciéndose bastante conocido.

Él alzó una ceja interrogante, los ojos color café reflejaban su inquietud.

–¿Estás preocupada por ella? ¿Qué sucede?

–No estoy segura –Summer mantiene sus secretos guardados–, pero ¿podrías hacerlo?

–No hay problema –descruzó las piernas y cerró los ojos, apretando los dedos contra sus sienes. Se inclinó hacia adelante, como una persona en actitud de rezo, permitiendo que le diera un vistazo extraño a la coronilla de su cabeza, la cual era un remolino de cabello café grueso y ondulado. Después de un momento, abrió los ojos–. Ella está bien, Angel. Percibo que hay un problema a largo plazo, no es con exactitud una amenaza o un peligro, es algo volátil; sin embargo, no hay algo que encienda las alarmas esta noche.

Sintiéndome mucho más relajada, tomé un puñado de papas fritas.

–Gracias. Perdón por abusar de tus habilidades profesionales.

–Es lo justo, dado que quiero hacer uso de las tuyas –reveló y guiñó un ojo.

–Pero no tengo una profesión, a menos que cuente atender mesas –golpeé con suavidad mi pie contra el de Misty–. Soy mejor camarera que nuestra espléndida anfitriona.

–Eso es cierto –mi amiga asintió, solemne.

–Misty es una camarera maravillosa, créanme –añadió Alex, dándole un beso en la frente. A juzgar por la mirada penetrante entre ellos, me di cuenta de que estaban intercambiando mensajitos sobre la noche en la que habían descubierto que eran almas gemelas. Ella había estado sirviendo bebidas torpemente en aquel entonces, pero ¿quién podía culparla si tenía cosas más importantes en las que pensar?

Will se aclaró la garganta. Acariciando la rodilla de Misty, Alex se recostó en su asiento con una sonrisa radiante. Ella se veía un poco sonrojada.

–Me refería a tu música, Angel –dijo el hermano Benedict, enfocándonos de nuevo en su pedido.

–Ah –intercambié miradas con mi amiga, recurriendo con rapidez a la telepatía. ¿Le dijiste que me echaron de la banda?

No. No tenía idea de qué estaba pensando Will.

–Verás, Angel, tú eres la única persona que conozco que está involucrada en la escena musical por aquí. Zed tiene contactos en Nueva York, pero no puedo esperar tanto para que la banda toque allí.

Froté mi mejilla contra la lata, preguntándome si me había perdido algo.

–¿Qué banda?

Will abrió la boca y luego la cerró de nuevo.

–No estás siendo muy claro, amigu –dijo Alex–. ¿Por qué no rebobinas y empiezas otra vez?

–Está bien, lo siento. Es solo que estoy nervioso –Will sonrió y bebió un sorbo de cerveza.

–¿Tú? –reí. Él era la persona más imperturbable que conocía–. ¿Cómo es posible?

–Mi alma gemela.

–¡Ah! –me puse de pie de un salto, desparramando papas fritas, e hice otro de mis bailes de alegría–. ¿Cómo es? ¿Dónde nació? –me apoyé sobre su rodilla y le di un beso en la mejilla, más que alegre por él–. ¿Puedo conocerla? ¿Tiene un hermano menor guapísimo? –moví las cejas de arriba abajo y luego regresé dando saltitos a mi lugar.

Will contó las respuestas con los dedos.

–Todavía no lo sé. Es posible que en Ámsterdam. Espero que sí. Ni idea.

–Ah. No sabes mucho sobre ella, ¿verdad? –decepcionada por la falta de detalles, me hundí en los cojines.

Misty me dio una patada.

–Angel, otra vez te estás adelantando a los acontecimientos.

–Está bien, me comportaré. Rebobina y cuéntame todo sobre ella.

Will y Alex intercambiaron una mirada divertida.

–Palabra de exploradora –alcé tres dedos como símbolo de promesa.

Will tenía una sonrisa burlona.

–No puedo creer que alguna vez te permitieron estar en las exploradoras; esos pobres tipos no podían saber lo que les esperaba. Ok, empezaré con Crystal.

–Genial –llevé las rodillas a mi pecho y las abracé, preparándome para la historia–. La tía buscadora de almas de Misty ha identificado tu alma gemela –ella tenía la bendición de poseer el don de percibir dónde podríamos encontrar a nuestra otra mitad.

–No exactamente. Ha sabido por un tiempo que mi alma gemela está en Ámsterdam, pero pasa la mayor parte de su tiempo viajando. En cuanto hago planes para ir a encontrarla, cambia la dirección. Nos ha estado enloqueciendo hasta que Yves…

–Ese geek guapísimo –comenté. El segundo hermano Benedict más joven era una combinación formidable de intelecto, amabilidad y atractivo. Por desgracia, él también era muy viejo para mí y ya había sido atrapado por mi amiga Phoenix.

–Sugirió –continuó Will con una sonrisa–, que él podía crear un programita que relacione sus movimientos con eventos internacionales. Teníamos la teoría de que podía ser una cooperante o una representante del gobierno, pero estábamos equivocados. La relación que más se acercaba resultó ser… –hizo una pausa para beber un sorbo.

–¿Sí? –pregunté conteniendo la respiración.

–Resultó… Ser...

–¡Sí!

Alex imitó un redoblante. Me lo estaban haciendo a propósito, esas ratas molestas.

–Resultó ser las fechas de la gira de Talentosos.

Me puse de pie como un cohete.

–¡Tu chica está en la banda! –aterricé de pronto–. Pero, espera un momento… Son todos chicos. No es que sea algo malo si te inclinas para ese lado, pero…

La sonrisa de Will se expandió.

–Creemos que es parte del personal: la representante de la gira, o un técnico o una promotora, pero no una de las artistas.

–Ah, eso tampoco está mal. ¿Tienes un nombre o una foto?

–La Red Savant no tiene ninguna candidata registrada que encaje con el perfil, pero, como sabes, no todos están conectados a la Red. Hay bastantes mujeres de esa edad que podrían ser ella, dado que el séquito de la banda es enorme: maquillaje, peluquería, vestuario y todo el personal directivo –se inclinó hacia adelante–. Lo que necesito es a un miembro de una banda que tenga acceso tras bastidores en Rockport y que pueda conocer a todas las personas para reducir el campo de posibilidades. Imagino que habrá solo uno, o tal vez dos savants entre ellos, así que no debería ser demasiado difícil una vez dentro. Mi problema es que este grupo musical es tan famoso que mantiene a los miembros ordinarios del público muy, muy lejos.

–Ya veo –me sentía horrible al tener que decepcionarlo.

–Y Zed te vio actuando en el festival el otro día; fue solo un vistazo, pero dijo que sonabas genial. Eso me dio la idea de pedirte que fueras mi espía.

–¿Zed me vio? –eso era extraño: sus predicciones rara vez no eran acertadas.

–Entonces, ¿qué dices? ¿Me ayudarás a encontrarla?

–Por supuesto, pero la cosa es que… –froté las palmas de mi mano contra las rodillas.

–La echaron de la banda porque no quiso besuquearse con el cantante principal –dijo Misty abruptamente.

Will apoyó su cerveza con un golpe.

–¿Qué? ¿Quién es ese imbécil?

–¿Y dónde vive? –Alex terminó la pregunta por él.

Por mucho que me encantaba la idea de enviar a mis dos héroes a borrarle la sonrisa del rostro a Jay, no creía que eso ayudaría a Will. Alcé una mano en el aire.

–Déjenme pensar un momento.

Me había mantenido en contacto con Matt y él me había dicho que todavía no habían encontrado a alguien para reemplazarme. Las que habían audicionado se habían marchado con rapidez después de descubrir que tenían grandes diferencias artísticas con Jay. Es decir: eran artistas decentes a las que no les agradaban los bravucones. Él debía estar desesperado, así que tal vez podría estar listo para permitirme volver a formar parte del lineup. El único problema era que esperaría que yo comiera un pastel de humildad mientras suplicaba que me devolviera mi lugar, y yo no tengo talento natural para tragarme mi orgullo.

Pero Will era un chico tan maravilloso. Si me relajaba mientras su chica volaba hacia el próximo destino de la gira, y retrasaba su encuentro por meses, entonces, me sentiría como una ameba. Y de verdad tenía muchas ganas de tocar en Rockport si es que sonaba tan genial como dijo Zed.

A veces, las predicciones futuras se cumplen solo al ser pronunciadas en voz alta.

–Está bien, Will, lo haré. Creo que puedo tener alguna conversación para regresar a la banda.

–No quiero que tengas que pagar un precio demasiado alto para ayudarme –tenía el ceño fruncido.

–No te preocupes: no permitiré que Jay introduzca su lengua en mi garganta. Tengo mis defensas.

–¿Las tienes? –parecía un poco dubitativo, comparando mi estatura diminuta y mis nudillos del tamaño de guisantes con sus bíceps y sus puños de boxeador. Sé que no me veo muy amenazante.

–Dile, Misty.

Mi amiga sonrió.

–La última vez, extinguió la pasión de Jay con una sumergida en agua sucia. Así que imagínate lo que podrá hacer junto al mar.

Moví los dedos, haciendo que la cerveza de Will formara un pequeño remolino en su botella.

–Soltaré la ira de Neptuno si Jay siquiera me mira de la manera equivocada.

El joven Benedict admiró la tormenta que había conjurado en su botella: la espuma estaba haciendo erupción desde arriba, como un volcán.

–Te creo, AC/DC. Eres una savant temible.

Luego de demostrar mi punto, dejé su cerveza en paz.

–Así que dame un día o dos y se supone que tendré asegurado el pase detrás de escena. Tú, William, no te irás del Reino Unido sin el amor de tu vida si este ángel guardián está involucrado en el asunto.