El Zaratustra de Nietzsche
Notas del seminario impartido en 1934-1939
Volumen II
Edición de James L. Jarrett
Traducción de Antonio Fernández Díez
Colección
Torre del Aire
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición
del Ministerio de Cultura y Deporte
Título original: Nietzsche’s Zarathustra.
Notes of the Seminar Given in 1934-1939 by C. G. Jung
© Editorial Trotta, S. A., Madrid, 2021
© Princeton University Press, 1988
© Foundation of the Works of C. G. Jung, Zürich, 2007
© Antonio Fernández Díez, traducción, revisada, 2021
Todos los derechos reservados.
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ISBN (EPUB): 978-84-1364-028-0 (Obra completa)
ISBN (EPUB): 978-84-1364-030-3 (Volumen II)
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VOLUMEN 2
Siglas y abreviaturas
TRIMESTRE DE INVIERNO DE 1936
I. 22 de enero de 1936
II. 29 de enero de 1936
III. 5 de febrero de 1936
IV. 12 de febrero de 1936
V. 19 de febrero de 1936
VI. 26 de febrero de 1936
VII. 4 de marzo de 1936
TRIMESTRE DE PRIMAVERA DE 1936
I. 6 de mayo de 1936
II. 13 de mayo de 1936
III. 20 de mayo de 1936
IV. 27 de mayo de 1936
V. 3 de junio de 1936
VI. 10 de junio de 1936
VII. 17 de junio de 1936
VIII. 24 de junio de 1936
TRIMESTRE DE PRIMAVERA DE 1937
I. 5 de mayo de 1937
II. 12 de mayo de 1937
III. 19 de mayo de 1937
IV. 26 de mayo de 1937
V. 2 de junio de 1937
VI. 9 de junio de 1937
VII. 16 de junio de 1937
VIII. 23 de junio de 1937
IX. 30 de junio de 1937
TRIMESTRE DE PRIMAVERA DE 1938
I. 4 de mayo de 1938
II. 11 de mayo de 1938
III. 18 de mayo de 1938
IV. 25 de mayo de 1938
V. 8 de junio de 1938
VI. 15 de junio de 1938
VII. 22 de junio de 1938
TRIMESTRE DE OTOÑO DE 1938
I. 19 de octubre de 1938
II. 26 de octubre de 1938
III. 2 de noviembre de 1938
IV. 9 de noviembre de 1938
V. 16 de noviembre de 1938
VI. 30 de noviembre de 1938
VII. 7 de diciembre de 1938
TRIMESTRE DE INVIERNO DE 1939
I. 18 de enero de 1939
II. 25 de enero de 1939
III. 1 de febrero de 1939
IV. 8 de febrero de 1939
V. 15 de febrero de 1939
Apéndice. El canto de la noche
Referencias a Así habló Zaratustra
Índice analítico
Notas
Apocrypha = The Apocryphal New Testament, ed. de M. R. James, Oxford, 1924.
B. S. = Bollingen Series.
BG&E = Friedrich Nietzsche, Beyond Good and Evil: Prelude to a Philosophy of the Future, trad. de Walter Kaufmann, Nueva York, 1966.
CN = F. Nietzsche, Correspondencia, 6 vols., ed. dirigida por Luis Enrique de Santiago Guervós, Trotta, Madrid, 2005-2012. Se indica volumen, seguido de número de carta y página.
Daybreak = F. Nietzsche, Daybreak: Thoughts on the Prejudices of Morality, trad. de R. J. Hollingdale, Cambridge/Nueva York, 1982.
Dream Sem. = C. G. Jung: Dream Analysis. Notes of the Seminar Given in 1928-1930, ed. de W. McGuire, Princeton (B. S. XCIX), 1984.
FP = F. Nietzsche, Fragmentos póstumos, 4 vols., ed. dirigida por Diego Sánchez Meca, Tecnos, Madrid, 2006-2010.
Freeman* = Ancilla to the Pre-Socratic Philosophers, ed. de Kathleen Freeman, Oxford, 1948.
Gay Science = F. Nietzsche, The Gay Science, trad. de W. Kaufmann, Nueva York/Toronto, 1974. [Se cita por OCN].
Genealogy = F. Nietzsche, The Birth of Tragedy and the Genealogy of Morals, trad. de Francis Goffing, Nueva York, 1956.
Hollingdale* = F. Nietzsche, Thus Spoke Zarathustra: A Book for Everyone and No One, ed. de R. J. Hollingdale, Harmondsworth, Middlesex, 1961.
Hume* = The Thirteen Principal Upanishads, ed. de Robert Ernest Hume, Oxford/Nueva York/Londres, 2.ª ed. rev., 1975.
I Ching = The I Ching, or Book of Changes, trad. de Richard Wilhelm vertida al inglés por Cary F. Baynes, 3.ª ed., Princeton (B. S. XIX)/Londres, 1967.
Kaufmann* = The Portable Nietzsche, ed. y trad. de W. Kaufmann, Nueva York/Canadá, 1954.
Letters = C. G. Jung, Letters, 2 vols., ed. de Gerhard Adler en colaboración con Aniela Jaffé y trad. del alemán por R. F. C. Hull, Princeton (B. S. XCV)/ Londres, 1973, 1975.
Letters/Middleton = Selected Letters of Friedrich Nietzsche, ed. y trad. de Christopher Middleton, Chicago, 1961.
MDR = Memories, Dreams, Reflections by C. G. Jung, recop. y ed. de A. Jaffé, trad. de Richard y Clara Winston, Nueva York/Londres, 1957. (Como las ediciones tienen una paginación distinta, se cita por doble página) [ed. esp.: Recuerdos, sueños, pensamientos, trad. M.ª R. Borrás, Seix Barral, Barcelona, 2002].
Mead* = G. R. S. Mead, Fragments of a Faith Forgotten, New Hyde Park, Nueva York, s. a.
N/Complete = The Complete Works of Friedrich Nietzsche, ed. de Oscar Levy, Edimburgo/Londres, 1915.
N/Letters/Fuss = Nietzsche: A Self-Portrait from His Letters, ed. y trad. de Peter Fuss y Henry Shapiro, Cambridge, Mass., 1971.
N/Letters/Levy = Selected Letters of Friedrich Nietzsche, ed. de O. Levy, trad. de Anthony M. Ludovici, Nueva York/Toronto, 1921.
N/Life = Elizabeth Förster-Nietzsche, The Life of Nietzsche, 2 vols., Nueva York, 1912.
N/Works = The Philosophy of Nietzsche, Nueva York, s. a. (Esta antología incluye la traducción de Zaratustra de Thomas Common usada por el seminario, junto a la introducción de Elizabeth Förster-Nietzsche).
OC = C. G. Jung, Obra completa, 19 vols., Trotta, Madrid, 1999-2016.
OCN = F. Nietzsche, Obras completas, 4 vols., ed. dirigida por Diego Sánchez Meca, Tecnos, Madrid, 2011-2016.
Tibetan = The Tibetan Book of the Dead, comp. y ed. de W. Y. Evans-Wentz, con un comentario psicológico de C. G. Jung, Londres/Oxford/Nueva York, 1960.
Twilight = F. Nietzsche, Twilight of the Idols; The Anti-Christ, ed. de R. J. Hollingdale, Harmondsworth, Middlesex, 1968.
Untimely Meditations = F. Nietzsche, Untimely Meditations, trad. de R. J. Hollingdale, Cambridge/Nueva York, 1983.
WP = Friedrich Nietzsche, The Will to Power, ed. de W. Kaufmann, trad. de W. Kaufmann y R. J. Hollingdale, Nueva York, 1968.
Zimmer/Myths = Heinrich Zimmer, Myths and Symbols in Indian Art and Civilization, ed. de Joseph Campbell, Princeton (B. S. XXVI), 1951.
Zimmer/Philosophies = H. Zimmer, Philosophies of India, ed. de J. Campbell, Princeton (B. S. XXVI), 1951.
Dr. Jung: Tenemos una pregunta del señor Allemann: «En el último seminario usted dijo que, de acuerdo con la psicología analítica, Jesús se equivocó al no saltar cuando el tentador le puso sobre el pináculo del templo y, de ese modo, al no entrar en contacto con la tierra. ¿Acaso esa opinión tiene en cuenta el hecho de que Jesús rechazó de manera deliberada y consciente ‘este mundo’ y dijo que ‘su reino no era de este mundo’? ¿Habría abandonado su propio camino si hubiera aceptado la sugerencia del tentador? ¿No hubiera sido esto también una equivocación desde el punto de vista de la psicología analítica?».
En realidad, todo depende del aspecto de Jesús que comentemos. Ese es el problema. Todos sabemos que Jesús es una figura simbólica que no podemos evitar confundir con la psicología propia de uno. Si lo consideramos una figura histórica, no hubiera podido actuar de manera diferente. Debía ser él mismo, de ahí que rechazara el mundo y la carne. Hubiera sido un error tirarse del pináculo del templo. Hubiera sido una tontería porque es evidente que quien es tentado por el diablo a hacer algo así será aplastado: el diablo solo hace promesas para destruirnos. Pero si hablamos de Jesús como una figura simbólica, como un dios o un símbolo de verdadera importancia, la situación es diferente porque el diablo es parte del juego y el mundo no puede quedar excluido. Sabemos que no se trata de excluir el mundo, lo que por otra parte no es posible. Incluso las personas que predican la exclusión del mundo, la supresión de la carne y cosas por el estilo no son capaces de hacerlo. Es una mentira, una ilusión. Esa clase de solución no funciona; ya no creemos en ella. Por eso la idea o figura de un salvador debe hacer referencia a algo o alguien que está familiarizado con la vida de la tierra y acepta la vida de la tierra. Un joven que aún no ha vivido y experimentado el mundo, que ni siquiera se ha casado o ejercido una profesión, no puede ser un modelo de cómo vivir. Si todos los hombres tuvieran que imitar a Cristo deambulando y hablando con sensatez y sin hacer nada, buscando a veces un burro en alguna parte para dar un paseo, no funcionaría. Hoy esa clase de gente termina en el manicomio. Es imposible que una figura así sea un modelo o una solución o respuesta. Enseguida llegaremos a un pasaje en el que Nietzsche afirma que Jesús murió demasiado pronto, cuando todavía era un hombre joven sin experiencia de la vida. Por tanto, para nosotros es un símbolo. Y, en la medida en que se supone que Jesús es la llave, la auténtica clavis hermetica, con la que se abren las puertas de los grandes problemas y secretos, el mundo y el diablo no pueden quedar excluidos. Nada puede quedar excluido. Entonces debemos preguntar al símbolo Jesús: «Ahora bien, ¿no sería mejor si nos tiráramos, si examináramos una vez la tierra y descubriéramos lo que el diablo pretende al desempeñar un papel tan divertido? ¿No hay algo demasiado razonable en lo que propone? ¿Tal vez deberíamos estar más cerca de la tierra y menos en el aire?». Evidentemente, no se trata ahora del Jesús histórico. Hablar con Jesús de ese modo significaría que seguramente ya no somos cristianos, sino filósofos que discuten con Cristo. En el momento en que Cristo se convierte en un símbolo real, soy un filósofo y el cristianismo ha tocado a su fin. En el cristianismo, Cristo es una entidad con sustancia, sobre todo una figura histórica, y luego una figura dogmática. Es una tercera parte de Dios y no puede decirse nada sobre él.
Sra. Sigg: No sé si podemos estar demasiado seguros de que lo que el evangelista relata sea cierto. Podrían haber omitido algo de la vida real de Cristo.
Dr. Jung: ¿Y cómo podemos juzgarlo? No sabemos si el relato es fiable porque no podemos comprobarlo. La única fuente que existe es el relato evangélico y no tenemos un medio de comparación, por lo que no podemos decir si es históricamente satisfactorio o no.
Sra. Sigg: No podemos saber con seguridad si no examinó la tierra de algún modo. Queda espacio para un poco de esperanza.
Dr. Jung: No sabemos nada, aunque su doctrina no indica eso. Lo único que sabemos es que ha sido bautizado por Juan y nada más, excepto la escena en el templo cuando era un muchacho.
Sr. Allemann: ¿No es curioso que los fundadores de las dos grandes religiones rechazaran el mundo? Buda hizo lo mismo.
Dr. Jung: En efecto. Es asombroso, pero Buda no lo rechaza en la misma medida. Lo acepta más al reconocer la necesidad de un desarrollo prolongado. La actitud cristiana es mucho más resentida. Niega el mundo como pecaminoso, mientras que la actitud budista lo es menos. Por supuesto, la actitud final de Buda es negativa, aunque se conforma en mayor medida al mundo al aceptarlo como una ilusión.
Srta. Wolff: La vida de Buda empezó cuando la de Cristo terminó. Tenía treinta años y había estado en el mundo. Se había casado y había tenido incluso un hijo y su doctrina consistía en que el hombre debe vivir primero y solo en la segunda mitad de la vida le está permitido «retirarse».
Sra. Crowley: ¿Podemos afirmar desde el punto de vista psicológico que la idea del eremita, la idea de permanecer aislado o negar el mundo, es proyectada para hallar el mundo en el interior, esto es, como individuación? ¿No es ese el auténtico propósito interior de rechazar el mundo?
Dr. Jung: Pero es evidente en el budismo, no en el cristianismo.
Sra. Crowley: Quiero decir desde el ángulo de Cristo y no como el cristianismo enseñaría más tarde. En su propia actitud rechazaba el mundo tal como era entonces. Rechazaba la realidad literal.
Dr. Jung: Si se refiere al Jesús histórico, es cierto.
Sra. Crowley: Sí, pues hablamos del Buda histórico.
Dr. Jung: Pero la vida de Buda es mucho más histórica, y no un drama. Buda vivió una vida humana. No culminó a los treinta y tres años, sino que vivió hasta ser un anciano. Lo que sin duda supone una diferencia.
Prof. Fierz: En la primera parte del Evangelio, Jesús espera al Mesías sin saber si él es el Mesías. Cuando los discípulos le preguntan, les prohíbe hacer esa pregunta y les manda a proclamar la venida del Mesías. Pero no viene y parece como si Jesús hubiera cambiado de opinión y decidido no esperar a un rey de este mundo sino de otro mundo. Se produce un cambio en su enseñanza. Cuando no sucede nada, vuelve en sí. Es posible que el último evangelio sea el resultado de la decepción, una desilusión. Se derrumba y muere. Creo que hay mucho que decir al respecto, excepto en san Juan.
Dr. Jung: Hay varios lugares en el Evangelio donde podemos ver la decepción, pero los evangelios sinópticos contienen en buena parte la verdad histórica sobre Jesús, mientras que el evangelio de san Juan es completamente filosófico. Ahí Jesús es un símbolo. Obviamente, lo que obtenemos es un retrato completamente diferente de Cristo, que ahí realmente es Dios, no humano.
Ahora continuemos con el próximo capítulo, «Del hijo y del matrimonio». En este capítulo encontramos la historia de la serpiente que mordió a Zaratustra. Seguramente recordarán que ese rencontre entre Zaratustra y la serpiente significa que Zaratustra, siendo más o menos el Logos, solo un pensamiento, se había unido a la serpiente; o que la serpiente, que representa los centros nerviosos inferiores, el mundo instintivo, se había unido a él. La serpiente representa el cuerpo y con él aparece un elemento de instintividad. Naturalmente, Zaratustra resulta idéntico a Nietzsche, no se diferencia nunca con exactitud, de modo que cada figura en Así habló Zaratustra es en cierto sentido Nietzsche. No hay discriminación psicológica: no es una obra analítica. Zaratustra es una creación inconsciente de la que Nietzsche es tanto la víctima como el autor. Por ello, cuando la serpiente muerde a Zaratustra, Nietzsche es mordido. Para Zaratustra, no resulta peligroso porque él también es la serpiente, pero Nietzsche es humano y, supuestamente, es envenenado. Podemos estar seguros de que lo que la serpiente saca de las profundidades de su mundo oscuro son cosas de este mundo. Así que no resulta sorprendente que el capítulo siguiente esté relacionado con un problema que debe haberle resultado muy cercano a Nietzsche, aunque no a Zaratustra. ¿Por qué Zaratustra debería hablar sobre el hijo y el matrimonio? No contrae matrimonio y no tiene ninguna relación con niños. Más bien es el problema de Nietzsche, un problema muy negativo. En el caso de Nietzsche hay siempre problemas. Que la serpiente aparezca para morder a Zaratustra significa que Nietzsche se acuerda de la cuestión de su posible matrimonio, una posible familia, etc. Así empieza el capítulo:
Tengo una pregunta únicamente para ti, hermano mío:…
Es como si la serpiente le hablara a Nietzsche.
lanzo esta pregunta como una sonda en tu alma, para saber cómo de profunda es.
Eres joven y quieres para ti hijo y matrimonio. Pero yo te pregunto: ¿eres un hombre al que le esté permitido desear un hijo?
Ya saben que estaba infectado, lo que suponía un gran problema para él. Su relación con las mujeres era, además, escasa. No sabía cómo acercarse a ellas. Se mostraba terriblemente torpe e imprudente cuando se trataba de mujeres.
¿Eres tú el victorioso, el que se domina a sí mismo, el soberano de los sentidos, el señor de tus virtudes? Así te pregunto.
¿O a través de tu deseo hablan el animal y la necesidad? ¿O la soledad? ¿O la discordia contigo mismo?
Es un examen. La serpiente le pone a prueba para que conozca los posibles motivos a favor o en contra.
Yo quiero que tu victoria y tu libertad anhelen un hijo. Debes construir monumentos vivientes a tu victoria y a tu liberación.
Debes construir más allá de ti mismo. Pero primero has de construirte a ti mismo, cuadrado en cuerpo y alma.
¡No solo debes enraizarte, sino también crecer hacia arriba! ¡Que para ello te sirva el jardín del matrimonio!
Vemos la peculiar psicología de soltero de Nietzsche, así como su intento por convertir el difícil y espinoso problema del matrimonio en algo más aceptable para él mismo, por ejemplo, contaminándolo con la filosofía. Así que lo embellece. Es capaz de aceptar la filosofía, pero si el matrimonio pudiera estar vinculado a ella y albergar un propósito filosófico y constituir una técnica o un modo de crear un cuerpo más elevado, entonces también sería capaz de aceptarlo.
Debes crear un cuerpo más elevado, un primer movimiento, una rueda que se mueve por sí misma, — debes crear un creador.
Entonces el matrimonio parecería prometedor. De lo contrario, no puede alcanzarse.
Matrimonio: así llamo yo a la voluntad de crear, a partir de dos, uno que sea más que quienes lo crearon.
Podemos considerarlo con esa definición.
Yo llamo matrimonio a la reverencia recíproca de quienes quieren con esa misma voluntad.
Que ese sea el sentido y la verdad de tu matrimonio. Pero eso que los demasiados llaman matrimonio, esos superfluos, — ay, ¿cómo llamo yo a eso?
¡Ay, esa pobreza de las almas en pareja! ¡Ay, esa suciedad de las almas en pareja! ¡Ay, ese lamentable deleite en pareja!
A todo eso lo llaman matrimonio; y dicen que sus matrimonios han sido contraídos en el cielo.
Ya ven que para hacer algo del matrimonio no solo debemos asumir que [los matrimonios] han sido contraídos en el cielo, sino que debemos considerarlo un asunto filosófico. Hay que decir algo a favor del matrimonio para poder abordarlo. Ahora bien, su idea es que el matrimonio debe proporcionar un cuerpo más elevado, el nacimiento de un primer movimiento. ¿A qué se refiere esa rueda que se mueve por sí misma espontáneamente?
Sra. Crowley: Diría que se refería al sí-mismo.
Dr. Jung: Así es. Lo que quiere decir con «matrimonio» es que los dos se juntan y crean un superhombre, tal vez, en la forma de un hijo. No obstante, en realidad no lo hará porque el resultado podría ser un hijo demasiado corriente para comenzar, y la empresa del superhombre llegaría mucho después, si es que llegaba. Ni siquiera Nietzsche pudo imaginarse que, si se hubiera casado con Lou Salomé, habrían creado juntos algo más que un niño corriente y tal vez un poco más patológico que otros.
Sra. Sigg: La verdad es que, mientras que Nietzsche escribía ese capítulo, su hermana se esforzaba por deteriorar la imagen de Lou Salomé. Y escribe: «Mi hermana trata a Lou como un gusano venenoso». Le hizo una proposición de matrimonio a Lou, pero era una oferta demasiado pobre, y después de un tiempo empezó a sospechar que la salud de ella no resultaba demasiado satisfactoria.
Dr. Jung: Yo la conocí y puedo confirmar que estaba perfectamente sana y fuerte.
Sra. Sigg: Pero no tuvo hijos más adelante. Nietzsche dijo: «Creo que la señorita Lou no vivirá muchos años»1.
Dr. Jung: Él no habría vivido. Él se habría rendido. Como es obvio, Nietzsche relaciona con el matrimonio una idea filosófica de la individuación que no tiene ninguna relación con él. Probablemente, al no sacarse esa idea de su cabeza, no pudo seguir. Habría sido un tremendo error porque no hubiera recibido la aprobación del hombre biológico ordinario. La verdad es que dudaba de si su idea era sólida. De hecho, proyecta la otra posibilidad en todos los «demasiados» que también se casan y, por cierto, como animales. Por supuesto, no llegaría a hacerlo, pero la sospecha de que el matrimonio puede ser algo que también lleva a cabo la gente ordinaria acecha en alguna parte. Desprecia sus matrimonios y trata de defenderse contra ese fracaso del ideal. Pero si se hubiera casado, habría sido en gran medida lo mismo, cosa que habría descubierto enseguida. Habría descubierto también que en realidad despreciaba el matrimonio. Pero no es así.
Pues bien, ¡no me gusta ese cielo de los superfluos! No, no me gusta ese nido celestial de animales sinuosos.
¡Que también permanezca lejos ese Dios que viene cojeando para bendecir algo que él nunca unió!
¡No os riais de semejantes matrimonios!
¡Mejor que no!
¿Qué hijo no tendría motivos para llorar por sus padres?
Digno me pareció ese hombre y maduro para el sentido de la tierra: pero cuando vi a su mujer, la tierra me pareció una casa de locos.
Sí, yo quisiera que la tierra temblase en convulsiones cuando un santo y una gansa se aparean.
Es exactamente lo que hacen y está bien. Se trata de la profunda sabiduría de la naturaleza por la cual, donde hay un santo, hay también una gansa que lo espera y seguramente se aparean. Es la necesaria ley de la compensación: lo de arriba debe bajar y lo de abajo debe subir. Así que ese maravilloso santo, o lo que fuera, tenía un ánima que era una gansa.
Este se marchó como un héroe en busca de verdades y finalmente trajo como botín una pequeña mentira engalanada. Y lo llamó su matrimonio.
En los ditirambos dionisiacos al final de Zaratustra hay uno muy interesante sobre Dudu y Zuleika que aparentemente no eran más que pequeñas mentiras engalanadas2.
Otro era esquivo en el trato y seleccionaba con mucho cuidado. Pero su compañía se echó a perder de una sola vez: matrimonio lo llama.
Otro buscaba una criada con las virtudes de un ángel. Pero de una vez él se convirtió en la criada de una mujer y ahora sería necesario que, además, se convirtiera en ángel.
Todos los compradores me parecieron cautos y todos tienen ojos astutos. Pero incluso el más astuto se compra su mujer a ciegas.
Así debe ser. Es algo muy sabio porque, si una mujer pudiera ver lo que es un hombre, y un hombre pudiera ver lo que es una mujer, no se casarían nunca o solo lo harían con las restricciones más extremas. Apenas tendríamos contacto con otros seres humanos si nos conociéramos mejor a nosotros o si los conociéramos mejor a ellos.
Muchas cortas tonterías — esto es para vosotros el amor. Y vuestro matrimonio termina muchas cortas tonterías con una larga estupidez.
O, como en el caso de Nietzsche, con la ausencia de toda relación.
Vuestro amor por la mujer y el amor de la mujer por el hombre: ¡ay, ojalá fuera compasión por dioses sufrientes y escondidos!
Parece demasiado profundo. Muchos han especulado sobre lo que podrían ser los dioses sufrientes y escondidos. ¿Qué creen ustedes? ¿Quiénes son?
Sra. Jung: Los sí-mismos de la gente.
Dr. Jung: Efectivamente. Los dioses en ellos, los sí-mismos en ellos, son los dioses sufrientes y escondidos. Nietzsche une esos problemas al problema práctico de la vida, el matrimonio. Si implica una filosofía, o tiene lugar otra mezcla poco práctica, el problema se vuelve casi imposible y es que no podemos abordar un gran problema yendo al Standesamt [registro], en cuyo libro firmamos que estamos casados con el propósito, por ejemplo, de redimir a los dioses sufrientes y escondidos. Somos el señor y la señora Tal y Tal y, si decimos a la gente que somos dioses sufrientes y escondidos, nos mandarán al manicomio. Si confundimos esas dos cosas, la vida humana ordinaria no puede manejarse en la práctica. Considerando que mucha gente lo confunde con un problema filosófico, un simple tema como el matrimonio resulta incómodo. Suponen por naturaleza que se casarán con tal hombre o tal mujer con la que escalarán el cielo, pero con esa idea no se casarán nunca o, si no, cometerán un terrible error. Sin embargo, la idea de que el matrimonio existe para mejorar mutuamente es peor: así se convierte en una especie de aula donde uno es educado. O cualquier otro ideal. No tenemos por qué hacerlo. El matrimonio es algo muy diferente. Es una proposición demasiado práctica y solemne que hemos de contemplar con solemnidad y cuidado. Entonces, no debemos temer a los animales, algo que Nietzsche excluye cuidadosamente. En el primer caso, a pesar de lo que los idealistas dicen sobre él, el matrimonio sería algo que los animales también llevan a cabo. Hace falta un gran esfuerzo y sufrimiento para que se den cuenta de que hay algo más allá de él. Cuanto más exalte la gente el matrimonio, menos se casará. Así procurarán no perturbar la armonía de su conversación.
Pero casi siempre dos animales se adivinan mutuamente.
Lo que no está tan mal.
Pero incluso vuestro mejor amor es solo un símbolo extático y un anhelo dolorido. Es una antorcha que ha de iluminaros caminos más elevados.
¡Algún día habréis de amar más allá de vosotros! ¡Así que aprended primero a amar! Y para ello tenéis que beber el cáliz amargo de vuestro amor.
Hay amargura en el cáliz del mejor amor: ¡por eso produce nostalgia del superhombre, por eso te provoca sed a ti, creador!
Sed del creador, flecha y nostalgia del superhombre: dime, hermano mío, ¿tal es tu voluntad de matrimonio?
Santos son para mí semejante voluntad y semejante matrimonio. —
Así habló Zaratustra.
Lo triste es que semejante matrimonio no tiene lugar. Como se han dicho cosas tremendas, no podemos casarnos. Sin embargo, lo más triste es comparar el destino de Nietzsche con su maravillosa doctrina: la diferencia es demasiado grande. Ahora bien, el capítulo sobre el hijo y el matrimonio es un capítulo esperanzador, un gran esfuerzo por la vida y la continuación de la vida. Pero ahora llegamos a un capítulo que se titula «De la muerte libre». ¿Cómo se explican ese giro repentino? Después de un capítulo sobre el hijo y el matrimonio, ¿por qué terminar en un capítulo sobre la muerte libre?
Sra. Stutz: A veces resulta más fácil morir que vivir nuestra vida.
Dr. Jung: ¿En qué condiciones considera la muerte más fácil que la vida?
Sra. Stutz: Cuando no podemos comprometernos con los deberes de la vida.
Srta. Hannah: Prefiere morir que perder sus elevadas ilusiones. Si hubiera intentado vivir, las habría aplastado.
Dr. Jung: Entonces imaginen que conocen a alguien que pronuncia un gran discurso sobre el aspecto idealista del matrimonio y los hijos y de repente comienza a hablar sobre el suicidio. ¿Qué pensarían?
Sra. Crowley: Que no estaba convencido.
Dr. Jung: Que no estaba convencido de su propio mensaje, que algo debía ir mal. De ahí que se haya confesado de ese modo. Tiene ideas maravillosas sobre el matrimonio y su significado, meta, etc., pero está tan seguro de que no pueden realizarse que prefiere morir. Ya ven que lo primero es una exageración y lo otro también. Convierte el matrimonio en algo tan raro y maravilloso que no puede ocurrir, por lo que decide que, si un matrimonio tan maravilloso no es posible, debe escoger la muerte. Se trata de la enantiodromia por la que llega a ese capítulo.
Sra. Crowley: ¿Podría ser que en el capítulo anterior, «Del hijo y del matrimonio», Zaratustra fuera el que predicaba, y que se refiriera no solo a un matrimonio psíquico, sino al matrimonio simbólico de la alquimia que emplea como un símbolo?
Dr. Jung: Exacto. Se identifica con el punto de vista de Zaratustra y algo así no puede controlarse.
Sra. Sigg: Lo cierto es que entre los nueve hermanos y hermanas en la familia de Nietzsche cinco seguían solteros. Lo que significa algo.
Dr. Jung: ¡Por supuesto!
Sra. Jung: Creo que deberíamos considerar también un significado muy básico: que aconseja a la gente que sea más consciente y responsable acerca del matrimonio, que es en realidad lo que se predica ahora en Alemania: una mejora de la Rasse [raza]. Deben elegir con más cuidado y no se les permite casarse sin un certificado. Creo que en muchos otros lugares sería también interesante comprobar que las cosas han sucedido tal como dijo Nietzsche, aunque más objetivamente y no tan espiritualmente como lo predica.
Dr. Jung: Con la diferencia de que en Alemania es una cuestión higiénica, mientras que con Nietzsche es más espiritual.
Sra. Stutz: Creo que puede apreciarse bien en Goethe, que se casó con una mujer sencilla.
Dr. Jung: Lo que era demasiado contradictorio y por eso el resultado no fue muy alentador.
Srta. Wolff: ¡Como el santo y la gansa!
Dr. Jung: Sí. Pero creo que pasaremos enseguida esos capítulos porque no resultan demasiado interesantes.
Muchos mueren demasiado tarde y algunos mueren demasiado pronto. Aún suena extraña la doctrina que dice: «¡muere a su debido tiempo!».
Muere a su debido tiempo: así predica Zaratustra.
Sin duda, quien no vive a su debido tiempo, ¿cómo podría morir a su debido tiempo? ¡Ojalá nunca hubiera nacido! — Esto es lo que aconsejo a los superfluos.
Pero también los superfluos hacen algo importante cuando mueren, e incluso la nuez más vacía quiere ser cascada.
Todos piensan que morir es algo importante: pero la muerte no es aún una fiesta. Todavía no han aprendido los hombres cómo se santifican las fiestas más hermosas.
Yo os muestro la muerte consumadora, que es para los vivos un aguijón y una promesa.
El consumador muere su muerte victoriosamente, rodeado de seres esperanzados y prometedores.
Así se debería aprender a morir; ¡y no debería haber una fiesta donde aquel que muere no santifique los juramentos de los vivos!
Lo mejor es morir de este modo; pero lo segundo mejor es: morir en combate y derrochar así un alma grande.
Pero, igual que al combatiente, al victorioso le resulta detestable vuestra muerte ridícula, que se acerca como un ladrón — aunque llega como un señor.
Yo os elogio mi muerte, la muerte libre que viene a mí porque yo quiero.
¿Qué impresión les produce esa doctrina? ¿Qué es lo llamativo en ella?
Srta. Wolff: Es similar a la realización de un deseo. Es como si tuviera la intuición de que su propia muerte no es así, de que su muerte no llega cuando lo elige.
Dr. Jung: Es como una superstición, o casi una convicción, de que era el único que moriría cuando quisiera, aunque en realidad era el único que no murió cuando quiso. En realidad murió antes que su cuerpo.
Sra. Sigg: Siendo joven, Nietzsche creyó durante mucho tiempo que moriría de la misma enfermedad y a la misma edad que su padre. Creo que se encontraba muy enfermo a los treinta y seis años y estaba convencido de que iba a morir y de que padecería una enfermedad cerebral3.
Dr. Jung: Por lo que hace que la muerte sea más complicada, igual que hizo antes con la vida: vincula o contamina la muerte, un fenómeno natural, con una filosofía. El flujo natural de los acontecimientos que es y debería ser la vida incluye la muerte; la muerte es también un fenómeno natural que fluye. Sin embargo, la transforma en una tarea, prácticamente una decisión. Afirma que va a morir cuando quiera, igual que va a casarse cuando lo crea mejor, sin tomarlo como un acontecimiento que sobreviene como la voluntad de Dios que no es su propia voluntad. Uno solo puede integrarse en el flujo de los acontecimientos cuando los acepta, no cuando los crea. He aquí de nuevo la identificación con el arquetipo. El arquetipo prescribe lo que debería ser y Nietzsche lo secunda. Su inflación crea su convicción, de modo que su idea es que nos casamos bajo tales y cuales condiciones y creamos tal y tal cosa a partir de ello, del mismo modo que elegimos la clase correcta de muerte en el momento correcto, la muerte que queremos y con el significado que queremos. Como ven, todo eso viola el flujo de los acontecimientos que no puede aceptar, de tal modo que incluso morir resulta incómodo y complicado. Las personas así ya no pueden morir por naturaleza. Es como si tuviéramos que tragar con cierta clase de solemnidad; no podríamos luego tragar en absoluto. Las funciones más simples se vuelven completamente imposibles si andamos sobre zancos: ni siquiera podemos morir. «¿Y cuándo querré?». Pero no hay elección. No puede preguntarse a sí mismo cuándo querrá o cuándo va a casarse.
Prof. Fierz: Habla sobre su heredero, aunque no lo tuvo nunca.
Dr. Jung: Sí. Dice:
¿Y cuándo querré? — Quien tiene una meta y un heredero, quiere su muerte a su debido tiempo para su meta y para su heredero.
Y, por reverencia a la meta y al heredero, ya no colgará coronas marchitas en el santuario de la vida.
En verdad, no quiero parecerme a los cordeleros: tensan sus cuerdas a lo largo y, al hacerlo, ellos mismos retroceden.
Lo que resulta trágico si recordamos cómo murió.
Algunos se hacen demasiado viejos para sus verdades y sus metas; una boca sin dientes ya no tiene el derecho a cualquier verdad.
Y todo aquel que quiera alcanzar la gloria, tiene que despedirse a su tiempo de la honra y practicar el difícil arte de — irse a su debido tiempo.
Hay que poner fin al dejarse comer cuando mejor sabor tiene uno: esto lo saben quienes quieren ser amados durante mucho tiempo.
Sin duda hay manzanas ácidas, cuyo destino quiere esperar hasta el último día del otoño: entonces se vuelven, al mismo tiempo, maduras, amarillas y arrugadas.
A otros lo primero que les envejece es el corazón, y a otros el espíritu. Y unos son ya ancianos en la juventud: pero una juventud tardía mantiene joven por mucho tiempo.
A algunos la vida les sale mal: un gusano venenoso les devora el corazón. Así que ojalá quiera este ver que la muerte le conviene con más motivo.
Algunos nunca se vuelven dulces, sino que ya en verano están podridos. Es la cobardía lo que los mantiene en su rama.
Demasiados son los que viven y demasiado tiempo penden en sus ramas. ¡Ojalá venga una tormenta que sacuda del árbol a todos estos podridos y comidos por los gusanos!
¡Ojalá viniesen los predicadores de la muerte rápida! ¡Estos serían las verdaderas tormentas y los agitadores de los árboles de la vida! Pero solo escucho predicar la muerte lenta y la paciencia con todo lo «terrenal».
Ay, ¿predicáis paciencia con lo terrenal? ¡Es lo terrenal lo que tiene demasiada paciencia con vosotros, hocicos viciosos!
En verdad, demasiado pronto murió aquel hebreo a quien honran los predicadores de la muerte lenta: y para muchos es, desde entonces, una fatalidad que muriera demasiado pronto.
Se trata del pasaje que comentaba antes:
El hebreo Jesús solo pudo conocer las lágrimas y la melancolía de los hebreos, junto con el odio de los buenos y los justos: así es como le vino la nostalgia de la muerte.
¡Ojalá hubiera permanecido en el desierto, lejos de los buenos y los justos! ¡Quizá entonces hubiera aprendido a vivir, y a amar la tierra — y a reír también!
¡Creedme, hermanos míos! Murió demasiado pronto; ¡él mismo se hubiera retractado de su propia doctrina si hubiese alcanzado mi edad! ¡Era lo bastante noble como para retractarse!
Hay un famoso libro de George Moore, El arroyo Kerith, en el que Cristo sigue vivo4. Se trata de un libro sumamente flojo —prácticamente nos desesperamos antes de encontrar algo sustancial—, pero contiene una idea sólida. Narra que José de Arimatea bajó a Cristo de la cruz y lo metió en la tumba, y que algunos de los discípulos abrieron la tumba y descubrieron que Cristo seguía vivo. Así que lo llevaron de vuelta donde José, donde se recuperó y volvió a ser un pastor como antes: pastoreaba el rebaño de José. Luego apareció un fanático y exaltado al que llamaban Pablo, un discípulo de Jesús que acabó crucificado. Le dijeron que lo sabían todo sobre Jesús —fue salvado, está aquí y puedes verlo— y luego produjeron a Jesús a partir de la crucifixión con los clavos en sus manos y pies. No obstante, Pablo no se lo creyó porque su Jesús dijo que era el hijo de Dios, mientras que este Jesús consideraba que eso era un error.
Por eso, el hecho de que Nietzsche observe que Cristo murió demasiado pronto es solo una idea general. En realidad, necesitamos preguntar: «¿Qué es lo que habría enseñado Jesús si hubiera sido un hombre casado, por ejemplo, con ocho hijos? ¿Cómo habría abordado algunas situaciones de la vida que solo se dan cuando estamos en la vida, cuando la compartimos?». Por supuesto, estaba en su propia vida, pero era una vida muy parcial: en realidad no estaba en la vida como la conocemos. Puede que fuera un buen maestro en la medida en que estamos destinados a vivir su vida, la vida de un vagabundo filosófico con el propósito idealista de enseñar una nueva verdad salvífica que no reconoce otra responsabilidad. Todos sabemos que no tenía profesión ni relaciones humanas que considerara válidas. Se apartó de su familia, era el señor de sus discípulos y estos tenían que seguirle, mientras que él no tenía que seguir a nadie, no tenía obligaciones. Es una situación extremadamente simple, diríamos, trágicamente simple, que resulta tan rara que no podemos asumir que la doctrina que proviene de una vida así sea posible o aplicable a una clase de vida completamente diferente. Por ello, podemos preguntarnos libremente por lo que habría sucedido si Cristo hubiera adoptado una posición responsable. ¿La habría desechado? ¿Cómo se habría comportado si hubiera tenido que ganar dinero en lugar de pescar un pez con un statēr en su boca, o si hubiera tenido que desenganchar un asno en algún lugar en el caso de que necesitara montar en él? Resulta demasiado simple. Tampoco podemos vivir de la limosna de los demás; es como ir a contracorriente. Por eso, en todos los aspectos somos completamente diferentes de un hombre con semejante actitud. No creemos que la vida de la tierra llegue enseguida a su fin, que el reino de Dios llegue y que las legiones de ángeles caigan sobre la tierra de modo que su poder llegue a su fin. Por otra parte, tenemos una idea de la vida completamente diferente en muchos otros aspectos. De ahí proviene la idea de Nietzsche: ¿qué habría sucedido si Cristo hubiera tenido que ser responsable de tantos hijos, o si hubiera sido un empleado responsable en la administración de Roma o Palestina, o si hubiera nacido para ser un sacerdote responsable del credo tradicional, y cosas similares? Nietzsche expresa esa clase de sentimiento y, con ello, la necesidad de encontrar una llave mejor para abrir los problemas que considera incontestables.
Ahora bien, la verdadera esencia de ese capítulo se encuentra en el párrafo:
Libre para la muerte y libre en la muerte, un santo negador, cuando ya no es tiempo de decir «sí»: así entiende él de la muerte y la vida.
Se refiere a la libertad total incluso en relación con la muerte, pero la muerte es un acontecimiento que no se elige libremente, al menos no más que cualquier otro gran acontecimiento en la vida que simplemente sucede y debemos aceptar. Lo que Zaratustra dice parece una exageración tremenda a menos que consideremos que es Zaratustra quien lo dice. Un arquetipo ve la vida desde la perspectiva de Zaratustra: seguramente esa vida es un preparativo, y es que hay momentos adecuados en que elegimos que algo suceda, en que incluso los acontecimientos tienen un fin determinado. «En verdad, Zaratustra tenía una meta». Puede permitirse hablar de esa forma y tener una meta porque es el significado de la vida en sí, pero para un ser humano resulta una exageración que solo sirve para complicar las cosas hasta hacerlas imposibles. Hay otro tema en este capítulo que requiere una explicación:
En verdad, Zaratustra tenía una meta y lanzó su pelota: ahora sois vosotros, amigos, herederos de mi meta, y a vosotros os lanzo la pelota de oro.
¡Más que otra cosa quiero, amigos míos, veros lanzar la pelota de oro! Y por ello me demoro aún un poco en la tierra: ¡perdonádmelo!
Así habló Zaratustra.
¿Qué quiere decir con la pelota de oro?
Sra. Sigg: En un seminario anterior usted habló de una ceremonia —creo que era la ceremonia de la resurrección— en la que se empleaba la pelota en la iglesia.
Sra. Crowley: Le jeu de pelote.
Sra. Sigg: Pero puso el ejemplo de determinada ceremonia en una iglesia.
Dr. Jung: Así es. El entierro del Aleluya en Pascua. Se enterraba un trozo de tierra que probablemente significara el sol muerto, entonces enterrado y redivivo. Como Cristo murió el Viernes Santo, se trata del sol del año pasado, de modo que su resurrección tiene lugar el Domingo de Resurrección, que señala el retorno del sol. Pero podemos leer sobre el jeu de pelote en uno de los informes del seminario anterior. Allí di cuenta de ello5. Era un juego simbólico con un significado especial, y se jugaba en la iglesia. Consistía en un sistema de relación entre las figuras del capítulo, el obispo, los diáconos, etc. El modo en que se tiraban la pelota entre ellos indica un patrón: por lo general, jugaban de pie dentro de un círculo que estaba relacionado con la creación de un mándala donde el centro se mueve del uno al otro. El centro, la pelota que se mueve del uno al otro, sería también un dios, el dios entendido como una función de relación; se mueve rápidamente de un lado a otro dentro del círculo concentrando las miradas de todos. En conclusión, la pelota de oro puede ser como la rueda que se mueve por sí misma, otra analogía o paralelismo en Zaratustra, o como la estrella danzarina. Es un símbolo del sí-mismo. Por lo demás, el juego de pelota tiene una relación especial con los rumores despectivos sobre el asesinato ritual que supuestamente tenía lugar en los círculos gnósticos, así como entre los cristianos y los judíos. Se decía en la Antigüedad que jugaban al juego de pelota con un niño que se lanzaban entre ellos hasta que moría. El niño representaba el dios. Se trata tanto de un sacrificio del dios como de un sacrificio humano para renovar la vida del dios. Sería como ejecutar al dios del año pasado del mismo modo que ejecutaron a Cristo en lugar de a Barrabás, al que querían liberar como el dios del año futuro. Cristo fue condenado como el criminal que representa el dios del año pasado, de acuerdo con la antigua costumbre babilónica. Lo interesante es que Barrabás significa «hijo del padre», igual que Cristo era el hijo del Padre, por lo que es uno y el mismo: el dios en su ocaso y en su salida.
No obstante, no es más que la expresión del jeu de pelote, donde la pelota es un símbolo del sol. Es la pelota de oro, algo totalmente redondo que expresa el estado de perfección, el valor supremo, del oro. En el capítulo siguiente aparece ya con esa perspectiva. Hay la parte superior de oro de un bastón que Zaratustra recibe de sus discípulos, un sol o globo con una serpiente enroscada en él. Asimismo, el sol, el germen dorado, el Hiranyagarbha, tal como lo llaman en las Upaniṣads, es otro símbolo del sí-mismo. También lo han llamado el hijo dorado, la sustancia preciosa y perfecta, hecha o nacida del hombre, que sin duda es el oro alquímico y la redondez absoluta del ser platónico y la sphairos, el dios más dichoso de Empédocles6. Su sustancia se aprovecha o manipula en un círculo místico cuyo significado es que el círculo de las personas, donde hay una relación mística, se mantiene unido a través del germen del sol, la perfecta pelota de oro: el germen que se mueve entre ellos, en parte o principalmente movido por las propias personas, pero siguiendo un patrón preexistente. Es un retrato muy complicado y no podríamos explicar una imagen así de Zaratustra si no tuviéramos otros materiales para elucidar su particular simbolismo.
Se trata de la idea de que el sí-mismo no es idéntico a un individuo particular. Ningún individuo puede jactarse de tener el sí-mismo: solo el sí-mismo puede jactarse de tener muchos individuos. El sí-mismo es una unidad extraña en nuestra existencia, un centro de la personalidad, un centro de gravedad que no coincide con el yo. Es como si se tratara de algo exterior. Por otra parte, no se trata de este individuo, sino de una relación con los individuos. Se diría que el sí-mismo era lo único y, sin embargo, es los muchos. Tiene una existencia paradójica que no podemos definir o limitar con ninguna definición particular. Es un concepto metafísico. Sin embargo, tenemos que crear ese concepto para poder expresar el hecho psicológico de que uno puede sentirse como el sujeto y, también, como el objeto: a saber, puedo sentir que estoy haciendo esto y aquello y sentir que estoy hecho para hacerlo, que soy el instrumento para ello. Ese ímpetu en mí constituye la decisión. Entonces percibo un principio que no coincide con el yo. De ahí que la gente suela decir que en cierta medida puede hacer lo que quiera, aunque lo principal lo hace la voluntad de Dios. Así que Dios lo hace a través de ellos. Esa es la forma religiosa de confesar la cualidad del sí-mismo. Por eso, mi definición del sí-mismo es un centro impersonal, el centro del no-yo psíquico —de todo lo que en la psique no es yo— que se supone que se encuentra en todas partes en la gente. Podríamos llamarlo el centro de lo inconsciente colectivo, como si nuestra psique o psicología inconsciente estuviera centrada, igual que nuestra psique consciente está centrada en la consciencia del yo. La palabra consciencia es ya un término que expresa la asociación de los contenidos de un centro con el yo, y lo mismo sucede con lo inconsciente, aunque obviamente allí no está mi yo porque lo inconsciente es inconsciente: no está relacionado conmigo. En gran parte estoy relacionado con lo inconsciente porque lo inconsciente puede influir en mí todo el tiempo y, sin embargo, yo no puedo influir en lo inconsciente. Es igual que si yo fuera el objeto de una consciencia, como si alguien me conociera, pero yo no lo conociera a él. El centro, el otro orden de la consciencia que para mí es inconsciente, es el sí-mismo, y el sí-mismo no se limita a mí mismo, a mi yo: ignoro cuántas personas más puede incluir. Y este hecho psicológico peculiar de ser el mismo sí-mismo con los demás es expresado por la imagen de la pelota, la pelota con la que se juega siguiendo un patrón determinado dentro de un círculo determinado que simboliza las relaciones que van de un lado a otro.
Ahora bien, Zaratustra afirma que su meta está relacionada con la pelota. Su meta es poner en movimiento la pelota, es crear la rueda que se mueve por sí misma. Ha tirado la pelota entre sus hermanos o discípulos, lo que significa que educa o instiga al sí mismo y lo ha puesto en marcha. Como ven, hay una clara relación entre esa idea y la idea de la rueda en movimiento en la literatura budista; la doctrina de la ley es comparada con una rueda que se mueve, pero originariamente tal vez era la misma idea. Así como Zaratustra tira una pelota, Buda lleva una rueda entre los hombres y la pone en marcha, proceso que conduce finalmente a la idea budista de la condición más perfecta, la condición de la separación completa, el nirvana7. Otra característica del budismo es que considera que es un mérito espiritual representar semejante rueda, dibujarla. Tiene el valor espiritual de que contribuye a nuestra perfección. Naturalmente, un mándala podría ser una rueda así, aunque una vez más es un aspecto algo diferente. Allí puede verse que los mándalas representan los dioses. Teniendo en cuenta que un mándala es el trono del dios, el centro del mándala es la deidad. No obstante, una deidad no es más que una visión proyectada del sí-mismo. Así que el capítulo nos lleva en realidad a una idea profunda: a saber, que para Zaratustra, que es el arquetipo, la vida es un preparativo prestablecido, un sí y un no —podemos elegir—, el comienzo, el final y el camino. El significado principal de todo eso es similar a tirar la pelota entre un grupo de personas que están reunidas, que han sido elegidas por el destino o por la consciencia inconsciente para estar juntas y poder producir el juego de la pelota de oro. Me temo que todo esto resulta demasiado oscuro, pero, cuando se llega a la materia de lo inconsciente, las cosas se tornan oscuras porque solo somos parcialmente conscientes de ellas. Aunque estoy seguro de que esos símbolos se refieren a las cosas sumamente importantes. Como ven, esto ha sido expresado en el griego to en to pan, que significa que el todo es el uno o el uno es el todo8, representado por el ouroboros, la serpiente que traza el círculo perfecto al morderse la cola. Se trata de la misma idea que une a los muchos en el uno y al uno en los muchos.
Sr. Allemann: Creo que en la India hay la misma idea en neti, neti.
Dr. Jung: Así es. Ni esto ni aquello. En cualquier caso, es la misma idea. Por ejemplo, en el lenguaje cristiano simbólico, Cristo proclama: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos». Por ello, la idea suprema que enseña Zaratustra es que el superhombre es idéntico a una pelota y la pelota es el globo, la redondez absolutamente perfecta que expresa el hombre primordial, el hombre que era antes de ser desmembrado, dividido o separado, antes de volverse dos. Es la idea del hermafrodita alquímico que une los sexos9sphairos