Ina May Gaskin. Tennessee (EE.UU.), 1940. Hija de una matrona autodidacta, como explica en su libro Partería espiritual, dirige desde 1971 una comunidad de matronas y centro de nacimiento conocido como «La Granja», situado cerca de Summertown, Tennessee (EE.UU). En 2011, las matronas de este centro habían acompañado cerca de 3.000 partos con unos resultados extraordinarios que casi ningún otro lugar del mundo ha conseguido equiparar: bajas tasas de intervención, morbilidad y mortalidad; incluso tratándose de partos más complejos, como los de nalgas, los gemelares o los de grandes multíparas. Parte de estas estadísticas se publicaron en 1992 en el artículo «The Safety of Home Birth: The Farm Study por A. Mark Durand», publicado en el American Journal of Public Health.
Durante 22 años, Ina May también publicó la revista trimestral Birth Gazette, que cubría temas de salud, embarazo, parto y posparto y actualmente colabora de vez en cuando con la revista Midwifery Today. Ha sido presidenta de Midwives’ Alliance of North America entre 1996 y 2002. Entre los numerosos premios que ha recibido a su carrera y trabajo destacan el título de doctora honoris causa en la Universidad Thames Valley de Londres.
Título original: Ina May’s Guide to Childbirth (2003)
© Del libro: Ina May Gaskin
© De la traducción: María Luisa Rodríguez Tapia
Edición en ebook: noviembre de 2020
© Capitán Swing Libros, S. L.
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ISBN: 978-84-12219-22-7
Diseño de colección: Filo Estudio - www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Victoria Parra Ortiz
Composición digital: leerendigital.com
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Guía del nacimiento
En la década de los setenta, un grupo de mujeres, encabezado por Ina May Gaskin, inició un movimiento para cambiar los métodos tradicionales de parto. Recorrieron el Tennessee rural en una caravana de autobuses para compartir sus conocimientos sobre el parto y la maternidad con otras mujeres, y comenzaron a asistir mutuamente sus partos sin necesidad de instituciones, hospitales o médicos. Desde entonces, Ina May ha presenciado más de un millar de nacimientos en su popular casa de partos, «La Granja», pero son mucho más numerosos las matronas, familias, médicos y estudiantes a los que ha alumbrado con sus libros, publicaciones y conferencias a nivel mundial.
Basándose en sus más de treinta años de experiencia, la autora expone los beneficios físicos y psicológicos del parto natural, instando a las mujeres a confiar en la sabiduría ancestral de sus cuerpos para desarrollar una experiencia plena y saludable. Sobre la base de un modelo de obstetricia centrado en la madre y su conexión mente-cuerpo, este libro nos ofrece las herramientas necesarias para poder dar a luz sin intervención tecnológica, centrándose en el poder natural de hacerlo con más facilidad, menos dolor y la mínima intervención médica.
Índice
Portada
Guía del nacimiento
Agradecimientos
Invitación
PRIMERA PARTE. Historias de nacimientos
Introducción
Historias de nacimientos
SEGUNDA PARTE. Los fundamentos del parto
Introducción
01. La poderosa conexión entre mente y cuerpo
02. Qué sucede en el parto
03. El misterio del dolor y el placer
04. La Ley de los Esfínteres
05. Lo que debe saber sobre el embarazo y la atención prenatal
06. Cuando empieza el parto
07. Dar a luz: muévase con libertad y deje que la gravedad haga lo demás
08. Los poderes olvidados de la vagina y la episiotomía
09. La tercera fase del parto
10. Referentes de la obstetricia
11. Lo que menos se espera cuando se está esperando
12. Parto vaginal después de cesárea (PVDC)
13. Cómo escoger al profesional que va a atenderla
14. Una visión de la matronería y la maternidad en el siglo XXI
Glosario
Referencias
Créditos de las ilustraciones
Sobre este libro
Sobre Ina May Gaskin
Créditos
Agradecimientos
Quiero dar las gracias a mi marido, Stephen Gaskin, por su permanente disposición a ayudarme durante el proceso de escribir este libro. Literalmente, no habría podido llevar a cabo este proyecto sin él. Mi agradecimiento también para mi agente, Stephany Evans; Pamela Hunt; Carol Nelson; Deborah Flowers; Joanne Santana; Sharon Wells; Pamela Maurath; John O. Williams hijo, MD; Wendy Savage, MD; A. Mark Durand, MD; Alan Graf; Anna Meenan, MD; Joseph Bruner, MD; Marsden Wagner; Kenneth Johnson; David Frohman; Leigh Kahan; Robbie Davis-Floyd; Elise Harvey; Leslie Hunt; Dana Gaskin Wenig; Claudia Oblasser; Angelika Rodler; Michael Stohrer; Verena Schmidt; Betty Anne Daviss y Ken Starratt. Asimismo me gustaría dar las gracias a mis editores, Robin Michaelson y Beth Rashbaum, y a su ayudante, Stacie Fine.
—INA MAY GASKIN, CPM
Invitación
Sea cual sea su motivo para escoger este libro, alabo su curiosidad y su deseo de saber más sobre la importante tarea de tener hijos. En el caso de las que están embarazadas, que sepan que pensé especialmente en ellas mientras escribía este libro.
Considérense invitados a saber más sobre las verdaderas capacidades del cuerpo femenino durante el parto y el alumbramiento. No voy a hacer un resumen del conocimiento médico actual traducido desde el lenguaje técnico al común. De eso ya hay mucho en las librerías. Cuando hablo de las verdaderas capacidades, me refiero a las que experimentan las mujeres de verdad, independientemente de que las reconozca o no un modelo estrictamente médico de parto cuyo diseño se rige por el miedo, entre otros principios. Lo ideal sería que cualquier hospital proporcionase a las mujeres sanas una atmósfera en la que un gran porcentaje de ellas pudiera dar a luz a sus hijos por vía vaginal.
A mi juicio, la mejor formación para conocer el cuerpo de la mujer debe aunar todo lo bueno que ha ofrecido la medicina en el último siglo con lo que las propias mujeres han podido aprender sobre sí mismas antes de que el parto pasara a ser sobre todo responsabilidad de los hospitales. El propósito de este libro es servir de guía para obtener la mejor información existente sobre las verdaderas capacidades de la mujer en el parto y mostrar cómo puede combinarse con el uso más eficaz posible de la tecnología perinatal moderna. Mi intención es dar aliento e informar.
Fui matrona de una pequeña comunidad durante casi 50 años. Vivía en un pueblo en una zona rural de Estados Unidos, donde las mujeres tenían relativamente poco miedo al parto. Estoy segura de que era así, en parte, gracias a que, durante los primeros años de existencia de la comunidad, no tenían acceso a cine ni televisión, que quizá las habrían puesto en contacto con muchos de los temores que se representaban en los medios de comunicación. En total, mis socias y yo atendimos el nacimiento de casi 2.900 niños en un periodo de 45 años, casi todos ellos nacidos en casa de sus padres o en nuestro centro de maternidad. Mi trabajo me permitió aprender cosas sobre las mujeres que no suelen saberse en el mundo de la educación médica actual. No es fácil saber si las mujeres del pueblo tenían menos miedo al parto porque sabíamos que nuestras capacidades eran mayores de lo que se solía creer o si nuestras capacidades eran mayores por no sufrir la angustia cultural del parto que imperaba en Estados Unidos en general. En realidad, las dos cosas eran ciertas.
La comunidad se llama La Granja, y está situada en el sur de Tennessee, cerca de Summertown. Mi difunto marido y yo, junto con unas 300 personas más, fundamos la comunidad en 1971. Hoy es distinta en muchos aspectos a lo que era en sus primeros años, y yo ya no vivo allí, pero eso es lo de menos. Lo importante es que una de las peculiaridades de aquella pequeña sociedad juvenil fue que pude organizar un sistema autogestionado de atención perinatal. Éramos demasiado pobres para pagar seguros médicos privados, y no había ningún sistema público de sanidad al que pudiéramos recurrir. Y, aunque hubiera existido, preferíamos no aceptar ninguna forma de beneficencia. Normalmente, reclutaba a varias mujeres para que me ayudaran (yo estaba todavía en edad de tener hijos), y los hombres contribuían con todos sus conocimientos tecnológicos y prácticos para asegurarnos de tener cubiertas lo más posible nuestras necesidades de transporte y comunicaciones.
Quiero dejar algo claro cuando hablo del miedo y el parto en aquella comunidad. No me refiero a que las mujeres de mi pueblo nunca tuvieran miedo durante el embarazo o el parto, ni se preguntaran: «¿Seré capaz de hacer esto que parece imposible?». Esos temores son naturales. Estoy segura de que muchas de nosotras nos lo planteábamos de vez en cuando. Casi todas las mujeres lo hacen. Al fin y al cabo, la gente criada en culturas urbanas —en particular aquellas en las que la mayoría de la gente no tiene ningún contacto con animales— no comprende de inmediato cómo se desarrolla un parto. Cuando las mujeres de mi comunidad tenían esos momentos de duda, podían confiar en la seguridad de que sus amigas, sus hermanas y sus madres eran capaces de hacerlo. Eso les permitía creer que ellas también podían, independientemente de que hubieran presenciado alguna vez un parto o no. Las mujeres de la comunidad habían vuelto a aprender y a ejercer unos comportamientos femeninos que no suelen observarse en las mujeres modernas de las culturas civilizadas, que van más allá de los conocimientos médicos habituales sobre el cuerpo femenino y el parto.
Mis experiencias como comadrona me enseñaron que los cuerpos de las mujeres funcionan. Lo que les ofrezco aquí es una nueva forma de entender un antiguo sistema de sabiduría que pueden sumar a sus conocimientos generales sobre el parto. Al margen de dónde y cómo den a luz, su experiencia tendrá consecuencias para sus emociones, su mente, su cuerpo y su espíritu durante el resto de su vida.
Las mujeres en la comunidad contaban con dar a luz por vía vaginal, porque ese era el método por el que nacían todos menos uno o dos de cada cien niños. A veces teníamos que trasladar a una mujer al hospital para una cesárea o un parto con ayuda de instrumentos o, en ocasiones, para administrarle una epidural en las últimas fases del parto para que pudiera descansar un poco antes de expulsar al niño, pero esas intervenciones eran relativamente infrecuentes en las mujeres que daban a luz allí. (Nuestra proporción de cesáreas hasta el año 2000 era del 1,4 por ciento; la de nacimientos con fórceps y ventosa, del 0,05 por ciento. El porcentaje de cesáreas en todo Estados Unidos, en 2014, fue del 32,8 por ciento, y el de partos con ayuda de instrumentos, de aproximadamente el 12 por ciento). Las mujeres de la comunidad sabían que el parto puede ser doloroso, pero muchas sabían también que puede ser una experiencia eufórica e incluso orgásmica. Eso no quiere decir que todas las mujeres lo vivan así, pero, en cierto sentido, es beneficioso saber que algunas tienen esa experiencia. No se empeñen en que tiene que ser así. Simplemente, tengan en cuenta que no existe una maldición especial que obligue a que todas las mujeres tengan experiencias negativas en el parto. Conviene pensar en ello como una tarea que hay que hacer, que una larga línea de mujeres han hecho antes que nosotras y que ha permitido que estemos aquí hoy. Sobre todo, las mujeres de mi comunidad, tanto si tenían partos dolorosos como si no, los vivían como una experiencia tremendamente enriquecedora.
¿Nunca han oído hablar a alguien en términos positivos del parto y el alumbramiento? No me extraña. Uno de los secretos mejor guardados en un número cada vez mayor de culturas de todo el mundo es que el parto puede ser placentero y enriquecedor. El parto que conduce al éxtasis proporciona fuerza interior y sabiduría a la mujer que lo vive, como aprenderán de muchas de las historias que vamos a contar aquí. Las mujeres de mi comunidad, incluso cuando sentían dolor en el parto, sabían que hay maneras de hacer tolerables esas sensaciones sin necesidad de adormecer los sentidos con fármacos. Sabían que casi siempre es mejor mantenerse alerta para experimentar la genuina sabiduría y el poder que ofrecen el parto y el alumbramiento.
En la Primera Parte de este libro, oirán las voces de estas mujeres contando sus experiencias. Algunas pertenecen a la generación pionera, la que creó como colectivo la cultura del parto en nuestra comunidad; otras las cuentan sus hijas y sus nueras, que crecieron en esta cultura o tienen una pareja que lo hizo. Varias historias son de mujeres que nacieron en casa, crecieron en esta cultura perinatal tan especial y luego dieron a luz con matronas en otras partes del país. Otras son de mujeres que decidieron formar parte de nuestra cultura y tener a sus hijos en nuestro centro de maternidad. Si está usted embarazada o piensa estarlo en un futuro próximo, quizá desee releer estas historias una y otra vez para fortalecer su ánimo como preparación para el parto.
Mi primer libro, Spiritual Midwifery, cuya edición original se publicó en 1975, fue uno de los primeros libros norteamericanos sobre matronería y partos. Vendió de inmediato más de medio millón de ejemplares y se tradujo a varios idiomas, lo que me puso en contacto no solo con una generación de mujeres en edad fértil y sus parejas, sino también con un número asombroso de médicos y otros profesionales relacionados. En algunos países se incluyó en el plan de estudios de las escuelas de matronas. Algunos médicos me dijeron que lo habían leído para recuperarse de los aspectos más terroríficos de su formación en obstetricia. Gracias al libro y a las estadísticas natales que incluía en él, me invitaron a viajar por todo el mundo y a compartir los resultados de mi trabajo y el de mis colegas con profesionales de la obstetricia y mujeres de muchos países y culturas diferentes. Este tipo de experiencia multicultural me permitió ver el parto y la maternidad desde una perspectiva más amplia y comprobar que determinadas prácticas y costumbres obstétricas arraigadas en diversos países impiden precisamente que el cuerpo femenino funcione con la máxima eficacia posible. Mi experiencia me enseñó también el papel tan necesario de la comadrona en cualquier sociedad y la importancia que tiene que la profesión de matrona sea autónoma, independiente de los tocólogos pero siempre capaz de trabajar en colaboración con ellos y con los médicos de familia en los casos, relativamente escasos, en que sea necesario.
Hace no mucho, un tocólogo que conozco comentó:
—Las dos páginas más interesantes de Spiritual Midwifery eran las dos últimas —se refería a las páginas con nuestros resultados de natalidad. Me dijo—: Necesitas explicar cómo lograste hacer lo que hiciste, para que quienes trabajamos en hospitales podamos incorporar tu trabajo al nuestro. La Segunda Parte de este libro está dedicada a él y a todo el que desee entender por qué tuvo tanto éxito la cultura del parto de nuestra comunidad. Expongo los principios fundamentales que rodean y definen nuestra labor y recomiendo técnicas que pueden trasladarse de los partos en casa a los partos en hospitales.
En la Segunda Parte, trato con detalle por qué existe tanto misterio sobre el funcionamiento del cuerpo femenino en el parto y cómo en nuestra comunidad conseguimos eliminar gran parte de ese misterio y convertirlo en conocimientos útiles a disposición prácticamente de toda nuestra comunidad. Explico por qué son tan variadas las experiencias de las mujeres en el parto y por qué puede haber interpretaciones tan discrepantes sobre lo que es seguro o inseguro a la hora de dar a luz. Todo eso tiene una explicación lógica. Y lo mismo sucede con el dolor en el parto: en la Segunda Parte, me detengo a analizar cómo es posible que algunas mujeres puedan vivir el parto como una experiencia indolora e incluso orgásmica y otras, sobre todo en las culturas muy industrializadas, sufran el dolor más intenso. Al leer este libro aprenderán que el útero de una mujer en pleno parto puede cerrarse y abrirse y conocerán las condiciones que pueden hacer que un parto se detenga o incluso retroceda. Les contaré varias formas prácticas de hacer que la sexualidad del parto ayude a la mujer, en lugar de ser un impedimento.
Mis socias y yo. De izquierda a derecha: Joanne Santana, CPM; Deborah Flowers, CPM; Pamela Hunt, CPM; Ina May Gaskin, CPM; Carol Nelson, CPM; y Sharon Wells, CPM
Además, la Segunda Parte incluye un panorama de las prácticas y los tratamientos más frecuentes en un hospital, junto con una guía que indica los que están basados en sólidas pruebas científicas y los que no.
Dar a luz es una parte tan integral de la vida, tan normal, que las decisiones relacionadas con ello suelen dejarse en manos del azar. Tendemos a dejarnos llevar por lo que hacen los demás, suponiendo que debe de ser lo mejor. La verdad es que todo lo relacionado con el parto parece estar encaminándose a toda velocidad hacia un uso más extendido de la tecnología, incluso en casos en los que no es estrictamente necesario, cuando, en realidad, sería más apropiada una atención más humanizada. Como vivimos en una sociedad tecnológica, solemos pensar que lo mejor es siempre lo más caro. Suele ser verdad cuando hablamos de teléfonos móviles, cámaras, coches u ordenadores. Si hablamos del parto, no tiene por qué ser así.
—INA MAY GASKIN
Introducción a las historias de nacimientos
Pertenecer a un grupo de mujeres que tienen historias positivas que contar sobre la experiencia de parir tiene extraordinarios beneficios psicológicos. Este fenómeno es exactamente el que se ha producido en nuestro pueblo. Circulan tantas historias de miedo sobre partos —sobre todo en Estados Unidos— que a las mujeres les puede resultar difícil creer que el parto y el alumbramiento pueden ser una experiencia beneficiosa. Cualquiera que lleve un tiempo embarazada habrá oído ya probablemente varios relatos temibles sobre los partos de amigas o familiares. En especial si vive en Estados Unidos, donde contar a las embarazadas historias truculentas es un pasatiempo nacional desde hace por lo menos un siglo. Ahora que los nacimientos son un tema tan querido en las comedias y las series dramáticas de televisión, la tendencia se ha agudizado todavía más. Nadie ha explicado la situación de forma tan sucinta como Stephen King en su novela corta El método de respiración.[1] Su personaje, en un comentario sobre el miedo que tienen muchas mujeres a dar a luz, observa: «En serio, si le dicen que una experiencia va a ser dolorosa, le dolerá. El dolor está sobre todo en la mente y, cuando una mujer absorbe la idea de que parir es terriblemente doloroso —por las informaciones que le dan su madre, sus hermanas, sus amigas casadas y su médico—, se prepara mentalmente para sentir una inmensa agonía». Stephen King, por si no lo saben, tiene varios hijos que nacieron en casa.
La mejor manera que conozco de contrarrestar los efectos de esas historias de terror es oír o leer otras estimulantes. Es decir, historias que nos transforman al leerlas u oírlas, porque el narrador nos enseña algo que no sabíamos antes o nos ayuda a tener una perspectiva distinta a la que teníamos. Por ese motivo, la Primera Parte de este libro está dedicada fundamentalmente a historias contadas por mujeres que decidieron dar a luz en casa o en el centro de maternidad conmigo y mis colegas matronas. Esta es quizá la parte del libro que más les conviene leer durante el embarazo. En La Granja, las únicas historias de terror que contamos hablan de partos en los que la asistencia fue completamente distinta a la que proporcionan las comadronas de La Granja. A medida que las mujeres empezaron a tener experiencias positivas, sus relatos ayudaron a calmar los temores y las preocupaciones de las que todavía no habían tenido hijos. La confianza que han adquirido unas de otras es un factor que ha contribuido de forma importante a que la asistencia al parto en La Granja haya dado tan buenos resultados.
Los relatos nos enseñan y nos ayudan a recordar esas enseñanzas. Nos enseñan que cada mujer reacciona ante el parto de manera particular y a veces muy distinta. A veces nos cuentan costumbres tontas que existían pero que se han desechado. En ocasiones nos explican la diferencia entre los conocimientos médicos convencionales y las verdaderas experiencias físicas de las mujeres, incluso las que nunca se mencionan en los libros de medicina ni se admiten como posibilidades en los círculos médicos. También muestran la relación entre mente y cuerpo mucho mejor que los estudios médicos. Las historias de partos contadas por mujeres que tuvieron una participación activa en sus alumbramientos suelen estar llenas de sabiduría práctica, inspiración e información para otras mujeres. Las historias positivas de mujeres con experiencias de partos maravillosas son una forma insustituible de transmitir el conocimiento sobre las verdaderas capacidades de una mujer en el embarazo y el parto.
[1] Léanla después de dar a luz, porque es una novela aterradora, aunque la parte que da miedo no es el parto.