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Publicado por:

Publicaciones Faro de Gracia

P.O. Box 1043

Graham, NC 27253

www.farodegracia.org

ISBN 978-1-629461-03-8

Las Actitudes der un Corazón Transformado

Por Martha Peace

Derechos de Autor 2009 © Focus Publishing, Inc.

Derechos Reservados

Agradecemos el permiso y la ayuda brindada por Martha Peace y Focus Publishing, Inc. (502 Third Street NW; Bemidji, Minnesota 56601) para traducir e imprimir este libro, Las Actitudes de un Corazón Transformado, al español.

© 2017 Todos los Derechos Reservados, Publicaciones Faro de Gracia Traducción al español por Beatriz Sela; revisión por Armando Molina. Diseño de la portada por Justin Andersen, y de la página por Benjamín Hernandez de Enjoy Media.

Ninguna parte de este libro puede ser reproducida, por ningún medio, sin el consentimiento escrito de la casa publicadora, excepto por citas breves usadas para revisión en una revista o periódico.

© Las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina. © renovada 1988, Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.

Impreso en los EEUU, 2017

 

 

Las Actitudes

de un Corazón

Transformado

 

index-3_1.pngMartha Peace

 

Este libro está dedicado a mis dos mejores amigas, con quienes comparto mi amor por Jesús y por la consejería bíblica:

Maribeth Standring

y

Carol Young

 

Agradecimientos

El Señor ha usado a muchas personas que me han ayudado en este trabajo. En primer lugar, mi marido, Sanford. ¡Sin su apoyo y ayuda aún estaría en el capítulo tres! Mi hija, Anna Maupin, ha sido otra ayuda indispensable. Siempre que tengo una duda a la hora de escribir, es a ella a quien recurro en primer lugar. Ella fue la primera en leer y editar cada capítulo. Sólo en una ocasión me dijo algo sobre un fragmento (que me hizo eliminar) “Mamá, ¡esto es aburrido!”. Nuestro pastor ha sido otro editor vital. Con mucha paciencia me ha ayudado a entender el contexto de varios pasajes bíblicos y a redactar de nuevo explicaciones que no estaban del todo claras. En varias ocasiones al final de todo el proceso le pedí que arreglara algunas cosas. Y lo hizo. Mi amiga Carol Young se encargó de la abrumadora tarea que supone comprobar todas y cada una de las referencias a los pasajes bíblicos. Hizo un excelente trabajo sin quejarse ni una sola vez de cuantas referencias hay. Nuestros otros dos pastores, Kent Richards y Kent Keller hicieron hueco en medio de sus apretadas agendas para leer el borrador y hacer útiles observaciones. Sólo en una ocasión los tres pastores no estuvieron de acuerdo con un mismo principio, lo que me hizo entender que era la voluntad de Dios que lo eliminara. Por último, pero no por ello menos importante, Jan Haley y Barb Smith de Focus Publishing editaron mi gramática, hicieron muy buenas sugerencias y trabajaron muy agradablemente conmigo en varias secciones un tanto complejas. Tampoco quisiera olvidar a ciertas amigas que han estado orando por mí durante todo el proceso de escribir este libro. Doy gracias a Dios por cada una de las personas que han formado parte de ello.

Las Actitudes de un Corazón Transformado se ha hecho esperar, pero estoy impresionada por la bondad y gracia del Señor Jesucristo en mi vida, que han hecho que este proyecto pueda llegar a su fin. Baste señalar que ¡sólo Él es digno!

Martha Peace

 

 

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Romanos 12:2

 

Contenido

Agradecimientos

Introducción

Primera Parte: Actitudes con respecto a Dios

CAPÍTULO UNO

Preguntas de estudio

CAPÍTULO DOS

Preguntas de estudio

CAPÍTULO TRES

Preguntas de estudio

CAPÍTULO CUATRO

Preguntas de Estudio

CAPÍTULO CINCO

Preguntas de estudio

Segunda Parte: La Relación entre la Actitud y Las Escrituras

CAPÍTULO SEIS

Preguntas de estudio

CAPÍTULO SIETE

Preguntas de estudio

CAPÍTULO OCHO

Preguntas de estudio

Tercera Parte: La Actitud del Corazón

CAPÍTULO NUEVE

Preguntas de estudio

CAPÍTULO DIEZ

Preguntas de estudio

CAPÍTULO ONCE

Preguntas de estudio

CAPÍTULO DOCE

Preguntas de estudio

CAPÍTULO TRECE

Preguntas de Estudio

Apéndice: Estudios acerca de la Salvación

ESTUDIO NÚMERO 1: ¿Quién es Jesús?

ESTUDIO NÚMERO 2: Lo que Jesús hizo en la cruz

ESTUDIO NÚMERO 3: ¿Qué enseña la Biblia acerca del pecado?

ESTUDIO NÚMERO 4: La Seguridad de la Salvación

Biografía de la autora

Otros Títulos de Publicaciones Faro de Gracia

 

 

Introducción

En los primeros años después de mi conversión a Cristo, solía pensar cuan increíble era el hecho de que Dios me hubiese hecho alguien completamente santa. Realmente me sentía santa. Durante este tiempo, me maravillaba cada minuto por lo que el Señor Jesucristo había hecho por mí. Su muerte en esa cruz para pagar por mis pecados me asombraba y me encantaba pensar en ello y en cómo había sido limpiada y perdonada por mi pecado. Dejé de vivir en agonía emocional tal y como hacen los impíos, quienes son “como el mar en tempestad, que no puede estarse quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo” (Isaías 57:20). Estaba en paz porque la muerte de Cristo había terminado con mi guerra con Dios. ¡Qué tiempo tan maravilloso!

No estoy segura de cuánto tiempo duró aquella nube, pero recuerdo muy bien el día en que descubrí, para mi espanto, que yo todavía pecaba. Yo sabía que mis hechos podían constituir un pecado, pero fue una auténtica revelación cuando leí en la Biblia que mis pensamientos podían también ser pecado. No es que supiera mucho acerca de la Escritura, pero sí sabía una cosa: yo quería agradar a Dios más que ninguna otra cosa, y si ello implicaba cambiar mi pensamiento, tenía que hacerlo.

Desde entonces, he aprendido más acerca de cómo crecemos y maduramos como cristianos. Por mucho que quisiera pensar que había sido instantáneamente santa, no podía. El proceso de ser alguien santo había sido comenzado por Dios y será completado algún día, cuando esté con Él en el Cielo. Mientras tanto, me llevaría toda una vida en la que la gracia de Dios me permitiera estudiar las Escrituras y cambiar mis pecaminosos pensamientos y acciones para poder ser más y más como Cristo. Antes de ser salva, pasaba mi vida pensando y tomando las distintas perspectivas de este mundo. A veces, mi perspectiva dependía del libro o la revista que estuviese leyendo, o del colegio al que estuviese yendo en ese momento. Es decir, me habían lavado el cerebro para pensar igual que pensaran los demás. No tenía ni idea de lo que era la voluntad de Dios, y menos de que fuese agradable y perfecta. Realmente necesitaba cambiar.

Como cristiana, sin embargo, ahora tengo el deseo divino y la capacidad de cambiar. A medida que leía mi Biblia y escuchaba buenas predicaciones, era confrontada con aquellos pensamientos míos que no eran adecuados. Algunos ejemplos de pensamientos correctos que tenía que aceptar eran: “Dios es bueno. ¡Él es siempre bueno! He de obedecerlo tanto si me apetece como si no. Ser demasiado sensible y quedarme repasando mis sentimientos heridos son manifestaciones de un orgullo pecaminoso. La agenda feminista no es bíblica. No debemos rendir culto a la tierra. No hay múltiples caminos para llegar a Dios, sino solo uno. Una persona puede decir que es cristiana aún sin realmente serlo. El Señor Jesús vendrá un día, pero nadie sabe cuándo. Los caminos y los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros. Dios está al mando, nos guste o no”

A medida que mis pensamientos abandonaban la perspectiva de este mundo y adoptaban la perspectiva bíblica, veía a Dios más y más soberano, grandioso, sublime. No lo veía como una marioneta que pudiese complacerme sino como el Dios Altísimo, como Daniel veía a Dios. A medida que aprendía más y más de lo que la Biblia establece sobre ciertos temas, comenzaba a aplicarlo en mi vida.

Desde que me convertí, hace unos veinte años, Dios me ha cambiado en gran manera. Mi mente está siendo transformada y renovada. Cuanto más aprendo lo que la Biblia me enseña acerca de Dios y de cómo hemos de pensar y responder, más llego a ser como Cristo. Desde luego, no soy tan santa como pensé que era cuando conocí a Dios (de hecho, aún me queda un largo camino por recorrer), pero por la gracia de Dios voy madurando en Su carácter y forma de pensar. Lo que espero conseguir con este libro es compartir contigo parte de lo que he aprendido a lo largo de estos años. Incluso si eres un cristiano comprometido desde hace años, te animo a que leas este libro orando y pidiéndole a Dios que te muestre alguna área en la que aún piensas como este mundo piensa. Que Dios te dé Su gracia y un corazón enseñable a medida que lees las tres partes de La Actitud de un Corazón Transformado (Actitud con respecto a Dios, La Relación entre la Actitud y Las Escrituras y La Actitud del corazón).

 

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Primera Parte
Actitudes con respecto a Dios

 

 

 

Yo soy Jehová, y ninguno más hay; no hay Dios fuera de mí. Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste, para que se sepa desde el nacimiento del sol, y hasta donde se pone, que no hay más que yo; yo Jehová, y ninguno más que yo”.

Isaías 45:5-6

 

CAPÍTULO UNO

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La Visión de Daniel del Dios Altísimo

Hace algún tiempo, mi marido, Sanford, y yo, tuvimos la oportunidad de visitar Londres, Inglaterra, por primera vez. Me sorprendió el protagonismo de la Reina. Estaba por todos sitios (su rostro estaba en cada moneda, su retrato en los edificios y sus iniciales en los uniformes de los famosos Beef Eaters). Otros reyes y reinas también han sido conmemorados en lugares bien visibles. La estatua de la Reina Victoria se alza enfrente del Palacio de Buckingham, y las tumbas de antiguos monarcas se encuentran por toda la Abadía de Westminster.

En los Estados Unidos difícilmente pensaríamos en postrarnos ante alguien, pero en Inglaterra es una ceremonia que se ha llevado a cabo durante siglos. De hecho, no hace mucho tiempo, sus ciudadanos no sólo se arrodillaban ante su rey, sino que también lo obedecían.

A medida que reflexionaba en el concepto de arrodillarse ante un rey o una reina, comencé a preguntarme si acaso no habría sido más fácil para los ciudadanos de Estados Unidos comprender la realidad de que Dios es Rey si hubiéramos crecido bajo el liderazgo de un rey en vez del liderazgo de un presidente. Sin embargo, tras mi viaje a Inglaterra, me di cuenta que igualmente allí muchos están engañados en cuanto a su concepción de Dios tal como la mayoría de los estadounidenses.

Dios quiere que tengamos una concepción adecuada de quién es Él, y que lo adoremos fielmente. No importa si has vivido en una nación con un rey, lo que importa es que Dios puede darte un corazón nuevo, así como la capacidad y el deseo de adorarle.

A lo largo del Nuevo Testamento la Iglesia clamaba “¡Jesús es el Señor!” y se rechazaba por completo la idea de que el César fuese su dios y su rey. Estos nuevos creyentes vieron al Señor Jesucristo de la misma forma que Daniel vio al Dios Altísimo. Podemos ver cómo ellos tenían un entendimiento adecuado acerca de quién era Dios, y de cómo era Él. Se arrodillaban ante Él y lo adoraban, reconociendo que Él era su Rey.

A medida que los nuevos creyentes de Jerusalén comprendían realmente que Jesús era su Señor y su Rey, sus pensamientos y creencias acerca de Él eran más y más adecuados. Pero, por otra parte, en la medida que su comprensión era insuficiente, sus pensamientos y creencias se conformaban a los cánones de la era en la que vivían. Lo mismo ocurre actualmente. La forma en la que el hombre pecador rechaza y pervierte cómo es Dios no tiene fin.

El hombre pervierte su concepto acerca de Dios inventando nuevos dioses que le resultan más cómodos. Por ejemplo, para muchos Dios es una versión mejorada de Santa Claus. Él está sentado en el cielo y si usted es buena persona, le dará los regalos que merece. Para otros es como un invitado a un famoso programa de televisión en el que, hace unos años, se entrevistaba a cristianos. Plantearon un debate acerca de quién era Jesús. Yo estaba viendo cómo el invitado explicaba su visión personal acerca de cómo era Dios. Su explicación fue algo así como “algún día todos estaremos delante de Dios en el Juicio Final y Él estará enfadado con nosotros. Nos señalará con el dedo y nos preguntará ¿por qué hiciste esto o aquello? Pero de repente, cambiará de opinión y nos dirá: Bueno, qué más da, entra (al cielo) de todas maneras”

Para otros, Dios es alguien enfadado, preparado para castigarnos por la eternidad. No es difícil encontrar sistemas religiosos en los pastores o líderes que controlan a la gente con amenazas que no son bíblicas en absoluto y angustia por lo que Dios va a hacer en el futuro. A veces, estas religiones parecen estar llenas de bellos rituales y esplendor religioso. Parecen tener una visión muy alta de quién es Dios, cuando en realidad, no tienen ni idea.

También hay aquellos para quienes Dios es alguien compasivo que jamás enviaría a nadie al infierno. Este dios es alguien más bien débil, incapaz de impedir que a la gente buena le ocurran cosas malas. Dirían que, “después de todo, Dios ama a todo el mundo y un Dios que ama tanto no podría permitir que te ocurriese nada malo, sino que, por el contrario, debería tener poder para no dejar que ocurra”.

Por último, pero no por ello menos importante, hay otra faceta de una visión de Dios que se basa más bien en un concepto sobre-valorado del hombre. Según esta visión, el hombre es el capitán definitivo de su propio destino. Él elige a Dios cuando él lo prefiere. Y puede ya sea elegirlo o no elegirlo. Según esta perspectiva, el hombre es soberano, no Dios.

Mucha gente estudiada no cree que haya un Dios, y aquellos que sí lo hacen, suelen tener una perspectiva abierta y tolerante. En otras palabras, todo lo que a Dios le interesa es que seamos sinceros en lo que creamos y que hagamos todo lo que está en nuestras manos. Estas personas son tolerantes con todas y cada una de las perspectivas que hay sobre Dios. Pero, sin embargo, hay una perspectiva con la que no suelen estar de acuerdo, y es con aquella que defiende que existe una única y verdadera perspectiva acerca de Dios. El señor Jesús claramente afirmó la perspectiva que ellos rechazan cuando dijo: “Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).

A excepción de la perspectiva de Jesús, todas las demás perspectivas tienen algo en común: describen a un dios que no existe. No describen al Dios de la Biblia, no son más que fruto de la imaginación del hombre. La perspectiva a la que yo me aferraba antes de ser cristiana era que no importaba lo que yo creyese siempre y cuando tratase de ser una persona honesta. Deduje esta idea de la película de George Burns y John Denver titulada “¡Dios mío!”. George Burns (que interpretaba el papel de Dios) le dijo a Denver: “Jesús es mi hijo, Buda es mi hijo y Mahoma también es mi hijo”. En otras palabras, no importaba el camino que eligiera para llegar a Dios. Para mí en ese tiempo, esta concepción tenía mucho sentido.

En mi mente Dios era una versión mejorada del estadounidense tolerante y moderno. Tenía una perspectiva de Dios muy baja, y una perspectiva de mi muy elevada. Una perspectiva santa y alta es aquella que ve a Dios y le responde tal y como revela la Biblia. Es una perspectiva que sólo Dios puede darle, y que cambia su vida para siempre.

Cuando pienso en alguien que respetaba a Dios y que tenía una perspectiva alta y santa de Él, pienso en Daniel. Recuerdo cuando, en mis primeros años como cristiana, leía a Daniel en el Antiguo Testamento. A medida que leía, iba viendo como hablaba Daniel sobre Dios, como le hablaba de Dios a otros, y como oraba a Dios. Le tenía un gran respeto a Él y sus mandamientos por encima de él mismo y del resto del mundo. En la mente y en la vida de Daniel, Dios era alguien muy importante, por lo que el resto de hombres (incluso importantes y poderosos reyes) eran muy pequeños en comparación. Ni el más poderoso rey que hubiese en el mundo podía intimidar a Daniel. Daniel sabía dónde se encontraba el verdadero poder (en las manos de Dios). A través del libro de Daniel, vemos lo comprometido que Daniel estaba en promover la Gloria de Dios antes que protegerse a sí mismo.

La Historia de Daniel y el Dios Altísimo

En el año 605 a.C. Nabucodonosor era el rey de Babilonia, la ciudad más poderosa del mundo. El rey Nabucodonosor había conquistado Judá (al sur de Israel) tal y como Dios había profetizado a través de Isaías y Jeremías. Nabucodonosor se llevó a los hombres cautivos de Judá a Babilonia, para tratarlos como esclavos y prisioneros. Uno de estos hombres fue el joven Daniel.

Daniel formaba parte de un grupo de cuatro judíos elegido para servir y aconsejar al rey. Los otros tres son conocidos por sus nombres babilónicos: Sadrac, Mesac y Abed-nego.

Daniel estuvo en Babilonia un total de setenta años, y durante este tiempo, ocurrió algo extraordinario. Aunque Nabucodonosor fuese su respetado rey terrenal, Daniel siempre fue fiel a Dios. A menudo, esa fidelidad se demostró por la forma en que Daniel reaccionó a distintas circunstancias y también por los nombres y títulos que le daba a Dios. Veamos algunas de estas circunstancias y de estos nombres.

Daniel es llevado a servir en la Corte de Nabucodonosor

Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3-4).

Además de su educación, estos jóvenes recibían la comida escogida y el vino del rey para hacerse fuertes y sanos. Sin embargo, este asunto creó cierto dilema para Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego. Para cumplir con los mandatos del rey, ellos tenían que contaminarse con la comida y la bebida del rey. Si no lo hacían, se arriesgaban a morir, ya que Nabucodonosor tenía el poder para matarlos al más mínimo fallo. En lugar de enfrentarse a tal riesgo, Daniel “propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse” (Daniel 1:8) Decidió pedir permiso a un oficial con mayor autoridad para no tener que comer lo que el rey había ordenado. Dios miró a David con favor y el oficial permitió que Daniel, Sadrac, Mesac y Abednego eligiesen su propia comida durante algún tiempo. Después de un tiempo, Daniel y los demás estaban tan sanos, que el oficial les permitió seguir comiendo como Dios había establecido. Daniel obedecía a Dios y Su Ley por encima de Nabucodonosor.

Pero el tiempo pasó, y…

El Rey tuvo un Sueño

Nabucodonosor se turbó por su sueño, así que pidió a sus sabios que le explicasen el significado del sueño que había tenido. Les ordenó no solo que les explicasen el significado del sueño, sino que además lo interpretaran. Obviamente, esta tarea era imposible para simples hombres. Así pues, los sabios de Babilonia hicieron lo que pudieron, pero el rey permanecía firme.

Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares. Y si me mostrareis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y favores y gran honra. Decidme, pues, el sueño y su interpretación. (Daniel 2:5-6)

¡En menuda situación se encontraron estos hombres por el simple hecho de que el rey se hubiera levantado de malas pulgas! No podían ni decirle lo que había soñado, así que se dio la orden de asesinarlos a todos. Desgraciadamente, eso incluía a Daniel.

Daniel le rogó ayuda a Dios. Le pidió compasión al Dios del Cielo. Y Dios le dio a Daniel conocimiento del sueño y su interpretación. Daniel estaba muy agradecido. Veamos como Daniel le daba las gracias a su Dios Santo.

Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. Él muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. Él revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz. A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey. Daniel 2:20-23 (énfasis añadido)

Daniel le daba las gracias a Dios y lo reconocía como el Dios de sus padres. Daniel le dio todo el reconocimiento a Dios a medida que explicaba a Nabucodonosor el sueño y su interpretación. El sueño trataba acerca de una estatua extraña hecha por diferentes metales y compuestos (oro, plata, bronce, arcilla y hierro). Cada parte de la estatua representaba un reino terrenal que con el tiempo desaparecería, pero el Reino de Dios perduraría para siempre.

Daniel Explica el Sueño al Rey Nabucodonosor

Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre, de la manera que viste que del monte fue cortada una piedra, no con mano, la cual desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. El gran Dios ha mostrado al rey lo que ha de acontecer en lo por venir; y el sueño es verdadero, y fiel su interpretación. (Daniel 2:44-45, énfasis añadido)

Nabucodonosor se dio cuenta de que solo el verdadero Dios podría haber revelado a Daniel el sueño y su interpretación, así que le preguntó a Daniel…

Ciertamente el Dios vuestro es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los misterios, pues pudiste revelar este misterio. (Daniel 2:47, énfasis añadido)

Quizá piense que Nabucodonosor se arrodillaría y empezaría a adorar el Gran Dios de Daniel, a quién él mismo se había referido como Dios de dioses y Señor de los reyes. Sin embargo, hizo justo lo contrario. Mandó construir una estatua de 28 metros de altura de él mismo para que todo el mundo pudiera adorarle.

Por supuesto, ni Daniel ni sus amigos (Sadrac, Mesac y Abednego) se iban a arrodillar o adorar al Rey Nabucodonosor. Algunos hombres celosos de Daniel aprovecharon esta ocasión para contarle al rey que ni Daniel ni Sadrac, Mesac y Abed-nego estaban obedeciendo la orden de adorarle. Nabucodonosor enfureció y ordenó a tres de ellos que, atados con cuerdas los metieran en el horno de fuego. Antes de que fuesen metidos en el horno, les dio una última oportunidad, pero:

“Sadrac, Mesac y Abednego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: “No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará”.(Daniel 3:16-18 énfasis añadido)

Su fe en Dios era inquebrantable a pesar del extremo peligro. Quizá recuerdes el resto de la historia. Aquellos que estaban pendientes del fuego (incluido el Rey) miraron el horripilante proceso y se quedaron atónitos al ver no a tres hombres, sino cuatro (al parecer el Señor Jesús estaba con ellos) caminando ilesos sin que el fuego ni siquiera les tocase. Su Gran Dios los rescató, y cuando salieron del horno, ni su pelo ni sus ropas olían a humo.

El Rey Nabucodonosor estaba tan estupefacto que emitió un nuevo decreto según el cual, si alguien decía algo ofensivo en contra del Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sería asesinado. Según Nabucodonosor, sería “descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste” (Daniel 3:29).

Pasó el tiempo, y el Rey Nabucodonosor volvió a tener otro sueño que le turbó. En el extraño sueño, una especie de ángel talaba un árbol grande y con mucho fruto. El ángel decía: “Mas la cepa de sus raíces dejaréis en la tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, y pasen sobre él siete tiempos (Daniel 4:15-16).

La sentencia es por decreto de los vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres (Daniel 4:17, énfasis añadido).

No era de extrañar que Daniel fuese el único que pudiese interpretar el sueño. Esta vez, Daniel estaba asustado. “Quedó atónito casi una hora, y sus pensamientos lo turbaban (Daniel 4:19)”. El Rey le dijo a Daniel que podía decirle la interpretación.

Daniel Explica el Segundo Sueño

El árbol que viste…, tú mismo eres, oh rey, que creciste y te hiciste fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra…; esta es la interpretación, oh rey, y la sentencia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor el rey: Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, y con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que lo da a quien él quiere. Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, luego que reconozcas que el cielo gobierna. Por tanto, oh rey, acepta mi consejo: tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad. (Daniel 4:20-27, énfasis añadido)

Aunque Daniel estaba realmente aterrado de contarle a Nabucodonosor, Daniel explicó la interpretación dejando claro que Nabucodonosor debía arrodillarse ante el Dios de Daniel, el Altísimo que realmente gobierna. Desgraciadamente para Nabucodonosor, no tuvo en cuenta el consejo de Daniel. Consecuencia de ello, Dios le quitó temporalmente a Nabucodonosor la soberanía, y éste se volvió loco, viviendo como un salvaje, comiendo hierba como si fuese un animal. Finalmente, le volvió la cordura. Y esto fue lo que pasó.

Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? En el mismo tiempo mi razón me fue devuelta, y la majestad de mi reino, mi dignidad y mi grandeza volvieron a mí, y mis gobernadores y mis consejeros me buscaron; y fui restablecido en mi reino, y mayor grandeza me fue añadida. Ahora yo Nabucodonosor alabo, engrandezco y glorifico al Rey del cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia.(Daniel 4:34-37, énfasis añadido)

Ahora no solo Daniel, sino también Nabucodonosor tenía una alta y adecuada perspectiva de quién era Dios.

Conclusión

La gran pasión de Daniel era Dios, el Dios Altísimo, el Dios del Cielo. Vivió su vida en Babilonia de forma adecuada respetando y venerando a Dios. Nunca olvidó al Dios de sus padres. A veces, Daniel se enfrentó a la muerte por elegir seguir a Dios, y en este proceso, Dios usó a Daniel para proclamar Su Gloria. El Dios de Daniel era grande. En vez de mirar por sus propias necesidades, Daniel servía a Dios como debía, sin importar el coste.

¿Qué puede decir sobre usted mismo? ¿A quién adora y sirve, a usted mismo, o al Gran Dios de Daniel? ¿Tiene una perspectiva adecuada según la Escritura de quién es Dios, o cree que es una mera marioneta que existe para hacerte sentir valioso y especial? Los reyes terrenales vienen y van, pero hay un único Rey que permanece, el que es Rey sobre Reyes, el Dios Altísimo.

Antes de aprender más acerca del Dios Altísimo y de su relación con el hombre en los siguientes capítulos, tómese unos momentos para orar y pedirle a Dios que le ayude a arrodillarse ante Él, servirle y darle honra, teniendo pensamientos sobre Él que no se amolden a lo que este mundo piensa. Quizá ello implique que algunas de sus anteriores creencias sobre el hombre y sobre Dios deban cambiar. Si es así, ¿cuál es su oración?

Capítulo 1

Preguntas de estudio

1. ¿Cómo puede el hombre pervertir su concepto de Dios? Indique tres ejemplos.

2. ¿Qué dice el Señor Jesús acerca de cómo podemos venir a Dios?

Vea Juan 14:6

3. A medida que responda las preguntas de este capítulo, haga una lista con los nombres de Dios que vayas encontrando.

4. ¿Qué era para Daniel más importante que su propia seguridad?

5. ¿Cómo llegó Daniel de Judá a Babilonia?

6. ¿Cuál fue la tarea que se le encomendó a Daniel cuando llegó a Babilonia?

7. Teniendo en cuenta el capítulo 1 del libro de Daniel, ¿cuál fue el primer desafío al que se enfrentó?

8. Cuando el Rey Nabucodonosor amenazó con matar a los sabios (incluyendo Daniel) si no interpretaban su sueño, ¿a quién pidió Daniel ayuda?

9. ¿Qué aprendiste sobre Dios en Daniel 2:20-23?

10. Según el último párrafo de la página 25 y Daniel 2:44-45, ¿cuál es la diferencia entre el reino que la estatua representaba y el reino de Dios?

11. ¿Qué hizo el rey Nabucodonosor después de que Daniel le interpretase el primer sueño?

12. ¿Cómo terminaron Sadrac, Mesac y Abed-nego en el horno de fuego? ¿Cuál fue su actitud justo antes de que los echaran al horno?

13. ¿Por qué tenía Daniel miedo de decirle al Rey Nabucodonosor la interpretación del segundo sueño?

14. ¿Qué consecuencias tuvo para Nabucodonosor no tener en cuenta el consejo de Daniel? Vea Daniel 4:20-27.

15. Según el primer párrafo de la conclusión de este capítulo, ¿cómo veía Dios a Daniel?

 

CAPÍTULO DOS

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El Hombre Religioso en el Puesto del Altísimo

Como hemos visto en el capítulo anterior, Daniel veía a Dios como alto y exaltado. Solía llamarlo el «Dios Altísimo», y orar al «Dios del Cielo». Daniel tenía un gran respeto y reverencia hacia Dios, y en más de una ocasión arriesgó su vida antes que deshonrar a Dios. Daniel tenía la perspectiva acertada acerca de quién era Dios y quién era él. Era un hombre religioso en el buen sentido (Santiago 1:27). En vez de admirar la habilidad que tenía para impresionar a Dios, amaba a Dios y le era fiel. Daniel no era como muchos de los cristianos de hoy en día que tienen una perspectiva no bíblica acerca de quién es Dios y quién es el hombre. En vez de ver a Dios como el «Altísimo», ven al hombre como al «Altísimo» y a Dios como alguien que está en segundo plano. Una perspectiva errónea acerca de quién es Dios hace que tengamos una perspectiva errónea acerca de quién es el hombre. A continuación, veremos cómo es el «Hombre Altísimo» y el error que conlleva tener esta perspectiva.

El Hombre Altísimo

«El hombre Altísimo» no es una perspectiva bíblica de la humanidad. Según esta perspectiva, es el hombre y no Dios el centro de todo y merecedor de gran estima. No podemos negar el gran valor que Dios le ha dado al hombre al crearlo a su imagen y semejanza, pero en esta perspectiva, el hombre va demasiado lejos en su búsqueda de dignidad personal. El hombre «tiene un concepto más alto de sí mismo del que debería tener» (Romanos 12:3). Busca que el valor y la gloria sean para él, y no como las Escrituras nos muestran, buscando a Dios, para darle a Él el valor y la gloria. Aunque esta perspectiva pareciera a primera vista ser similar, la realidad es que resulta en un evangelio falso y en una perspectiva inadecuada acerca de cómo han de madurar los cristianos.

Normalmente suelo pensar en el «Hombre Altísimo» a través de dos grandes categorías: el «Hombre Religioso» y el «Hombre Psicólogo», aunque a veces también es una mezcla de ambos.

De todas formas, independientemente de la categoría en la que queramos clasificarlo, el «Hombre Altísimo» ha sido influenciado por la lógica y la sabiduría del mundo. Debido al hecho de que los pensamientos de Dios son más altos que los nuestros, lo que a nosotros nos parece perfectamente lógico podría en realidad engañarnos. El apóstol Pablo resume la sabiduría del hombre en 1 Corintios 3:19-20:

Porque la sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios; pues escrito está: “Él prende a los sabios en la astucia de ellos”. Y otra vez: “El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos”. Énfasis añadido

La astucia y los razonamientos del mundo no son tan solo inútiles, sino además potencialmente mortales. “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12).

Estas cuestiones son críticas a la hora de tener una perspectiva alta y adecuada de Dios, así como un claro entendimiento del hombre. Es por ello que en este capítulo hablaremos de «El Hombre Religioso en el Puesto del Altísimo» y en el siguiente, acerca de «El Hombre Psicólogo en el Puesto del Altísimo». Ambas concepciones tienen ideas equivocadas acerca de Dios, que se sostienen en la lógica y el razonamiento humanos. Este capítulo explica algunas de las características del hombre religioso, y cómo deberíamos pensar correctamente acerca del hombre.

El Hombre Religioso

El hombre religioso es aquel que, sencillamente, se da mucha importancia. Piensa que haciendo buenas obras se ganará su salvación. Del hombre religioso se suele decir: «si alguien merece ir al cielo es tal persona. Mira todo lo que ha hecho».

La Biblia nos deja muy claro que nadie merece ir al cielo. De hecho, si tuviéramos lo que merecemos, todos iríamos al infierno, la muerte y el eterno castigo. El Apóstol Pablo lo expresó de la siguiente forma: “ya que por las obras de la ley (haciendo buenas obras) ningún ser humano será justificado (declarado salvo) delante de él (a los ojos de Dios)” Romanos 3:20 (explicación añadida). Y también escribió en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”. Dios es santo, mientras que nosotros somos pecadores, por lo que nunca podríamos hacer tantas buenas obras o ser lo suficientemente buenos para poder ir al cielo.

Aparte de hacer buenas obras, el hombre religioso piensa que cumplir los mandamientos y asistir a la iglesia le permitirán mantener su salvación. Esto podría ser así si nuestras obras pudieran salvarnos, pero no es el caso.

Los hijos de Israel eran muy religiosos. Quemaban incienso, ofrecían sacrificios y seguían las celebraciones religiosas que Dios había encomendado a Moisés al pie de la letra. Quizá esté pensando, “¿y qué hay de malo en eso?”. El problema no era lo que hacían, sino no lo que ellos pensaban acerca de lo que hacían. Ellos pensaban que sus rituales los harían aceptables ante los ojos de Dios. Dios les dijo a los israelitas a través del profeta Isaías:

¿Para qué me sirve, dice Jehová, la multitud de vuestros sacrificios? Hastiado estoy de holocaustos de carneros y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos. ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís a presentaros delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna nueva y día de reposo, [a] el convocar asambleas, no lo puedo sufrir; son iniquidad vuestras fiestas solemnes. Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas. Cuando extendáis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multipliquéis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos.

Isaías 1:11-15

El problema de los israelitas no era que hiciesen cosas incorrectas, sino que ofrecían sus sacrificios sin actitud de arrepentimiento. El hombre (apartado de Dios) es religioso por naturaleza, y piensa que tiene la habilidad de agradar a Dios y ser aceptable ante Él.

Además de pensar que puede ganarse su salvación, o mantenerla a través de sus buenas obras, el hombre religioso nunca entenderá cuan “muerto” está en sus “delitos y pecados” (Efesios 2:1). Con esto me refiero a que él piensa que es suficientemente bueno como para elegir ser salvo. Muchos clichés cristianos no hacen más que poner de manifiesto esta percepción, como, por ejemplo, cuando oímos: “Pase al frente y decida entregar su vida a Cristo” Una declaración como esta se basa en que el hombre piensa que es libre para decidir si entregar o no su vida a Cristo. Si bien es cierto que es responsabilidad del hombre arrepentirse y creer y también que la oferta de salvación está delante de él, su voluntad ha sido totalmente corrompida por el pecado. Está tan dañada, que, de hecho, el hombre está ciego y no puede ver que, en primer lugar, depende única y exclusivamente de Dios para ser salvo. Dios tiene un inmenso amor para todos los hombres, pero a aquellos que son llamados de la oscuridad a su luz admirable, Dios les da el deseo de dejar su pecado atrás y darle la gloria a Dios. Es Dios el que escoge y salva y Su elección no está basada en la bondad o decisión del hombre, pues por naturaleza, el hombre nunca elegiría a Dios.

¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno. Romanos 3:9-10, Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él. Efesios 1: 3-4.

Dijo Jesús: “Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero” (Juan 6:44, énfasis añadido).

Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. 1 Pedro 2: 9-10

El hombre religioso está engañado. Se eleva a sí mismo y destrona a Dios. Debido a la elevada imagen que tiene de sí mismo (como si fuera suficientemente bueno como para elegir a Dios y merecer su favor), tiene una imagen muy baja de Dios. Su perspectiva no es correcta. ¿Entonces, cuál es la perspectiva correcta?

La Perspectiva Adecuada del Hombre

A.W. Tozer tenía una perspectiva adecuada acerca de quién es el hombre. De hecho, escribió sobre la obligación del hombre para con Dios.

El hombre tiene una carga abrumadora, su deber para con Dios. Deber que consiste en amarle con toda su mente y toda su alma, obedecerle siempre y alabarle de forma aceptada cada día de su vida. El evangelio tiene poder para quitar esta carga, dar belleza allí donde solo hay cenizas cambiar el espíritu angustiado por alegría. Pero a no ser que el hombre llegue a experimentar el peso de esta carga, no puede comprender el significado del Evangelio. Y hasta que no tenga una visión acertada de un Dios alto y sublime, no podrá ver su carga. Una visión mediocre acerca de Dios destruye el Evangelio.1