“El Encuentro es para el Amor

El Amor es para la Obra

La Obra es para los Hermanos”.

Introducción

Esta obra ofrece al lector una perspectiva diferente sobre la historia y el significado del Camino de Santiago. Esta perspectiva es la de la tradición esotérica e iniciática, aunque soy bien consciente de que estos términos hoy carecen, a fuerza de ser vinculados a ideas ajenas a su significado en el marco de la tradición, del valor que en su contexto espiritual tuvieron en el pasado.

Me ha sido más difícil de lo esperado construir esta obra; por un lado debido a la necesidad de reducir y sintetizar un material mucho más voluminoso y, por otro, por la dificultad de intentar transmitir un mensaje accesible dentro del marco tradicional del conocimiento iniciático. Es mucho más sencillo mostrar las claves del buen saber a las personas que he acompañado por el Camino en distintos viajes, que hacerlo desde la distancia que procura lo escrito. Esto mismo me ocurre en los viajes que organizo a Egipto con la misma intención de mostrar las “claves de lectura” de una enseñanza que es la madre de todo esoterismo y toda iniciación.

El término esoterismo proviene del griego esóteros que significa “oculto”, “reservado” y se lo debemos a la escuela pitagórica aunque su origen está en el antiguo Egipto. Sus características principales consistían en que era un conocimiento que debía ser expresamente solicitado por el aspirante, que era transmitido solo oralmente y que se pedía al que lo recibía guardar secreto sobre el mismo.

En cuanto al término iniciación, este se refiere al momento en que el candidato que lo solicitaba y que debía de reunir las condiciones requeridas, era aceptado dentro de un círculo espiritual en el que participaría de su “energía, enseñanza y estructura” y que representaría para él el marco en el que recorrería la Vía o Camino de crecimiento interior para el que la escuela u orden en la que era aceptado, le ponía a disposición, una metodología, una enseñanza y unas prácticas de trabajo interno.

En cuanto al recorrido de la Vía o Camino, siendo varías las apariencias que ha adoptado a lo largo del tiempo y se reviste, según cada época histórica, bajo distintas formas, la realidad es que solo hay una Vía. Esa Vía es la de la peregrinación del alma en su anhelo de reencuentro con su Creador. La Vía puede ser descrita por medio de varios lenguajes simbólicos que, sin embargo, cuentan la misma historia. Dicho esto, para las gentes de la Vía, solo existía un libro llamado “libro mudo”, mutus liber, y ese era, y es, el Libro de la Vida, lo que en Egipto se conocía como ank o lo “viviente”.

Para esta obra he recurrido especialmente a un mutus liber perfectamente disimulado bajo la forma de un sencillo juego. Este es el de la Oca y muestra un mapa de las etapas del Camino con sus hitos, pruebas, etc. Esto estructura, ordena y da mayor sentido al Camino que ya cuenta con su riquísimo patrimonio simbólico en forma de vidas de santos, leyendas, construcciones, imágenes, etc. Por otro lado, he intentado mostrar al lector algunas “claves de lectura” del buen saber, término con el que se denominaba este conocimiento esotérico.

Dado el tamaño de este libro, me ha sido imposible reflejar en cada etapa las “lecturas” y la enseñanza que podemos encontrar en cada una de ellas. Si Dios quiere eso formará parte de una obra posterior. Sí lo he hecho de modo breve con las etapas que pertenecen a la “Casa del grial” y a las del “Camino de resurrección”- aclararé estos conceptos más adelante- o las que corresponden a las pruebas como la Posada, el Pozo, el Laberinto, etc. Al final, el objetivo es que pueda ser el propio lector el que, visitando un determinado lugar del Camino, sea capaz de “leer” por sí mismo esas claves.

Imagen

Mapa de la Costa da Morte por donde discurre el “Camino de resurrección”.

Premisas

Antes de iniciar el viaje

Estas páginas son, principalmente, una propuesta al lector para que haga el Camino de Santiago y, si ya lo ha hecho, para que lo pueda recorrer de nuevo con una mirada distinta. Sin embargo, esta propuesta de viaje es diferente, en fondo y forma, a la de la peregrinación habitual. En la actualidad, el viaje es muy distinto al de aquellos peregrinos antiguos que estaban expuestos a distintos riesgos y peligros. También, por necesidades de la vida de hoy, la peregrinación está condicionada por el tiempo del que se dispone, algo que no ocurría en el pasado. Si un viajero tiene un plazo para recorrer el Camino, es muy difícil que se recree y, mucho menos que se desvíe, para visitar un lugar que merece la pena conocer aunque se encuentre mínimamente alejado del Camino. De hecho, muchos ni siquiera se detienen en importantes lugares sagrados por el hecho de cumplir etapas ya programadas o para llegar a un albergue antes de que cierre. Y además está el cansancio, para unas piernas fatigadas y unos pies doloridos son más importantes el descanso que caminar solo media hora más y visitar el santuario de tal santo o de tal virgen. Incluso a veces, el viajero no coincide a su paso con el horario de apertura por tal o cual iglesia siendo lo más normal que siga su ruta. Esta propuesta precisa que el peregrino disponga de tiempo, bien en un viaje, o bien en varios, para recrearse y “vivir” las etapas del Camino e, incluso, para poder desviarse de la ruta principal y realizar visitas imprescindibles a lugares cercanos o detenerse en otros desaparecidos que, en su momento, fueron enormemente importantes; valga el ejemplo del Hospital de la Condesa, del que hoy solo subsisten unas ruinas, o la ermita de la Virgen de la Oca.

En cuanto al fondo, nuestra propuesta está vinculada a la Vía iniciática y a un peregrinaje nacido de la necesidad espiritual.

El peregrinaje, al igual que la Vía Iniciática, requiere tiempo. Tiempo de comprensión, de reflexión, de plegaria, de absorción, de metabolización; tiempo para el fruto.

Actualmente recorren el Camino a Santiago hombres y mujeres de diferentes nacionalidades, edad y condición social, caminando o utilizando distintos medios de transporte, haciendo todo el Camino o solo algunas etapas, en cualquier época del año y, sobre todo, guiados por diferentes motivaciones: la devocional, la de encontrar soledad y silencio, búsqueda de expiación, promesas o como desafío deportivo… pero siempre todas poseen una enorme carga de experiencia vital.

Pero la motivación que guía esta obra es otra. Es la de recorrer la Vía desde la perspectiva sagrada y de naturaleza espiritual, la que, en su momento, se llamó iniciática. Y no lo olvidemos, esta perspectiva tiene una raíz religiosa vinculada sobre todo a la religión del antiguo Egipto y a los cultos místicos.

Brevemente podemos definir la Vía iniciática como aquella Vía espiritual no especulativa, sino viviente, que pretende el crecimiento espiritual en Dios y con Dios. Para ello toma como punto de partida el sentido de la trascendencia propio del recuerdo de la verdadera naturaleza original. Frente a uno mismo, la “necesidad de Dios” es el factor de activación.

Para ello, vamos a dar, de modo resumido, una serie de claves que pretenden ayudar a la comprensión de esta perspectiva. Se busca la transformación interior por lo que es griálica, es decir, sigue el proceso de la purificación y también caballeresca, pues persigue los ideales y virtudes del caballero. Por último, hemos de señalar que se trata de una Vía de resurrección, es decir, aspira a evitar la “segunda muerte” y alcanzar la inmortalidad en el seno del Uno Eterno. Sobre estos conceptos volveremos más adelante.

La Vía sacra, la Vía iniciática

Esta obra está construida, por una parte, a través de lo que nos dice la historia, y por otra, con aquello que nos ha legado el conocimiento esotérico. Repetimos que este conocimiento era transmitido oralmente y solo a aquellos que previamente lo habían solicitado y se habían hecho merecedores de recibirlo. De este modo, dicho conocimiento se tornaba necesariamente elitista, pues si pocos eran los que lo solicitaban, menos aun eran los que alcanzaban los méritos suficientes y tenían la paciencia necesaria para recibirlo. Este conocimiento fue llamado en la Edad Media el buen saber.

Asimismo, como en todas las religiones, pero especialmente en el cristianismo, por debajo de las corrientes ortodoxas y los postulados doctrinales triunfantes, siempre fluyeron corrientes heterodoxas, muchas de las cuales supieron sobrevivir al amparo de la discreción y a la sombra del poder establecido. De este modo vamos a “leer” el juego de la Oca como un mutus liber, como un código en clave relacionado con el Camino entendido como “Vía Iniciática” y, por tanto, provisto de sus propios pasos, etapas y obstáculos vistos a la luz de este buen saber.

El Camino de Santiago que se popularizó al abrigo de la ortodoxía y bajo el amparo de la iglesia católica proponía motivos diferentes para peregrinar: penitencias, cumplir votos y promesas, penados de la justicia civil o eclesiástica, solicitud de un milagro o una merced al apóstol, impulso espiritual, deseo de cambio o aventura… Otros, sin embargo, lo hacían para recorrer la Vía, es decir, “iniciarse”, y para ellos el Camino, en cuanto Vía Iniciática, tenía otro significado y estaba regido por otros códigos. En esta Vía Sacra pervive el sentido clásico de la peregrinación, cuyo espíritu trascendente podemos encontrar entre los que emprendían el camino a Eleusis para participar en sus misterios, entre los que peregrinaban al templo de Abydos en Egipto, o entre los que acuden hoy a cumplir el halal a la Meca. De siempre, poner el pie en la Vía e iniciar el viaje implicaba también una partida interior que marcaba el alejamiento y separación de no solo del entorno vital, sino, sobre todo, el distanciarse de uno mismo, de las propias rutinas, creencias, ataduras y máscaras. Se trata de un viaje hacia el interior de uno mismo, tal y como sugiere el recorrido espiral del juego de la oca.

En estas páginas intentaré mostrar algunos de dichos códigos iniciáticos. He tratado de resumir y, a la vez, ser didáctico. Obviamente, muchas cosas quedan necesariamente sin explicar en aras del deseo de sintetizar, pero creo que muchos lectores encontrarán referencias útiles a la hora de poder acercarse a ese buen saber hoy tan maltratado por la ignorancia de un falso esoterismo situado en las antípodas del conocimiento tradicional.

Hubo y todavía hay peregrinos que recorren la Vía de la unión con Dios. Este libro está dedicado a estos últimos, a los del pasado, a los del presente y a los del futuro. Por último, resaltar un hecho evidente: el Camino de Santiago se enmarca en un contexto histórico medieval y tiene su base en el cristianismo siendo en esta religión donde debemos buscar sus claves.

Así que ligeros de equipaje, con el deseo de ser nutridos por la Gracia, provistos de humildad y coraje y bendecidos por el Bendito, iniciamos la Vía.

¡Ultreya!

Claves de lectura

Tradicionalmente se ha vinculado el Camino de Santiago, la Vía, con la Vía Láctea, con un camino celeste, un camino estelar. Un Camino que lleva a un “compuesto de estrellas” o Compostela, la ciudad cuyo escudo muestra una estrella encima de una tumba. Foto 27.

Mucho antes de que en el ideario popular se afianzase la relación cielo-masculino y tierra-femenino debida a los griegos, lo cierto es que durante milenios en Egipto esta relación fue al revés. La tierra se vinculaba con el dios Geb y el cielo con la diosa Nut, representada por una mujer gigantesca con un cuerpo decorado de estrellas. Esta representación femenina del cielo puede verse de modo especial en el maravilloso templo de Déndera, dedicado a la diosa vaca Hathor, la cual con su leche alimenta a todo lo creado. Sin dejar Egipto, es necesario recordar que todos los ritos iniciáticos fúnebres tenían el propósito de que el faraón y, por extensión todo ser humano, se convirtiese en una estrella, tal como la que hay en el escudo de Compostela encima de la tumba. El Camino de Santiago, al igual que estos ritos egipcios, es una Vía que procura transformar al ser humano en un ser celeste tras la muerte.

Los antiguos decían que toda luz, todo conocimiento y toda iniciación venían de Egipto y, efectivamente, todos estos saberes fueron transmitidos discretamente a través de los siglos y se perpetuaron en diferentes corrientes esotéricas y en algunas órdenes iniciáticas, por eso el buen saber podemos rastrearlo hasta el antiguo Egipto.

Si volvemos a la Vía Láctea, la mitología griega nos dice que esta se formó con la leche que manó de los pechos de la diosa Hera, esposa de Zeus. Esta Hera fue asimilada en Roma a Juno, también consorte del dios principal Júpiter. Formaba parte de la triada capitolina y era la diosa de los nacimientos. En su forma sedente era la Regina, y a ella estaban consagradas los gansos u ocas, animales que residían en los jardines del Templo Capitolino. Los egipcios identificaban a la oca con el dios Geb, y a su vez al Nilo con la Vía Láctea.

Pero independientemente de estos referentes, el Camino de Santiago está fuertemente ligado al conocimiento profundo y sagrado del cristianismo, encontrándose en sus enseñanzas sus pilares principales. Uno de ellos es el de la nutrición, mostrado en el misterio de la transubstanciación. La misa es la perpetuación del milagro de la nutrición sagrada en la que, de modo misterioso, el fiel se nutre de la divinidad del Cristo expresada en su carne y sangre. Los elementos mediadores del pan y el vino, cuando son ingeridos por el fiel durante el misterio del banquete, se convierten en la propia carne y sangre de este.