Un día más en el universo
Las cartas de Migue
Lucas Fridman
Fridman, Lucas Archivo Digital: descarga 1. Cartas. 2. Narrativa Argentina. I. Garabal, Martín, ilus. II. Granados, Migue, prolog. III. Título. CDD 808.86 |
© TantaAgua 2019
Av. Córdoba 6040
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
tantaaguaeditorial@gmail.com
Buenos Aires, Argentina
Edición: Julieta Elffman
Arte de tapa: Martín Garabal
Contratapa: Vicky Garabal
Prólogo: Migue Granados
Diseño: Cristina Angelini
bit.ly/TantaAgua
Fb: @tantaaguaedit
Ig: @tantaaguaeditorial
Digitalización: Proyecto451
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Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-86-4361-8
“La vida es así: una de libi, una de culí.
Te puede tocar un takawishi...
pero en general es así:
una de libi, una de culí”.
Dicho popular
Argentina, año 2019
PRÓLOGO
Todas las mañanas, Lucas se levanta y se hace un hermoso café. No solo eso: hace poco su vieja le regaló un aparatito a pilas que sirve para batirlo y que haga más espumita. Al margen de lo virgo que es ese aparatito, Lucas escribe la carta de apertura para el show todas las mañanas.
Yo la escribí solo el primer día, y ya el segundo —como suelo hacer con todo— abandoné. Lucas recogió la birome abandonada, y revivió las cartas para que el programa tuviera un sello propio. Desde entonces, cada apertura tuvo una carta nueva, hablando de lo que él consideraba valioso.
Además de ser un gran músico y productor de la vida, Lucas tiene una sensibilidad artística pocas veces vista en un pendejo que usa zapatillas cancheras. Puede ser gracioso, desagradable, hacerte pensar o hacerte llorar. De hecho, muchas veces he leído sus cartas a los oyentes con un nudo en la garganta, aguantándome el llanto.
Lucas me puso en la boca las palabras más lindas que jamás haya dicho, y en silencio me dejó llevarme los aplausos a casa.
Ojalá las disfruten como yo cada día que llego a la radio.
Migue Granados
EL MIÉRCOLES
Hola. Hoy es miércoles. Y los miércoles estamos todos un poco confundidos. Confundidos no por nuestra culpa, sino por culpa del mismo miércoles.
No es un lunes ni un viernes; no está ni lejos ni cerca del fin de semana. Es un día tibio, cagón, de mitad de tabla, mediocre, que trata de quedar bien con todos y no se la juega por nada ni por nadie. Un día que tiene la peor característica de todas: no dice lo que piensa.
El miércoles es como ir a una heladería y pedirte limón abajo y vainilla arriba. Es como almorzar una ensalada... algo sin sabor, que te hace bien al cuerpo pero mal al alma.
El miércoles es Truman en The Truman Show. El tipo se levanta, se pone un traje y sale a vivir en sociedad. Se hace el educado y arma su personalidad para complacer a todos... Trabaja, sonríe, no se pelea con nadie y cree que le va bastante bien. Pero no se da cuenta de algo importantísimo: su vida es una mentira.
Seguro que todos conocemos a una persona que es miércoles. A esa persona, si la queremos, hoy es el día perfecto para hablarle cara a cara.
Miércoles, ojalá algún día te animes a ser viernes. O a ser lunes, no importa. Lo importante es que hagas lo que sientas sin dejarte llevar por lo que digan los demás. Ojalá en algún momento puedas ser como verdaderamente sos y puedas enfrentar con actitud el abismo de no saber si lo que hacés a la gente le va a gustar o no.
Miércoles, este mundo es una gran mentira. Todos se hacen los bananas pero nadie se anima a cruzar la puerta que cruzó Truman para salir de ese domo gigante. Todos creemos que somos los protagonistas... pero, con suerte, somos actores de reparto.
Miércoles, en los momentos difíciles, si te hieren, no te preocupes. Hay mucha gente podrida que te quiere hundir y decirte lo que tenés que decir o pensar. A esos, dejalos ir. Es muy corta la vida como para desperdiciarla en complacer a los demás.
Y por último, miércoles, te pido perdón. Perdón por no haberte hecho reír en esta carta... Lo que pasa es que a veces necesito recordarme a mí, y de paso a los oyentes, que si hay algo que no hay que ser en esta vida... es un miércoles.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Somos un sábado, los cinco días de la semana.
LOS DESPERTADORES
Acá estamos. Un día lluvioso en la Ciudad de Buenos Aires. En los días así cuesta mucho más salir de la cama, y ni bien nos despertamos lo primero en lo que pensamos es “Por favor, Dios, si de verdad existís, hacé que de alguna manera pueda dormir la siesta hoy. Te lo ruego. Entrego a un familiar si hace falta, pero por favor hacé que hoy yo duerma la siesta”.
Bueno, eso no nos va a pasar porque Dios últimamente tiene la gorra súper puesta y maneja alto patrullero.
Así que en lugar de siesta, el tipo nos da un día más en el Universo: las vacas siguen pastando, los runners siguen corriendo, los colectiveros siguen cruzando 12 carriles de izquierda a derecha para frenar en la parada, los canillitas siguen repartiendo diarios, los escribanos siguen ganando dinero por firmar papelitos y los despertadores siguen sonando en todas nuestras casas con total impunidad.
Los despertadores... esos hijos de la mismísima mierda. El despertador es el símbolo que representa lo mal que hicimos TODO. Podríamos haber hecho un mundo más justo, un mundo más saludable, un mundo mejor... pero no.
Porque el despertador, ese aparatito con el que arrancamos todos nuestros días, no lo inventó ni el diablo, ni Hitler, ni un periodista deportivo que cobra mucha guita por pegar gritos en televisión. Lo inventamos NOSOTROS, los seres humanos. Igual que la cocaína, los cigarrillos, los programas de chimentos o las bombas atómicas.
Cada ring del despertador nos recuerda automáticamente que somos humildes servidores; humildes servidores de no sabemos quién, porque los poderosos, esos que manejan los grandes hilos del mundo, viven la misma tragedia que nosotros... Sí, ellos también abren los ojos con despertadores.
No importa qué sonido le pongas. No importa si te despertás con la música de Titanic, una cumbia de Antonio Ríos o cantos tibetanos que alinean tus chacras...
Cada onda sonora que emite ese despertador es un cachetazo en la cara, un baldazo de agua fría en el pecho, un pellizco en los huevos, o en la vulva, que nos despierta y automáticamente nos para frente al espejo para que, con toda la cara hinchada, nos hagamos la pregunta madre de todas las preguntas: ¿Por qué, de una vez por todas, no explota todo y hacemos el mundo de nuevo?
Y encima... encima... el despertador suena para sacarte del placer de dormir y recordarte... ¿qué cosa?
¿Suena para recordarte que tenés que ir a comprar carbón para hacer un asado con amigos?
NO
¿Suena para que llegues temprano a la fila y te subas antes que un yanqui a una montaña rusa en Disney?
NO
¿Suena para que dos pininos te despierten con caricias en las piernas y después te enjabonen en la bañera mientras te cantan Bohemian Rhapsody?
NO
El despertador suena para recordarte que tenés que salir de tu casa e ir a trabajar.
Por eso, si hoy ser exitoso es despertarte a las 7 de la mañana con un ruido, ponerte un traje caro, un lindo reloj, salir a la calle con tu celular último modelo, subir a tu camioneta y entrar a un laburo donde ganás mucha guita... te comiste el verso.
Te comiste un verso gigante.
No hay nada más lejos del éxito que eso.
Un día exitoso, mis queridos amigos, empieza indefectiblemente sin despertador.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
¿Ahora entienden por qué este programa arranca a la 1 de la tarde?
EL SILENCIO
Acá estamos, un día más en el Universo... y la humanidad sigue destrozada por las mismas garras de la humanidad.
El mundo sigue girando, los despertadores siguen sonando, los runners siguen corriendo, los escribanos siguen dando fe de cosas y yo... sigo diciendo “UT”.
—¿Qué significa UT, Migue?
Nada, señooorrr... Ya lo expliqué una y mil veces. No significa nada, señooor. Es mi manera de decir cosas sin decir NADA, señooor. Es mi manera de contestar preguntas que no quiero contestar, señooor. Es mi manera de terminar conversaciones que no quiero tener, señooor.
En este mundo de hoy parece que es imprescindible decir algo. Lo que sea. Opinar algo, acotar algo... Ya no importa qué. Uno no se puede quedar callado. Hay que twittear, hay que hacer una story, hay que tener una opinión formada del tema del día, hay que bajar línea, hay que opinar sobre la película del momento, sobre la serie del momento, sobre Messi, sobre Cristina, sobre Macri... HAY QUE.
Es como si toda esta vorágine que nos envuelve nos hiciera tenerle miedo al silencio.
Como Atahualpa, que en el cielo, en una reunión llena de artistas, pensadores y filósofos, cuando todos estaban callados, se paró y gritó a los 4 vientos: “¡Le tengo rabia al silencio por todo lo que perdí. Que no se quede callado quien quiera vivir feliz!”
Y ahí nomás, Confucio, un filósofo chino que estaba meditando, abrió los ojos y dijo: “Atahualpa, el silencio es el único amigo que jamás te traiciona”.
Francis Bacon se sacó la pipa de la boca y exclamó: “El silencio es la virtud de los locos”. Y Beethoven, para apoyar la causa, sacó las manos del piano y dijo: “Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”.
Una reunión caótica, porque Miles Davis (que parece que en el cielo es bastante amigote de Beethoven porque plantan flores juntos) apoyó la causa, y dijo: “El silencio es el ruido más fuerte, quizás el más fuerte de todos los ruidos”.
Y Shakespeare no podía faltar, obvio: “Estimados, tienen razón en todo lo que dicen. Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”.
Ahí se armó el revuelo porque ya hablaba cualquiera. Un literato inglés gritó “¡El silencio es un gran arte para la conversación!”, (*) y un filósofo alemán gritó más fuerte para decir “¡Es verdad, hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores!” (**).
Y, cuando reinaba el caos en esa reunión, todos gritaban, todos decían cosas y parecía que estaban de acuerdo en linchar a Atahualpa por su frase sobre el silencio, apareció una religiosa italiana, una monja, de baja estatura, que se paró arriba de una mesa, levantó las manos y esperó a que todos hicieran silencio.
Cuando todos se callaron y volvió el orden a la sala, dijo en voz bien baja: “Basta de silencios. Gritad con cien mil lenguas. Porque, por haber callado, el mundo está podrido. Por haber callado los despertadores siguen sonando, los runners siguen corriendo, los escribanos siguen dando fe de cosas... y parece que ahora en los medios hay un colorado al que le pagan por sacarse cosas del ano y decir UT”.
Bueno... con qué quedarnos, ¿no? Estamos de nuevo frente a frases que se contradicen y son todas ciertas. Pensamientos sobre el silencio que son opuestos e igual nos convencen.
Porque con el silencio pasa lo mismo que con las palabras. Hay que saber qué palabras decir, y cuándo. Hay que saber qué palabras escuchar, y cuándo.
Vivimos en un mundo donde todos dicen de todo... y por eso hoy es un artista el que sabe cuándo hablar y cuándo no; el que sabe cuándo escuchar y cuándo no.
Recién ahí, cuando aprendamos eso, quizás podamos salvar a la humanidad de las garras de la humanidad... Mientras tanto, acá estoy yo, sacándome cosas del ano y diciendo “UT”.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
¡Aia, Lucas, me duele...!
*- La frase es del periodista estadounidense Henry Hazlitt.
**- En realidad, lo dijo el político inglés Benjamin Disraeli. Pero meter un filósofo alemán siempre garpa.
LOS VIERNES
Acá estamos, un viernes más en el Universo. Y eso nos hace bastante felices. No solo porque el dólar se va a quedar quieto al menos dos días, sino porque el viernes, por definición, es el día de la esperanza.
Es el día en el que laburamos como imbéciles igual que los lunes, los martes, los miércoles y los jueves pero, por algún motivo, sentir la puntita del fin de semana nos vuelve un poco más optimistas.
Los viernes son para pasar desapersa. Para resolver únicamente lo urgente y rajar del laburo lo antes posible. Escondé la basura debajo de la alfombra y pateá todo para el lunes, que ya es un día de mierda por sí solo. Hoy no plantees ideas locas ni proyectos pretenciosos, para eso están los martes.
El viernes es el día donde postergamos cosas con alegría, donde gastamos guita que no tenemos, donde decimos más SÍ que NO, donde leemos todos los mensajes de los grupos de WhatsApp y donde empezamos a comer y escabiar como si el mundo se acabara mañana.
Por eso, los viernes, son el día ideal para respirar hondo e imaginar que el mundo puede ser un lugar distinto.
Vamos a imaginar que no existen las responsabilidades, las guerras, los helados light, la corrupción, las galletitas sin sal, las rutas doble mano, el cáncer, los jefes, el café descafeinado, la pobreza, la cerveza sin alcohol, la hipocresía, los despertadores, y la gente que le pone a su bebé “Claudio”, “Alberto”, “Hugo”, “Elsa”, “Carlos”, “Jorge”... o peor: “Aníbal”.
Vamos a imaginar que la ensalada de frutas no figura en el menú de postres.
Vamos a imaginar que las luces de los patrulleros son suaves y no provocan choques ni ACVs.
Vamos a imaginar que el chocolate no engorda.
Vamos a imaginar que los docentes ganan más que los jugadores de fútbol y que el gobierno saca un plan llamado Mollejitas con limón y sal bien crocantes para todos y todas.
Vamos a imaginar que el fin de semana dura 3 días en lugar de 2 y que los científicos ya descubrieron la cura contra los fanáticos del crossfit.
Vamos a imaginar que Despacito tiene solo dos reproducciones en YouTube y que, encima, fueron por error.
Vamos a imaginar que todos los baños químicos del mundo están limpios.
Y ahora vamos a respirar hondo de nuevo y vamos a imaginar una cosa más. Imaginemos que hoy es el último día de tu vida... ¿Harías dieta? ¿Te bañarías? ¿Irías a laburar? ¿Pagarías impuestos? ¿Ahorrarías? ¿Irías al dentista? NO
Bueno, ese es el concepto de este programa.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Y buen viernes para todo el mundo.
LOS TRÁMITES
Hoy tuve que ir al centro a hacer un trámite. Mientras abría la puerta de mi casa pensé: ¿Hay algo peor para el alma que hacer un trámite? ¿Hay algo que nos aplaste más la cabeza que la burocracia, los papeleríos, los sellos, los bancos, los mostradores y los turnos?
Sí, que te digan que no funciona el sistema.
Cuando me dicen eso yo lo tomo de manera literal. No me imagino un software que dejó de funcionar. Me imagino que hay un verdadero problema con el sistema general, con el sistema en el que vivimos. Se cayó EL SISTEMA.
Año 2019 y todavía no pudimos terminar con un montón de cosas: las rutas doble mano, la corrupción, los fitfluencers, las guerras, los gimnasios de crossfit y los despertadores... Pero fundamentalmente no pudimos terminar con la burocracia.
Hacer trámites (por más que ya existan el home banking, las aplicaciones y el 4G) sigue siendo una poronga. Se nos va un pedacito de vida, de alma, de salud y de esperanza, en cada pantalla que emite un pitido para pasar del turno 324 al 325.
Hacer trámites es lo que nos recuerda de un sopapo que somos humildes servidores... humildes servidores tratando de hacer un mundo menos peor.
Por eso, para compensar tanta frustración, se me ocurrió una idea, una solución. Hice un cuadrito sinóptico muy básico, casi de escuela primaria.
En la columna de la izquierda pongo esas situaciones que hacen que nuestra vida sea una poronga. Y en la de la derecha, pequeñas cosas que la compensan.
Y mi sistema funciona así: si logro juntar más cosas en la columna derecha que en la izquierda, mi día es un éxito. Por ejemplo:
– Despertarse con despertador (a la izquierda) se compensa con desayuno nutritivo a la derecha: café con leche y 7 medialunas.
– Pagar impuestos (a la izquierda) se compensa con ver Toy Story por vez número 154 (a la derecha).
– Ir a cobrar un cheque sin fondos se compensa con descorchar
un vino.
– Tener jefe se compensa con mearle el café una vez por semana.
– Viajar en un bondi lleno se compensa con clavar auriculares, poner el volumen al palo y escuchar una linda canción.
– Pisar mierda se compensa con acariciar un perrito en la calle. (Chicos... no compren perros. Compren dólares, es mejor inversión).
Pero lo más importante es que cualquier cosa que pongas en la columna de la izquierda, se compensa si a la 1 de la tarde sintonizás este programa.
Para eso fue diseñado. Para eso fue inventado.
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Esta carta la escribí sentado, en mi celular, frente a un mostrador, con un numerito en mi mano que decía TURNO 688.
Y adivinen si el sistema finalmente anduvo... OF COURSE QUE NO, SEÑOR...
LA IMAGINACIÓN UN LUNES
Hoy me desperté y, mientras bajaba la escalera para ir a la cocina, escuché el ruido de un sobre que alguien deslizó por debajo de la puerta de mi casa.
Me agaché y lo levanté. Como no había ningún indicio de que fuera de la AFIP, lo abrí.
Era una carta, escrita a mano, que decía lo siguiente:
Hola, Migue. No me conocés. Mi nombre es Ariel Víctor y mi trabajo es equilibrar las fuerzas en el Universo. Voy a ser breve porque sé que tu capacidad de atención es limitada.
Lamentablemente hace dos días que no haces otra cosa que rascarte los huevos. Así que solo quería recordarte que hoy es lunes y te toca laburar. Laburar en serio.
Abrazo.
Ariel Víctor
Bienvenidos a Últimos Cartuchos.
Imaginemos más seguido.
Viajar con la cabeza es gratis.