Foca / Investigación / 172
Luis Gonzalo Segura
En la guarida de la bestia
La situación de la mujer en el Ejército español
El presente es el único texto crítico existente a fecha de hoy sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. El único trabajo que ha juntado las piezas del puzle para facilitar una visión de conjunto que permita a la ciudadanía tomar conciencia de la magnitud de un problema tan grave como es la impunidad de la violencia sobre la mujer en el seno del Ejército, y que ello suponga un punto de encuentro y reflexión desde el que impulsar un imprescindible cambio.
Dividido en dos partes, en la primera se presentan denuncias de acoso en cuatro periodos de tiempo y, en la segunda, se analizan con la intención de extraer conclusiones en forma de patrones y estadísticas. Y los datos resultan muy reveladores: un número de denuncias y de condenas muy bajo, una clara tendencia a proteger a los denunciados y expulsar a las denunciantes, una ausencia de control político y una falta de interés mediático.
Así pues, el objetivo de este libro es claro: que cuando acontezca un delito de esta naturaleza, las víctimas encuentren un respaldo institucional que las proteja y una estructura legal que les ofrezca todas las garantías de independencia e imparcialidad exigibles. Todo lo cual se resume en una premisa que convendría que el lector recordase cada vez que visualice un abuso, un acoso o una agresión, y le parezca incomprensible la resolución que se da al mismo: desaparición o restricción de la Justicia militar a tiempos de guerra, conflictos militares y delitos de naturaleza exclusivamente militar.
Luis Gonzalo Segura es exteniente de las Fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos. Colabora de forma habitual con el diario digital Público, Russia Today y la revista El Jueves, medios en los que cuenta con sección propia. Es autor de El libro negro del Ejército español (2017), así como de las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015).
Diseño e ilustración de cubierta
Juanjo Cuerda
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© Luis Gonzalo Segura, 2019
© Ediciones Akal, S. A., 2019
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 918 061 996
Fax: 918 044 028
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ISBN: 978-84-16842-41-4
Prólogo
Las cifras del horror
En la guarida de la bestia constituye el único ensayo crítico existente a fecha de hoy, mayo de 2019, sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. Es el único trabajo que ha juntado las piezas del puzle para facilitar a la ciudadanía una visión de conjunto que le permita tomar conciencia de la magnitud de un problema de enorme gravedad, y que ello suponga un punto de partida desde el que encontrar una solución. Solución, por otra parte, que no requiere de un ejercicio de ingenio extraordinario, sino que consiste en evolucionar desde lo anacrónico en España hasta lo común en Europa, esto es, la restricción de la Justicia militar a guerras, conflictos armados y delitos de indudable y exclusiva naturaleza militar.
Ser el único ensayo crítico supone, como ya ocurrió con El libro negro del Ejército español en 2017, una mala noticia. Una muy mala noticia que demuestra hasta qué punto sigue siendo un tabú informar sobre lo que sucede en las Fuerzas Armadas. Este libro lo podría haber escrito cualquiera y a la vez ha terminado siendo inaccesible para la mayoría, pues escribirlo ha sido tan sencillo como reunir las noticias sobre acosos y agresiones sexuales y analizarlas, pero tan complejo como extraer conclusiones demoledoras para la cúpula militar, la clase política y los medios de comunicación, pues quien lo hubiera hecho habría sido condenado al ostracismo, defenestrado, incluso expulsado, con mayor o menor sutileza, de su trabajo si este se desarrollara en algún medio u organismo al que las garras de las Fuerzas Armadas hubieran podido llegar. Algo similar a lo que vivieron Miguel Ángel Aguilar o John Carlin en El País, Pedro J. Ramírez en El Mundo o Willy Toledo en el ámbito cinematográfico. Todos ellos ciudadanos con sensibilidades e ideologías dispares que, en un momento dado de sus vidas, compartieron algo en común: haber transgredido la línea de lo permitido. Porque España no es país para críticos ni para voces discordantes.
El resultado de este trabajo, por otra parte, es en muchas ocasiones repugnante, por el relato de los acosos y las agresiones sexuales, y absolutamente desesperante y desolador, por sus consecuencias: ellas, las víctimas, son expulsadas; ellos, los denunciados, son ascendidos, condecorados y protegidos, tanto por el entorno como por la cúpula y la Justicia militares. Todo ello ante el beneplácito del poder político, incluidos los ministros y ministras socialistas, y la indiferencia y la connivencia de los grandes medios de comunicación.
Aunque no ha resultado sencillo –desgraciadamente, a día de hoy sería imposible que el Ministerio de Defensa accediera a permitir una profunda investigación de toda la documentación jurídica de las denuncias de acoso y agresión sexual que se han producido en las Fuerzas Armadas–, al menos en este ensayo se han podido reunir 30 denuncias por acoso sexual o laboral sobre mujeres. Además, también se han trabajado cinco denuncias de madres militares y una última denuncia mediática de una militar una vez concluyó su vinculación con las Fuerzas Armadas (Patricia Campos). Finalmente, se han reseñado otras cinco denuncias a mujeres militares producidas en el último año –de las cuales no hemos vuelto a tener información alguna–, dos casos de acoso sexual entre hombres y un caso de agresión sexual de un sargento a mujeres civiles fuera de los cuarteles.
El número de denuncias cotejado es, en suma, más que significativo, sobre todo si tenemos en cuenta que antes de 2003 se produjeron menos de 20 denuncias, no todas ellas jurídicas (en el libro se analizan 5 denuncias jurídicas); entre 2003 y 2013 se produjeron 62 denuncias de naturaleza sexual, que luego se ampliaron a 174 en el periodo entre 2004 y 2015, pero incluyendo acoso laboral (en el libro se analizan 20 denuncias jurídicas), y entre 2016 y 2017 se produjeron otras 62 denuncias de naturaleza sexual, 32 jurídicas y 30 expedientes disciplinarios (de las que se analizan 5 denuncias jurídicas). Una cifra que se ampliaría en 2018 en 28 denuncias más, aunque desconocemos si fueron jurídicas o penales; en el libro se mencionan 5 de ellas. Resulta preocupante y chocante que de estas últimas 5 no se pueda ofrecer ningún tipo de información sobre su evolución, al haber desaparecido de los medios.
Además, de las 12 condenas que se produjeron desde 2004 hasta 2018 (entre 2016 y 2018 no hubo ni una sola) analizamos 6 de ellas (hay que tener en cuenta que, de esa docena, 2 fueron entre hombres y también se incluyen en este libro), lo que da una idea de la opacidad militar.
Por tanto, más de cien denuncias por delitos de naturaleza sexual han constituido noticia de relevancia, y eso es alarmante. Pues la ausencia de información ha sido clave para que la imagen de lo que acontece en las Fuerzas Armadas sea una fotografía completamente distorsionada y retocada, en favor de lo que la Institución desea. Obviamente, la existencia de este retoque fotográfico también desnuda a los medios de comunicación, por no cumplir con su obligación de fiscalización del poder, a los propios políticos, especialmente a los que tuvieron altos puestos en el Ministerio de Defensa, y a los altos mandos militares, aquellos que ocuparon los cargos de JEMAD, JEME, JEMA o AJEMA, por su negligencia o connivencia al no emprender los estudios y las acciones necesarias para solucionar un problema que periódicamente emitía desesperadas señales de alerta en los medios.
Además, cabría señalar que en este libro también se analizan dos casos que fueron juzgados por la jurisdicción ordinaria y que concluyeron con la condena de los acusados y su expulsión de las Fuerzas Armadas. Aspecto este último enormemente relevante por cuanto delimita con claridad que, cuando el delito es cometido sobre una mujer militar en un espacio militar, los condenados no son expulsados. De hecho, el único expulsado es el soldado que violó a una cabo, y llama mucho la atención que fuera un militar de menor rango que la víctima. Hasta ese punto llega el clasismo. Sin embargo, cuando los delitos son cometidos por militares contra mujeres militares fuera de los espacios militares, la condena supone la expulsión del militar condenado. Asimismo, cuando el delito es cometido por un militar sobre una mujer no militar, la condena también supone la expulsión de aquel. Por si fuera poco, las condenas en los casos en los que juzga la jurisdicción ordinaria son más gravosas que aquellos en los que juzga la jurisdicción militar. Lo comprobaremos.
Así pues, podemos concluir que, en España, el mismo delito puede tener consecuencias diferentes según el lugar en el que acontezca y la profesión de la víctima, algo completamente contrario a un Estado de Derecho y que tiene su origen en el anacronismo y contrasentido que supone la existencia de la Justicia militar fuera de tiempos de guerra, escenarios en conflicto bélico y delitos de naturaleza exclusivamente militar. Una Justicia de militares para militares.
Por tanto, si usted es militar y quiere agredir sexualmente a mujeres y, a la vez, tener la garantía de conservar el trabajo, debe seguir las siguientes reglas:
1) que la víctima sea militar, porque, si es civil, le juzgará la jurisdicción ordinaria y, si le condenan, las Fuerzas Armadas le expulsarán;
2) que la víctima tenga menor o igual rango que usted, pues, si tiene más, el tribunal puede entender que está rompiendo la disciplina, y
3) que el delito acontezca en un espacio militar, para evitar que la jurisdicción ordinaria tenga capacidad de intervenir.
En el 100 por 100 de los casos en los que se han cumplido estas tres premisas, aun cuando se haya producido condena, los militares han conservado su puesto de trabajo.
Por otra parte, la metodología que hemos utilizado se ha basado en recopilar la información periodística existente sobre las denuncias de acoso y agresión sexual a mujeres militares, así como aquellas que tienen que ver con el género, como es el caso del acoso a madres militares o el acoso laboral a mujeres. A pesar de la ausencia de información más fiable y completa, los resultados que arroja el análisis de lo disponible, revelan la existencia de patrones claros en cuanto al número de denuncias, la tasa de condenas, la dureza de estas, los perfiles de los denunciados y de las denunciantes, y la sistemática continuidad laboral de los denunciados y/o condenados. Y ya anticipo que el resultado es demoledor.
Una vez recopilada la información y los casos, he dividido el texto en dos partes. En la parte primera («En la guarida») se presentan las denuncias de acoso sexual en cuatro periodos de tiempo (Capítulos 1 a 4):
1) entre 1988 y 2004, los años que comprenden la incorporación de la mujer en el Ejército y la finalización del último Gobierno de José María Aznar (PP);
2) entre 2004 y 2011, los años pertenecientes al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE);
3) entre 2011 y 2016, los años pertenecientes al Gobierno de Mariano Rajoy (PP), y
4) entre 2016 y 2019, pues, aun comprendiendo Gobiernos de Mariano Rajoy, entre 2016 y 2018, y Pedro Sánchez, 2018 a 2019, son años en los que existe una mayor información gracias a un estudio –muy somero, incompleto y diplomático– sobre las agresiones y los acosos a mujeres dentro de las Fuerzas Armadas. Motivo más que suficiente como para analizar este periodo de forma diferenciada.
Al tratarse de un trabajo basado en información periodística, se toma como fecha de referencia la publicación de la denuncia y no aquella en la que la se realizó esta o en la que acontecieron los hechos, pues a veces hay bastante distancia temporal entre las tres fechas. Esto se debe a que un acoso o agresión sexual no genera ningún tipo de consecuencia en la sociedad, en la clase política o en la cúpula militar hasta que no es publicado. Y muchas veces ni siquiera entonces. Pongamos, por ejemplo, el caso de Zaida: tanto el acoso sexual como su posterior denuncia se produjeron durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y el tándem ministerial de Carme Chacón y Julio Rodríguez; sin embargo, la repercusión mediática no comenzó a producirse hasta los años 2013 y 2014, cuando la noticia fue publicada en un diario de referencia nacional, y su explosión no llegó hasta marzo de 2015, con la emisión de una entrevista en un conocido programa televisivo.
Para completar esta parte, se han tratado en distintos apartados (Capítulos 5 a 9): las agresiones verbales a mujeres; la mentalidad predominante, tanto en el mundo militar como en la sociedad, de victimizar al denunciado; el acoso a las madres militares; el acoso y el maltrato que pueden llegar a sufrir las mujeres militares que ostentan altos cargos o puestos de relevancia, y la escasez de mujeres en la cúpula militar. Un penúltimo capítulo (10) desliza un gran drama que permanece doblemente oculto en el mundo militar: los delitos sexuales entre hombres y mujeres del mismo sexo, y uno último (11) deja en evidencia la propia existencia de la jurisdicción militar y demuestra el entramado jurídico y la connivencia de cúpula y Justicia militares para proteger a los acosadores y agresores sexuales.
En la segunda parte («La bestia»), se han analizado en dos capítulos las denuncias tratadas en la primera parte con la intención de extraer patrones, conclusiones y estadísticas. Y ello no ha sido complejo, pues existen datos muy reveladores al respecto: un número de denuncias y de condenas muy bajo, una clara tendencia a proteger a los denunciados y expulsar a las denunciantes, una ausencia de control político y una falta de interés mediático.
Para finalizar, quisiera dejar claro que este libro no podrá erradicar para siempre los delitos de naturaleza sexual en las Fuerzas Armadas; seguramente no sucederá nunca, ni en las Fuerzas Armadas ni en ningún otro ámbito de la sociedad, pero es nuestra obligación hacer todo lo que esté en nuestras manos para que esto suceda lo menos posible y para que, cuando acontezca un delito de esta naturaleza, las víctimas encuentren un respaldo institucional que las proteja y una estructura legal que les ofrezca todas las garantías de independencia e imparcialidad exigibles. En el caso de las Fuerzas Armadas esto se resume en una premisa que acompañará todo lo escrito y que convendría que el lector recordase cada vez que lea acerca de un abuso, un acoso o una agresión, y le parezca incomprensible la resolución que se da al mismo: desaparición o restricción de la Justicia militar a tiempos de guerra, conflictos militares y delitos de naturaleza exclusivamente militar.
Antes de que el lector se introduzca en un inframundo en el que la violencia a la mujer no sólo está permitida sino amparada y premiada, en algunas ocasiones con casos absolutamente repulsivos, conviene señalar que tras todos estos relatos hay dramas terribles (lo reseñado en este libro afecta a un centenar o más de mujeres, y a varios hombres). En los últimos cinco años, muchos militares, hombres y mujeres, se han puesto en contacto conmigo para revelarme las duras situaciones que han atravesado o atraviesan, y en varias ocasiones, mientras hablaban conmigo, han sugerido que tenían intención de suicidarse o que lo habían intentado; en algún caso lamentablemente se acabó consumando.
Siempre tendré en mi recuerdo a Edu y a Elena. Edu falleció, junto con otros tres militares más, en cuatro accidentes en vehículos BMR y Lince que se produjeron en mayo y junio de 2018, sin que sirviera de nada lo que yo denunciaba en un capítulo de El libro negro del Ejército español en octubre de 2017 para explicar que constituyen trampas mortales. Fallecido Edu, Elena intentó por todos los medios que el Partido Socialista, y Margarita Robles, llegaran hasta el final. Sin embargo, la investigación, como tantas otras, se cerró de aquella manera tan característica por la Justicia militar. En septiembre de 2018, un sábado, hablamos y me envió un ejemplar del libro que había escrito para que nadie olvidara la muerte de Edu ni sus causas. Quedamos en conocernos. Poco después se arrojó por un puente y me dejó una carta. Cumpliré lo mejor que pueda, Elena.
Por todas ellas, por el drama que sufren, por el infierno al que las han condenado y del que en muchas ocasiones no son capaces de salir, he escrito este libro.
Parte I
En la guarida