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Dirección de la obra: José M. Parramón Vilasaló

En el pais de los

mongoles

Texto: Isidro Sánchez

Ilustraciones: Conxita Rodríguez

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Munlik, el niño mongol

Munlik acaba de cumplir diez años. Tiene el pelo negro, la piel amarilla oscura y los ojos oblicuos. Es un niño mongol.

Su país, Mongolia, es pobre. El clima es muy duro. Nieva y hace mucho frío en invierno y, en verano, llueve tan poco que la tierra es muy seca y casi no se cultiva.

El territorio de Mongolia, tres veces más grande que España, se describe tan sólo con dos palabras: desierto y estepa.

El desierto es uno de los más grandes de la Tierra: el de Gobi. La estepa es una inmensa llanura sin montañas ni árboles.

Sólo al norte del país, junto a los grandes lagos Ouus Nour y Khöusqöl y en los montes Khingan, hay frondosos bosques, en los que viven manadas de renos y ciervos.

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Ulan Bator, una ciudad moderna

En Ulan Bator, la capital de Mongolia, vive Munlik con sus padres. Es una ciudad pequeña. Pero para el pueblo mongol es una gran ciudad.

Porque los modernos edificios o las fábricas de pieles de Ulan Bator son grandes signos de riqueza para un pueblo como el mongol, que ha sido siempre pastor y no está acostumbrado a vivir en ciudades.

Pero otros mongoles, como Munlik y su familia, no son pastores y viven en las pocas y pequeñas ciudades que hay en Mongolia.

Munlik vive con sus padres en un barrio de altos bloques de viviendas iguales recién construido.

En el pequeño piso, Munlik y su familia disponen de algunas comodidades modernas, como el aparato de radio que tienen en el comedor, sobre un viejo mueble lleno de fotografías.

Hulun, la madre de Munlik, prepara la cena en la cocina, mientras el niño y su padre esperan en el comedor. Es una cocina sencilla y pequeña. Pero Hulun se siente muy orgullosa de ella.

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El piso es propiedad del Estado. Porque en Mongolia, el Estado es el propietario de las viviendas, las fábricas, las tiendas o los autobuses.