Portada

Titulo original: THE WATER-BABIES, 1863
 (Edición basada en la publicada en 1889
por Macmillan & Co.)
Edita: REY LEAR, S.L.
www.reylear.es
© De la traducción, Berta Roda, 2007
Derechos exclusivos de esta edición en lengua española
© REY LEAR, S.L.
Ilustración de cubierta de Linley Sambourne,
coloreada por Toño Benavides
ISBN: 978-84-92403-64-6
Diseño y edición técnica: Jesús Egido
Corrección de pruebas: Juan Lázaro y Pepa Rebollo
Traducción de los poemas versificada por Luis Alberto de Cuenca
Producción: REY LEAR
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LIBRO SIN LIBRO, 2011
www.librosinlibro.es

PRESENTACIÓN

COETÁNEO DE CHARLES LUTWIDGE DODGSON (más conocido como Lewis Carroll), Charles Kingsley también fue clérigo y aficionado a la ciencia. Les une algo más: Kingsley con Los niños del agua (1863) y Carroll con Alicia en el País de las Maravillas (1865) escribieron dos de las obras más fantásticas e inclasificables de la historia de la Literatura. Siglo largo después de que fueran publicadas, ambas siguen vivas e, incluso, han logrado superar el ámbito juvenil al que inicialmente parecían dirigidas, para acabar convertidas en clásicos absolutos leídos y disfrutados por el público adulto.
Editores de todo el mundo no cesan de reeditarlas, salvo en España, donde la novela Los niños del agua es prácticamente desconocida. ¿Por qué? Tal vez habría que buscar las razones en la ideología socialista de Kingsley, tan antipática durante más de cuarenta años a quienes regían la política y, por tanto, la cultura española. Sin embargo, Walt Disney, que no ha pasado a la historia por su progresismo, tuvo más juicio que los censores del franquismo y en 1935 realizó una corta versión en dibujos animados de Los niños del agua, que ocupó un capítulo de la serie Silly Simphonies. El propio Disney, además, presentó personalmente su versión ante los espectadores, destacó en ella la importancia del libro de Kingsley e ilustró su exposición con imágenes del dibujante Linley Sambourne, las mismas que acompañan a esta edición.
Charles Kingsley nació en 1819 en Holne, localidad de Devonshire próxima a Dartmoor. Su padre era un clérigo protestante que matriculó a su hijo en el King’s College de Londres y, posteriormente, en Cambridge. A los cuarenta años, el autor de Los niños del agua fue nombrado capellán de la reina Victoria y al mismo tiempo emprendió su carrera literaria con el poema dramático The saint’s tragedy.
Convencido liberal e idealista, junto a varios amigos creó el grupo de los socialistas cristianos, lo que le provocó serios enfrentamientos con los sectores más conservadores de la iglesia, comandados por el vicario anglicano John Henry Newman, que acabaría siendo ordenado cardenal de la Iglesia apostólica romana. Kingsley, que jamás ahorró una oportunidad para enfrentarse a Newman, impartió historia moderna en Cambridge y fue canónigo de la abadía de Westminster, lo que no le impidió escribir una extensa obra, recopilada en veintiocho volúmenes, en la que hay desde ensayos y poemas a novelas históricas y fantásticas. De su extensa producción, el título que le ha permitido pasar a la posteridad es The Water-Babies. Murió en Eversley, localidad del condado de Hampshire, en 1875.
Los niños acuáticos
Publicada cuatro años después que El origen de las especies de Charles Darwin, Los niños del agua se ha confundido a menudo con un relato meramente infantil aunque, al igual que las principales novelas de Lewis Carroll, supera con creces cualquier barrera de edad. La historia arranca con tintes que la aproximan al Oliver Twist de Charles Dickens, obra escrita veinticuatro años antes. Tom, un deshollinador de diez años, explotado cruelmente por su amo Grimes, se cae por la chimenea de una casa de campo a donde ha sido llevado a trabajar. El accidente provoca un enorme revuelo en la finca y Tom sale huyendo hacia un arroyo en el que, aparentemente, se ahoga. Pero no muere, y se transforma en un niño acuático, un niño del agua, que deberá madurar con la ayuda de las hadas y las criaturas marinas hasta convertirse en un nuevo ser más libre y responsable.
Kingsley introduce en la novela todos los asuntos de la vida que le interesaban: la esclavitud infantil, la calidad del sistema educativo, la relatividad del conocimiento, los errores científicos y la evolución de las especies defendida por Darwin. La novela se la cuenta a un niño, presumiblemente a Grenville Arthur, el hijo menor de Kingsley al que está dedicada. Con una arquitectura sorprendente, intenta entablar un diálogo con el lector en el que todo es posible gracias a la fantasía, indaga en la naturaleza como reflejo de la realidad divina y, mediante parábolas y relatos incorporados a la trama central, aporta algunas ideas respecto a la degeneración de las especies que tardarían más de un cuarto de siglo en ser aceptadas y empleadas habitualmente por los novelistas.
Al igual que Carroll, inventa todo tipo de términos imaginativos, provoca situaciones surrealistas y emplea un lenguaje todavía más directo y coloquial que el que aparece en las aventuras de Alicia. Los niños del agua está plagada de ironías y referencias a su época, que en esta traducción han intentado despejarse con notas a pie de página. Kingsley no deja títere con cabeza y con valiente libertad arremete contra la formación del profesorado o la arquitectura pública británica que le parece poco funcional o desagradable. Sólo hay que leer la descripción que hace en el primer capítulo sobre los edificios de la villa Harthover para comprender que tampoco los movimientos arquitectónicos se escapaban a su interés y conocimiento.
Al mismo tiempo que evidencia su enorme cultura interdisciplinar, también hace gala de un extraño sentido del humor tan potente como absurdo. Es curioso que en el texto figuren continuas referencias peyorativas a los irlandeses, en contraposición con las virtudes que atribuye a escoceses e ingleses. Sin duda, las críticas de Kingsley encierran un ajuste de cuentas con Newman y los católicos papistas, religión mayoritaria en Irlanda, de ideas más conservadoras que las defendidas por los anglicanos y, dentro de éstos, sobre todo, por los más avanzados socialistas católicos.
Novela de novelas, que también puede leerse por cualquier parte, como si se tratara de un libro de consulta por la cantidad de digresiones y apostillas a la trama principal, su rareza la hace inclasificable e incluso hoy en día encierra un carácter novedoso que evidencia con claridad la capacidad del autor para adelantarse a su tiempo; al suyo y quién sabe si también al nuestro.
Por ella, aparte de los protagonistas humanos, desfilan numerosas especies animales y vegetales, lo que manifiesta el enorme cariño y conocimiento de su autor por la Naturaleza. Pero, sobre todo, prevalece la imaginación, la misma que alentó a Jonathan Swift a escribir Los viajes de Gulliver (1726) y a Rudolf Erich Raspe Las aventuras del Barón de Munchausen (1785). Ambos libros aparecen citados en la novela de Kingsley, lo que da prueba de su gusto por un tipo de fantasía peculiar y desbordante. El mismo del que haría gala Carroll en sus maravillosos libros sobre Alicia.
La magia de Los niños del agua ha atraído tradicionalmente a un gran número de dibujantes que han puesto cara a sus personajes. Además de Walt Disney, se han acercado a la novela artistas como Sir Joseph Noel Paton, Warwick Goble, W. Heath Robinson o Jessie Willcox Smith. En 1889, catorce años después de la muerte de Kingsley, se publicó en su honor una edición especial. Las impresionantes ilustraciones en blanco y negro de Linley Sambourne que acompañaron al relato son tan fantásticas, inquietantes y sorprendentes como el texto. Todas ellas se han incluido por primera vez en España en esta nueva edición que pretende sacar del olvido un libro imprescindible.
EL EDITOR

Al más joven de mis hijos, Grenville Arthur, y al resto de los muchachos buenos.
CHARLES KINGSLEY

Que cada hombrecito bueno venga y lea mi acertijo; el que no pueda hacerlo no madurará plenamente.