JOSEPH RATZINGER
BENEDICTO XVI
Meditaciones sobre el año litúrgico
Traducción de
ROBERTO H. BERNET
Herder
www.herdereditorial.com
Título original: Gottes Glanz in unserer Zeit
Traducción: Roberto H. Bernet
Diseño de cubierta: Claudio Bado
Maquetación electrónica: Manuel Rodríguez
Imágenes: Archivo de la editorial Herder, Friburgo de Brisgovia
© 2005, Libreria Editrice Vaticana, Ciudad del Vaticano
© 2005, Verlag Herder, Friburgo de Brisgovia
© 2008, Herder Editorial, S.L., Barcelona
© 1986, S. Fischer Verlag GmbH, Frankfurt del Meno, por la reproducción del poema de la p. 136.
© 2012, de la presente edición, Herder Editorial, S. L., Barcelona
ISBN DIGITAL: 978-84-254-2998-9
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Prefacio
Prólogo del autor al libro Suchen, was droben ist (Buscar lo de arriba)
Prólogo del autor al libro Bilder der Hoffnung (Imágenes de la esperanza)
ADVIENTO
Una memoria que suscita esperanza
La audacia de ir al encuentro de la presencia misteriosa de Dios
Dejar atrás la noche
NICOLÁS DE MIRA (6 de diciembre)
La luz de una nueva humanidad
NAVIDAD
El mensaje de la basílica de Santa Maria Maggiore en Roma
LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL SAN PABLO (25 de enero)
El luchador y el sufriente
NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA (PRESENTACIÓN DEL SEÑOR) (2 de febrero)
El encuentro entre el caos y la luz
LA CÁTEDRA DEL APÓSTOL SAN PEDRO (22 de febrero)
«Presidencia en el amor»
CARNAVAL
El fundamento de nuestra libertad
PASCUA
Buscar lo de arriba (Col 3,1)
No es la causa de Jesús, sino Jesús mismo el que vive
Juicio y salvación
«Levantaos, puertas antiquísimas» (Sal 24,7)
La palabra de los testigos
Por la noche llanto, a la aurora alegría
«Escucho, sí, el mensaje...»
MES DE MARÍA
Piedad con color y sonido
Detenerse a meditar, como María, para llegar a lo esencial
ASCENSIÓN DEL SEÑOR (cuarenta días después de Pascua)
El comienzo de una nueva cercanía
PENTECOSTÉS
Despertarse para recibir la fuerza que brota del silencio
Nueva conciencia de un comportamiento acorde con el Espíritu
El Espíritu Santo y la Iglesia
CORPUS CHRISTI (Jueves de la segunda semana después de Pentecostés)
Estar, caminar, arrodillarse
El mosaico del ábside de San Clemente en Roma
LA PORCIÚNCULA (1 ó 2 de agosto)
El significado de la indulgencia
VACACIONES
Ponerse en búsqueda
Buscar la vida verdadera
Poder descansar
FRANCISCO DE ASÍS (4 de octubre)
La preocupación por la creación de Dios
TODOS LOS SANTOS (1 de noviembre)
A los pies de la basílica de San Pedro
TODOS LOS FIELES DIFUNTOS (2 de noviembre)
Las catacumbas de Roma: lugares de esperanza
MISCELÁNEA
El juego y la vida: sobre el Campeonato Mundial de Fútbol
Iglesia abierta y cerrada
Paz
ANEXO
Notas
Relación de fuentes
Los textos de este libro provienen de los siguientes volúmenes publicados por Joseph Ratzinger en la Editorial Herder de Friburgo de Brisgovia:
Bilder der Hoffnung. Wanderungen im Kirchenjahr (1997): 10 textos. Suchen, was droben ist. Meditationen das Jahr hindurch (1985): 24 textos.
Adviento I — Una memoria que suscita esperanza: «Erinnerung, die Hoffnung weckt». Tomado de: Suchen, was droben ist, 9-12.
Adviento II — La audacia de ir al encuentro de la presencia misteriosa de Dios: «Wagen, auf Gottes geheime Gegenwart zuzugehen». Tomado de: Suchen, was droben ist, 12-15.
Adviento III — Dejar atrás la noche: «Heraustreten aus der Nacht». Tomado de: Suchen, was droben ist, 15-18.
Nicolás de Mira — La luz de una nueva humanidad: «Das Licht einer neuen Menschlichkeit». Tomado de: Suchen, was droben ist, 18-21.
Navidad — El mensaje de la basílica de Santa Maria Maggiore en Roma: «Die Botschaft der Basilika Santa Maria Maggiore zu Rom». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 25-3 1. Publicado por primera vez en: M. Schneider / W. Berschin (eds.), Ab oriente et occidente. Kirche aus Ost und West. Gedenkschrift für W. Nyssen, St. Ottilien, 1996, 361-366.
La conversión del apóstol san Pablo — El luchador y el sufriente: «Der Kämpfer und der Leidende». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 32-38.
Nuestra Señora de la Candelaria — El encuentro entre el caos y la luz: «Begegnung von Chaos und Licht». Tomado de: Suchen, was droben ist, 22-26.
La cátedra del apóstol san Pedro — «Presidencia en el amor»: «Vorsitz in der Liebe». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 39- 45. Publicado por primera vez en: E. Kleindienst / G. Schmuttermayr (eds.), Kirche im Kommen. Festschrift für Bischof J. Stimpfle, Berlín, 1991, 423-429.
Carnaval — El fundamento de nuestra libertad: «Grund unserer Freiheit». Tomado de: Suchen, was droben ist, 27-30.
Pascua I — Buscar lo de arriba: «Suchen, was droben ist». Tomado de: Suchen, was droben ist, 31-40.
Pascua II — No es la causa de Jesús, sino Jesús mismo el que vive: «Nicht die Sache Jesu — Jesus selber lebt». Tomado de: Suchen, was droben ist, 40-47.
Pascua III — Juicio y salvación: «Gericht und Rettung». Tomado de: Suchen, was droben ist, 47-52.
Pascua IV — «Levantaos, puertas antiquísimas»: «Hebt euch, ihr uralten Pforten». Tomado de: Suchen, was droben ist, 52-57.
Pascua V — La palabra de los testigos: «Das Wort der Zeugen». Tomado de: Suchen, was droben ist, 57-61.
Pascua VI — Por la noche llanto, a la aurora alegría: «Am Abend Tränen, am Morgen Freude». Tomado de: Suchen, was droben ist, 61-63.
Pascua VII — «Escucho, sí, el mensaje...»: «Die Botschaft hör ich wohl...». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 46-53; anteriormente sólo en periódicos.
Mes de María I — Piedad con color y sonido: «Frömmigkeit mit Farbe und Klang». Tomado de: Suchen, was droben ist, 87-91.
Mes de María II — Detenerse a meditar, como María, para llegar a lo esencial: «Marianisches Verweilen, das zum Wesentlichen führt». Tomado de: Suchen, was droben ist, 91-96.
Ascensión del Señor — El comienzo de una nueva cercanía: «Der Beginn einer neuen Nähe». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 65-75.
Pentecostés I — Despertarse para recibir la fuerza que brota del silencio: «Wach werden für die Kraft aus der Stille». Tomado de: Suchen, was droben ist, 64-70.
Pentecostés II — Nueva conciencia de un comportamiento acorde con el Espíritu: «Besinnung auf geistgemäßes Verhalten». Tomado de: Suchen, was droben ist, 73-76.
Pentecostés III — El Espíritu Santo y la Iglesia: «Der Heilige Geist und die Kirche». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 76-86. Publicado por primera vez en: A. Coreth / I. Fux (eds.), Servitium pietatis. Festschrift für Kardinal Groer zum 70. Geburtstag, Maria Roggendorf, 1989, 91-97.
Corpus Christi I — Estar, caminar, arrodillarse: «Stehen — Gehen — Knien». Tomado de: Suchen, was droben ist, 77-86.
Corpus Christi II — El mosaico del ábside de San Clemente en Roma: «Das Apsismosaik von San Clemente zu Rom». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 87-90.
La Porciúncula — El significado de la indulgencia: «Was Ablass bedeutet». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 91-100.
Vacaciones I — Ponerse en búsqueda: «Sich auf die Suche begeben». Tomado de: Suchen, was droben ist, 97-99.
Vacaciones II — Buscar la vida verdadera: «Suche nach wirklichem Leben». Tomado de: Suchen, was droben ist, 99-102.
Vacaciones III — Poder descansar: «Ausruhen können». Tomado de: Suchen, was dro ben ist, 102-104.
Francisco de Asís — La preocupación por la creación de Dios: «Sorge um Gottes Schöpfung». Tomado de: Suchen, was droben ist, 116-119.
Todos los Santos — A los pies de la basílica de San Pedro: «Zu Füßen des Petersdoms». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 110-113.
Todos los fieles difuntos — Las catacumbas de Roma: lugares de esperanza: «Stätten der Hoffnung. Die römischen Katakomben». Tomado de: Bilder der Hoffnung, 114-119.
Miscelánea I — El juego y la vida: sobre el Campeonato Mundial de Fútbol: «Spiel und Leben. Zur Fußballweltmeisterschaft». Tomado de: Suchen, was droben ist, 107-110.
Miscelánea II — Iglesia abierta y cerrada: «Offene und verschlossene Kirche». Tomado de: Suchen, was droben ist, 110-113.
Miscelánea III — Paz: «Friede». Tomado de: Suchen, was droben ist, 113-116.
Ficha del libro
Joseph Ratzinger (1927) es ordenado sacerdote en 1951 y dos años después se doctora en teología por la Universidad de Munich. Participa en el Concilio Vaticano II como teólogo consultor del arzobispo de Colonia. Sigue su carrera académica y en 1969 es vicerrector de la Universidad de Ratisbona donde imparte clases de dogmática. El año 1977, el Papa Pablo VI le nombra arzobispo de Munich y cardenal. Será en noviembre de 1981 cuando se convierte en prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, cargo que ostenta hasta que es nombrado Papa el 19 de abril de 2005, en el segundo día del conclave y al cuarto escrutinio.
Otros títulos de interés:
Joseph Ratzinger
Servidor de vuestra alegría (ebook)
Escatología (ebook)
El nuevo pueblo de Dios
Teoría de los principios teológicos
La bendición de la Navidad
Joseph Ratzinger – Karl Rahner
Episcopado y primado (ebook)
Revelación y tradición (ebook)
BILDER DER HOFFNUNG
(IMÁGENES DE LA ESPERANZA)
EN el curso de mis años en Roma fui reiteradamente invitado por la Radio y Televisión de Baviera (Bayerischer Rundfunk) a pronunciar meditaciones con ocasión de las fiestas más importantes del año litúrgico. En la mayoría de los casos se me propuso interpretar alguna de las grandes imágenes que tanto abundan en las iglesias romanas. Al acercarse mi septuagésimo cumpleaños, mi hermano me propuso reunir esos textos y ver si con ellos se pudiese compilar un pequeño volumen que retuviese esas imágenes y reflexiones más allá del encuentro momentáneo a través de la radio o la televisión, y pudiese ofrecer así una ayuda para la compresión de las fiestas cristianas. El proyecto se estudió con el encargado eclesiástico de la Radio y Televisión de Baviera, monseñor Willibald Leierseder, que había tomado la iniciativa de la mayoría de las meditaciones y había seleccionado las imágenes, así como con la Editorial Herder de Friburgo de Brisgovia. Así surgió por fin este opúsculo, por cierto no exento de contenidos casuales, pero que aun a pesar de ello puede tal vez ayudar a captar con más nitidez el mensaje de esperanza y a aprender de nuevo aquella forma interior de mirar cuya presencia extrañamos a menudo tan dolorosamente entre la avalancha de imágenes y de ofrecimientos que se abate sobre nosotros.
Quisiera agradecer sobre todo a mi hermano Georg Ratzinger, ex maestro de capilla de la catedral de Ratisbona, sin cuya iniciativa yo no hubiese acometido la compilación de estos textos. Mi gratitud se dirige asimismo a monseñor Leierseder y a las autoridades de la Radio y Televisión de Baviera, que señalaron los temas y las imágenes para las meditaciones. Agradezco también a la Editorial Herder de Friburgo de Brisgovia, que, como ocurrió también con el emparentado opúsculo titulado Suchen, was droben ist, ha puesto todo su empeño y cuidado para que los lectores pudiesen tomar con alegría entre sus manos este opúsculo.
EL presente volumen reúne dos libros anteriores de Joseph Ratzinger que se complementan apropiadamente: Suchen, was droben ist [Buscar lo de arriba] (1985), que contiene meditaciones provenientes sobre todo del tiempo en que el autor era arzobispo de Múnich, y Bilder der Hoffnung [Imágenes de la esperanza] (1997), que fue compuesto cuando Joseph Ratzinger era cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en Roma. Los textos fueron redactados para un círculo amplio de oyentes y lectores en forma de sermones, artículos periodísticos o discursos radiofónicos.
Ya desde hace tiempo existía el plan de editar en un solo tomo esos dos libros, muy apreciados pero ya agotados. Las últimas conversaciones con Joseph Ratzinger acerca de este propósito coincidieron con los momentos de su elección como Papa el 19 de abril de 2005. Las meditaciones aquí contenidas muestran a Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, más como hombre espiritual, que sabe hablar tanto al pensamiento como al corazón.
Los diferentes capítulos de ambas obras originales han sido colocados en una secuencia tal que cada uno de ellos ocupa aproximadamente el lugar que le corresponde dentro del ciclo anual, complementándoselos además con una homilía alusiva al tema. La relación de fuentes que se encuentra al final de nuestro volumen informa detalladamente al respecto.
Editorial Herder
Friburgo de Brisgovia
SUCHEN, WAS DROBEN IST
(BUSCAR LO DE ARRIBA)
EN respuesta a una amable invitación de la Editorial Herder de Friburgo de Brisgovia presento nuevamente en este opúsculo algunos fragmentos de la actividad de predicación y anuncio que desarrollé durante mis años en Múnich. El tronco principal está constituido por los sermones y meditaciones acerca de la fiesta de Pascua. En torno a ellas se agrupan breves discursos radiofónicos emitidos en diferentes ocasiones del año eclesiástico o civil. El carácter casual de su surgimiento trae consigo algunas reiteraciones y coincidencias, que, sin embargo, pueden también ayudar a captar más profundamente un mismo pensamiento desde diferentes ángulos y contextos. No obstante, todo este material sigue siendo un fragmento de los grandes temas sobre los que versa. Tengo la esperanza de que justamente el carácter inacabado y fragmentario de estos breves textos pueda propiciar la reflexión y acción propias de los lectores.
Ilustración de la página anterior: Rafael (1483-1520): «Visitación. María e Isabel» Madrid, Museo del Prado
EN una de sus historias de Navidad, el escritor inglés Charles Dickens narra la historia de un hombre que perdió la memoria del corazón. Es decir, el hombre había perdido toda la cadena de sentimientos y pensamientos que había atesorado en el encuentro con el dolor humano. Tal desaparición de la memoria del amor le había sido ofrecida como una liberación de la carga del pasado. Pero pronto se hizo patente que, con ello, el hombre había cambiado: el encuentro con el dolor ya no despertaba en él más recuerdos de bondad. Con la pérdida de la memoria había desaparecido también la fuente de la bondad en su interior. Se había vuelto frío y emanaba frialdad a su alrededor.
El mismo pensamiento que persigue Dickens en esta historia aborda también Goethe en su relato de la primera celebración de la fiesta de San Roque en Bingen junto al Rin, fiesta que podía realizarse nuevamente después de la larga interrupción provocada por las guerras napoleónicas. Goethe observa cómo los hombres que han acudido a participar de la fiesta se dejan arrastrar en medio de la apretada aglomeración para pasar frente a la imagen del santo y observa sus rostros: los de los niños y de los adultos están iluminados; reflejan la alegría del día festivo. Sólo los rostros de los jóvenes son diferentes, comenta Goethe. Éstos pasan por el lugar sin emoción, indiferentes, aburridos. Su explicación del hecho resulta iluminadora: nacidos en tiempos difíciles, esos jóvenes no tenían nada bueno que recordar y, por eso, tampoco nada que esperar. Es decir, sólo quien puede recordar puede también esperar: quien nunca ha experimentado el bien y la bondad, los desconoce.
Un sacerdote cuyo servicio pastoral consiste en mantener numerosas conversaciones con personas que se encuentran al borde de la desesperación relató en una ocasión lo mismo acerca de su propia actividad: cuando logra despertar en la persona desesperada el recuerdo de una experiencia del bien, esa persona se ve nuevamente en condiciones de creer en el bien, aprende a esperar de nuevo, se le abre un camino de salida de la desesperación. Memoria y esperanza forman una unidad indisoluble. Quien ha envenenado el pasado, no da esperanza, sino que destruye las bases anímicas de la esperanza.
A veces la historia de Charles Dickens se me antoja como una visión de las experiencias del presente. En efecto: a ese hombre a quien se le ha borrado la memoria del corazón a través de un engañoso espíritu de falsa liberación, ¿no lo reencontramos acaso en una generación a la que una determinada pedagogía de la liberación le ha envenenado el pasado y, con ello, convencido de que no hay esperanza? Cuando leemos con cuánto pesimismo mira una parte de nuestra juventud hacia el futuro, nos preguntamos de qué dependerá. ¿Le faltará, en medio de la superabundancia material, el recuerdo de lo humanamente bueno que podría esperarse? Con el desprecio de los sentimientos, con la parodia de la alegría, ¿no habremos pisoteado al mismo tiempo la raíz de la esperanza?
Con estas reflexiones entramos directamente en el significado del tiempo del Adviento cristiano. En efecto: Adviento designa justamente la conexión entre memoria y esperanza que el hombre necesita. El Adviento quiere despertar en nosotros el recuerdo propio y el más hondo del corazón: el recuerdo del Dios que se hizo niño. Ese recuerdo sana, ese recuerdo es esperanza. En el año litúrgico se trata de recorrer una y otra vez la gran historia de los recuerdos, de despertar la memoria del corazón y, de ese modo, aprender a ver la estrella de la esperanza. Todas las fiestas del año litúrgico son acontecimientos de la memoria y, por eso, acontecimientos de esperanza. En la plasmación de los tiempos sagrados a través de la liturgia y de los usos y costumbres, los grandes recuerdos de la humanidad que el año de la fe guarda en su interior y nos hace accesibles deben tornarse en recuerdos personales de la propia historia de vida. Los recuerdos personales se alimentan así de los grandes recuerdos de la humanidad; y esos grandes recuerdos sólo se preservan a su vez mediante su traducción a la esfera personal. El que los hombres puedan creer depende también de que, a lo largo de su camino vital, hayan ganado apego a la fe en que la humanidad de Dios se les ha manifestado a través de la humanidad de las personas. Seguramente, cada uno de nosotros puede contar en ese sentido su propia historia de lo que significan para su vida los recuerdos festivos de Navidad, de Pascua o de otras celebraciones.
La hermosa tarea del Adviento es regalarse mutuamente recuerdos del bien y abrir así las puertas de la esperanza.
DESDE tiempos remotos la liturgia de la Iglesia ha encabezado el Adviento con un salmo en que el Adviento de Israel, la inconmensurable espera de ese pueblo, halla una expresión condensada: «Hacia ti, Señor, elevo el alma mía, en ti, mi Dios, confío» (Sal 25 [24],1). Tal vez esta frase nos resulte trillada y gastada, puesto que ya estamos desacostumbrados a las aventuras que llevan a los hombres hacia su propia interioridad. Mientras que nuestros mapas se han hecho cada vez más completos, el interior del hombre se ha convertido cada vez más en terra incognita, a pesar de que en él habría que hacer descubrimientos aún mayores que en el universo visible.
«Hacia ti, Señor, elevo el alma mía»: el sentido dramático que subyace en este versículo se me ha hecho consciente de manera renovada en estos días al leer el relato que publicara el escritor francés Julien Green sobre el camino de su conversión a la Iglesia católica. Green narra que en su juventud se hallaba atrapado por los «placeres de la carne». No tenía convicción religiosa alguna que pudiese haberle servido de contención. Y sin embargo, hay en su experiencia algo notable: de cuando en cuando entraba en una iglesia, impulsado por el anhelo —que él no se admitía a sí mismo— de verse súbitamente liberado. «No hubo milagro alguno», continúa Green, «pero sí, desde la lejanía, el sentimiento de una presencia.» Esa presencia tenía algo cálido y prometedor para él, pero todavía le molestaba la idea de que para su salvación tuviese que pertenecer, por ejemplo, a la Iglesia.
Quería la presencia de lo nuevo, pero la quería sin renuncias, casi como por autodeterminación y sin ninguna imposición. Es así como se encontró con la religiosidad india y esperó encontrar a través de ella un camino mejor. No obstante, no faltó la decepción, e inició su búsqueda en la Biblia. Y con tanta intensidad la llevó a cabo que comenzó a aprender hebreo tutelado por un rabino. Un día le dijo el rabino: «El próximo jueves no vendré, pues es feriado». «¿Feriado?», preguntó Green sorprendido. «Es la fiesta de la Ascensión —¿tendré que decírselo yo a usted?—», fue la respuesta del rabbi. En ese momento, el joven buscador se sintió alcanzado como por un rayo: era como si sobre él llovieran fragorosas las palabras del profeta. «Yo era Israel», dice Green, «a quien Dios clamaba, suplicante, que regresara a Él. Sentía que para mí regía la frase: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende»» (Is 1,3).1
Una experiencia tal de la verdad de la Escritura en nosotros mismos sería el Adviento. Esto es lo que quiere significar el versículo del salmo que nos habla de elevar el corazón, un versículo que puede pasar de moneda desgastada a algo novedoso y grande, en una aventura, si uno comienza a adentrarse en su verdad.
Lo que Julien Green cuenta de su agitada juventud reproduce de una forma asombrosamente precisa la lucha a la que también se ve expuesto nuestro tiempo. Es la obviedad del tráfago de la vida moderna, que por un lado nos parece la forma imprescindible de nuestra libertad, pero que al mismo tiempo sentimos como una esclavitud de la que lo mejor sería que nos librara un milagro —pero ciertamente no el camino de la Iglesia, que ha pasado de moda y no nos parece digno de consideración alguna como alternativa: antes que él cuenta en todo caso el extraño atractivo de religiones exóticas—. Y sin embargo, algo decisivo acontece ya en el hecho de no pisotear el anhelo de liberación y que, de cuando en cuando, ese anhelo pueda ejercer su acción en momentos de silencio vividos en la iglesia. Tal disposición a exponerse a una presencia misteriosa, a aceptar lentamente esa presencia, a dejarla entrar en uno mismo, es lo que hace que se dé el Adviento: una primera luz en medio de la noche, por oscura que sea.
En algún momento se hará pasmosamente claro: sí, yo soy Israel. Yo soy el buey que no conoce a su dueño. Y cuando entonces descendemos, estremecidos, del pedestal de nuestra soberbia, sucede lo que dice el salmista: el corazón se eleva, gana altura, y la presencia oculta de Dios penetra más hondamente en nuestra enmarañada vida. Adviento no es ningún milagro súbito, como prometen los predicadores de la revolución y los mensajeros de nuevos caminos de salvación. Dios actúa para con nosotros de forma muy humana, nos conduce paso a paso y nos espera. Los días del Adviento son como una llamada silenciosa a la puerta de nuestra sepultada alma para que tengamos la audacia de ir al encuentro de la presencia misteriosa de Dios, lo único capaz de liberarnos.
Por eso puede decirse también que el Adviento es un tiempo en que se moviliza una bondad que, en general, ha caído en el olvido: la disposición a pensar en los demás y a darles una señal de bondad. Y por último puede decirse que el Adviento es un tiempo en que cobran vida antiguos usos y costumbres, como el canto de villancicos de Adviento, que se realiza de forma itinerante recorriendo las comarcas en todas las direcciones. En las melodías y los textos que escuchamos, algo de la sencillez, de la imaginación y de la alegre fortaleza de fe de nuestros ancestros llega hasta nuestro tiempo, nos consuela y nos alienta a tener tal vez también nosotros de nuevo la audacia de esa fe que podía hacer tan alegres a los hombres en épocas muy difíciles.
Con este tipo de experiencia del Adviento nos encontramos en la inmediata cercanía de lo que la tradición cristiana pensaba y deseaba en relación con ese tiempo litúrgico. Ella expresaba su concepción del Adviento mediante frases bíblicas en que veía las señales del camino para estos días. Sólo quiero hacer referencia a una de ellas: a algunos versículos del capítulo 13 de la Carta de Pablo a los romanos. Dice Pablo: «Ya es hora de que os despertéis del sueño [...] La noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, caminemos con decencia: no en orgías ni en borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordias ni envidias. Al contrario, revestíos del Señor Jesucristo y no pongáis vuestro afán en la satisfacción de los deseos de la carne» (Rom 13,11-14). Según estos versículos, Adviento significa levantarse, despertar del sueño y dejar atrás la noche.
Ahora bien, muchos son quienes nos invitan a levantarnos y a despertar: «Que despierte Alemania», nos dijeron en otro tiempo quienes querían enceguecer el país, y todavía hoy hay sublevaciones y levantamientos que conducen hacia la noche, que no llevan a dejarla atrás. ¿Qué piensa Pablo? Él expresó con toda claridad su comprensión de la «noche» con las palabras «orgías», «borracheras», «fornicaciones», «lujurias», «discordias», «envidias». La orgía nocturna con todas sus manifestaciones es para él la expresión de lo que significa la noche del ser humano, el sueño del hombre. La orgía se convierte para Pablo en imagen del mundo pagano en general, que se hunde en lo material, que permanece en la tiniebla de la ausencia de verdad y, aun en medio del bullicio y la agitación, duerme, porque permanece ajeno a lo auténtico de la realidad, a lo auténtico de la vocación humana.
La orgía nocturna como imagen de un mundo equivocado: ¿no hemos de reconocer con espanto cuánto se acerca la descripción de Pablo a nuestra actualidad, en su deriva hacia un nuevo paganismo? Levantarse del sueño significa levantarse del conformismo con el mundo, con esta época, y, con el coraje de la virtud, con el coraje de la fe, sacudirse el sueño que nos hace perder de vista nuestra verdadera vocación y nuestras mejores posibilidades. Tal vez los cánticos de Adviento que escuchamos una y otra vez todos los años podrían tornarse para nosotros en señales de luz que nos muestren el camino, que nos hagan alzar la mirada y reconocer que hay promesas más grandes que las del dinero, el poder y la diversión. Despertar para Dios y para los demás hombres: ése es el tipo de vigilia al que se refiere el Adviento; la vigilia que encuentra la luz y hace que el mundo se vuelva más luminoso.
Ilustración de la página anterior: «San Nicolás, obispo de Mira». Icono ruso antiguo (siglo XII) Nóvgorod, Museo de Arte Ruso
QUIEN camina por nuestras calles en los primeros días del mes de diciembre es probable que se encuentre con san Nicolás vestido con un atuendo más o menos correcto de obispo,2 y nunca sin una larga barba, con la que, por lo demás, viene representándosele ya desde el siglo VIII. Más o menos episcopal es también lo que estas figuras de san Nicolás dicen y hacen: a menudo se dedican más a jugar al coco que a hacer presente el amor del santo que la leyenda nos narra en numerosas variaciones. Apenas sabemos aún con exactitud histórica quién fue este hombre. Con todo, si prestamos atención a las fuentes más antiguas podemos reconocer todavía, a través de la niebla del pasado, el brillo de una figura que abre una puerta hacia el Adviento, es decir, que puede servir de intermediario para un encuentro con la realidad de Jesucristo.
El biógrafo más antiguo de san Nicolás, un tal archimandrita Miguel, cuenta en su biografía que Nicolás recibió su dignidad de la majestad de Dios como el lucero del alba recibe su fulgor del sol naciente. Según Miquel, Nicolás fue un trasunto vivo de Cristo: «En el brillo de sus virtudes», escribe el biógrafo, «resplandece la justicia del sol».3