Marcelino Menéndez y Pelayo
Historia de los heterodoxos españoles
Libro I
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: Historia de los heterodoxos españoles.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-626-2.
ISBN ebook: 978-84-9897-094-4.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 11
La vida 11
La historia antigua de los heterodoxos 11
Dictamen del censor eclesiástico... 13
Advertencias preliminares 19
Discurso preliminar de la primera edición 52
Noticia de algunos trabajos relativos a heterodoxos españoles y plan de una obra crítico-bibliográfica sobre esta materia 84
Capítulo I. Prisciliano y los priscilianistas 86
Capítulo II. Herejías de la época visigoda 87
Capítulo III. Elipando y Félix (el Adopcionismo) 87
Capítulo IV. Hostegesis (el Antropomorfismo) 88
Capítulo V. Un iconoclasta español, Claudio de Turín 89
Capítulo VI. Vindicación de Prudencio Galindo 89
Capítulo VII. Arnaldo de Vilanova. Gonzalo de Cuenca. Raimundo de Tárrega 90
Capítulo VIII. Pedro de Osma 90
Capítulo IX. El protestantismo en España en el siglo XVI. Alfonso de Valdés 91
Capítulo X. El protestantismo en España en el siglo XVI. Juan de Valdés 92
Capítulo XI. El protestantismo en España en el siglo XVI. Luteranismo. Francisco y Jaime de Enzinas. Francisco de san Román. El doctor Juan Díaz 93
Capítulo XII. El luteranismo en Valladolid. Cazalla 94
Capítulo XIII. El luteranismo en Sevilla 95
Capítulo XIV. El luteranismo en Sevilla. (Continuación) 96
Capítulo XV. Protestantes españoles en tierras extrañas. Calvinistas. Casiodoro de Reina. Cipriano de Valera 96
Capítulo XVI. Protestantes españoles en tierras extrañas 97
Capítulo XVII. Protestantes españoles en tierras extrañas. (Conclusión.) Siglos XVII y XVIII 97
Capítulo XVIII. Vindicación de algunos célebres personajes españoles acusados de doctrina heterodoxa por varios historiadores 98
Capítulo XIX. El antitrinitarismo y el misticismo panteísta en el siglo XVI. Miguel Servet 100
Capítulo XX. Artes diabólicas. Hechicerías. Los brujos 101
Capítulo XXI. El quietismo en el siglo XVII. Miguel de Molinos 103
Capítulo XXII. El jansenismo regalista del siglo XVIII y comienzos del presente 103
Capítulo XXIII. El volterianismo en España en el siglo XVIII. Olavide. Cabarrús. Urquijo 104
Capítulo XXIV. El volterianismo. Su influencia en las letras. La tertulia de Quintana 105
Capítulo XXV. El volterianismo en España a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX. El abate Marchena 106
Capítulo XXVI. El volterianismo en España a principios del siglo XIX. Gallardo 107
Capítulo XXVII. El volterianismo en España a principios del siglo XIX. Dos historiadores de la Inquisición 108
Capítulo XXVIII. Un teofilántropo español 109
Capítulo XXIX. Protestantes notables en los primeros años de este siglo. Blanco 110
Capítulo XXX. Protestantes notables en los primeros años de este siglo. Don Juan Calderón 110
Capítulo XXXI. Un cuáquero español 111
Capítulo XXXII. El krausismo en España. Don Julián Sanz del Río 111
Capítulo XXXIII. Don Fernando de Castro 112
Notas a este plan 115
Libro primero 117
Capítulo I. Cuadro general de la vida religiosa en la Península antes de Prisciliano 119
Preliminares 119
I. Propagación del cristianismo en España 125
Los santos miembros del glorioso Félix 132
II. Herejes libeláticos: Basílides y Marcial 137
III. Errores respecto a la Encarnación del Verbo 142
IV. Concilio Iliberitano 142
V. Osio en sus relaciones con el arrianismo. Potamio y Florencio 150
VI. Los donatistas: Lucila 165
VII. Luciferianos: Vincencio 167
Capítulo II. Siglos IV y V (Continuación de la España romana) 169
I. Orígenes y desarrollo de las escuelas gnósticas 169
II. Primeros gnósticos españoles. Los agapetas 186
III. Historia de Prisciliano 188
IV. El Priscilianismo después de Prisciliano. Concilios y abjuraciones. Cisma luciferiano. Carta del papa Inocencio. Cartas de Toribio y san León. Concilio Bracarense. Fin de esta herejía 197
V. Literatura priscilianista 210
VI. Exposición y crítica del priscilianismo 223
VII. Los itacianos (reacción antipriscilianista). San Martín Turonense 236
VIII. Opúsculos de Prisciliano y modernas publicaciones acerca de su doctrina 241
IX. El origenismo. Los dos Avitos 278
X. Polémica teológica en la España romana. Impugnaciones de diversas herejías 281
Capítulo III. Herejías de la época visigoda 302
I. El arrianismo entre los vándalos. Persecuciones 302
II. Atisbos de nestorianismo. Carta de vital y Constancio 307
III. El maniqueísmo en Galicia y Extremadura. Pacencio 310
IV. Reliquias de priscilianismo. Cartas de Montano y Vigilio 311
V. El arrianismo entre los suevos. Su conversión por san Martín Dumiense (560) 312
VI. El arrianismo entre los visigodos hasta Leovigildo 316
VII. El arrianismo en tiempo de Leovigildo. Postrera lucha 318
VIII. Escritos apócrifos. Materialismo de un obispo 325
IX. Abjuran los visigodos el arrianismo. Tercer Concilio Toledano. Tentativas heterodoxas y reacción de Witerico 329
X. Herejía de los acéfalos 340
XI. Los concilios de Toledo en sus relaciones con la Santa sede 342
XII. De la polémica teológica en la España visigoda 349
XIII. Política heterodoxa de Witiza. Fin del imperio visigodo 354
Capítulo IV. Artes mágicas y de adivinación. Astrología, prácticas supersticiosas en los períodos romano y visigótico 362
I. Preliminares. La magia entre los antiguos, y especialmente en Grecia y Roma 363
II. Prácticas supersticiosas de los aborígenas y alienígenas peninsulares. Vestigios conservados hasta nuestros días 381
III. Viaje de Apolonio de Tiana a la Bética. Pasajes de escritores hispanolatinos concernientes a las artes mágicas 398
IV. Actas de los santos Luciano y Marciano. Supersticiones anatematizadas en el Concilio Iliberitano. Esfuerzos de Teodosio contra la magia 402
V. Las supersticiones en Galicia bajo la dominación de los suevos. Tratado De correctione rusticorum, de san Martín Dumiense 406
VI. Artes mágicas y de adivinación entre los visigodos 408
Libros a la carta 415
Marcelino Menéndez y Pelayo. (1856-1912). España.
Estudió en la Universidad de Barcelona (1871-1873) con Milá y Fontanals, en la de Madrid (1873), y en Valladolid (1874), donde hizo amistad con el ultraconservador Gurmesindo Laverde, que lo apartó de su liberalismo.
Trabajó en las bibliotecas de Portugal, Italia, Francia, Bélgica y Holanda (1876-1877) y ejerció de catedrático de la Universidad de Madrid (1878). En 1880 fue elegido miembro de la Real Academia española, diputado a Cortes entre 1884 y 1892 y fue director de la Real Academia de la Historia. Al final de su vida recuperó su liberalismo inicial.
Sin la historia eclesiástica (ha dicho Hergenroether) no hay conocimiento completo de la ciencia cristiana, ni de la historia general, que tiene en el cristianismo su centro. Si el historiador debe ser teólogo, el teólogo debe ser también historiador para poder dar cuenta del pasado de su Iglesia a quien le interrogue sobre él o pretenda falsearlo. [...] Nada envejece tan pronto como un libro de historia. [...] El que sueñe con dar ilimitada permanencia a sus obras y guste de las noticias y juicios estereotipados para siempre, hará bien en dedicarse a cualquier otro género de literatura, y no a éste tan penoso, en que cada día trae una rectificación o un nuevo documento. La materia histórica es flotante y móvil de suyo, y el historiador debe resignarse a ser un estudiante perpetuo...
A pesar de que, como admitía Menéndez Pelayo en las «Advertencias preliminares» a la segunda edición de La historia de los heterodoxos españoles de 1910, «nada envejece tan pronto como un libro de historia», ésta sigue siendo una obra sumamente erudita y un documento de incomparable interés para entender el pensamiento conservador de un sector significativo de la sociedad española de principios del siglo XX.
La persistencia con que de todas partes se nos pide la pronta aparición de este ruidoso, afamado, apasionante y tal vez también algo apasionado libro de Menéndez Pelayo, nos obliga a dar un salto en el plan trazado para la publicación de sus Obras completas, y, dejando un hueco en la numeración correlativa de los volúmenes, que en su día se llenará con los dos de la Antología de Poetas Hispano Americanos y los seis de Estudios sobre el Teatro de Lope de Vega, anticipamos la tan anhelada Historia de los heterodoxos españoles.
Mayores apremios se hicieron a su autor para que, agotada la primera edición, que llegó a ser pronto una rareza bibliográfica, reimprimiera esta obra, la más solicitada de todas las suyas, aunque no ciertamente la que estimaba más; pero no pudo determinarse a ello sin someter los Heterodoxos a nueva revisión, «que iba haciéndose más difícil —añade— conforme pasaban los años y se acumulaban diariamente en mi biblioteca nuevos documentos de todo género, que hacían precisa la refundición de capítulos enteros».
A nadie, sin embargo, acuciaba tanto como a él esta revisión. Investigador serio y honrado que había alcanzado el equilibrio y templanza que da el estudio de la historia, quería aclarar o rectificar plenamente sus juicios cuando nuevas indagaciones le llevaban a otras conclusiones; y como alma noble y cristiana estaba inquieto y deseoso de suprimir o atenuar, al menos, la que ahora, en su serena madurez, le parece excesiva acrimonia e intemperancia de dicción «de un mozo de veintitrés años, apasionado e inexperto, contagiado por el ambiente de la polémica y no bastante dueño de su pensamiento ni de su palabra».
«La edición de mis Obras completas, decía en 26 de febrero de 1910 a un docto agustino con encantadora humildad que le enaltece, comenzará pronto con la Historia de los Heterodoxos enteramente refundida, añadiendo muchas cosas y corrigiendo muchas más, entre ellas los juicios sobre algunos agustinos de fines del siglo XVIII y principios del XIX, de quienes reconozco que hablé con alguna ligereza.» Y al final de las Addendas del volumen III de la primera edición, en las que ya muchos juicios, datos y frases se rectifican noblemente, hay una preciosa nota que dice: «Otras muchas cosas, quizá más graves, habrá que enmendar y añadir en mi libro, especialmente en la parte moderna. Válgame la disculpa horaciana: Verum opere in longo fas est obrepere somnum».
Este era el criterio con que los Heterodoxos iban a ser refundidos. Para tan abrumadora tarea, a más de numerosos registros con indicaciones que todavía se conservan en varios libros de su biblioteca, como la Historia sagrada del padre Flórez, el Viaje literario de Villanueva, biobibliografías, estudios monográficos, revistas científicas y otros verdaderos arsenales de erudición, tenía ya preparados Menéndez Pelayo dos ejemplares de su uso «que vinieron —dice él mismo— a quedar materialmente anegados en un piélago de notas y enmiendas».
De estos dos ejemplares solamente uno, y falto de hojas en el volumen tercero, es el que ha podido llegar a nuestras manos, el cual contiene notas en los márgenes y entre sus páginas abundantes embuchados de cuartillas, todo ello de letra del Maestro. Por diligentes que fueron nuestras pesquisas no hemos podido dar con el otro ejemplar, sin duda el más copiosamente acotado, puesto que en éste, si bien abundantes, no constituyen las notas y enmiendas el piélago a que antes se alude.
Pero aunque desgraciadamente no dispongamos de todo el acervo que Menéndez Pelayo acumuló para enriquecer su trabajo, esta edición de los Heterodoxos, basada en la primera, sale muy aumentada y en parte corregida por el autor. En el texto, cortos, pero nuevos datos complementarios, rectificaciones de fechas y erratas tipográficas y algunos retoques de estilo, pocos y ligeros, «por no privar al libro de la espontaneidad y frescura de los frutos primerizos, y porque el falsificar su propia obra me ha parecido siempre fútil tarea de puristas académicos, que no vale el trabajo que cuesta y arguye una desmedida satisfacción de sí propio».1
Las notas nuevas que, para distinguirlas de las de la primera edición, las numeramos en cada capítulo con letras mayúsculas encerradas entre corchetes, siguiendo la norma de Menéndez Pelayo al reimprimir el Discurso preliminar, constituyen una serie de noticias biobibliográficas, apuntes y resúmenes de libros, citas tomadas durante la lectura o al acaso, recordatorios y sugerencias no redactados aún para la imprenta, que al caer nuevamente bajo la pluma sabia de su autor habían de tener un desarrollo grandioso y para nosotros insospechado. Si de aquellas seis primeras páginas sobre ritos, creencias y supersticiones de los primitivos pobladores brotó al contacto del potente cerebro de Menéndez Pelayo un grueso tomo, resumen maravilloso del estado de nuestra prehistoria en su época, ¿quién prevee en lo que hubieran venido a parar todas estas y las muchísimas notas perdidas y las innumerables acotaciones hechas en los libros de su biblioteca?
Tal como están en el original de cuartillas desiguales, de recortes de papeles de todas clases y tamaños, presentan el encanto y curiosidad de verlas redactadas sobre la recién llegada citación de la Academia, al dorso del B. L. M. del Ministro, en la invitación para una recepción en Palacio, en la esquela de defunción de un personaje, en la carilla, desvaída ya, de una misiva de reducido cuadro que aún parece conservar fragancias y perfumes.
Solamente unas pocas de estas notas se recogieron en los tres primeros tomos de la segunda edición de los Heterodoxos que hizo la Casa Suárez, de Madrid. El señor Bonilla, que debió tener a su disposición aquellos dos ejemplares que don Marcelino había llenado de acotaciones, afirma, no sabemos con qué fundamento, que las adiciones hechas por Menéndez Pelayo para la nueva edición eran escasas.
Al encargarse de la publicación el señor Artigas desde el tomo IV de esta colección, recoge cuantas notas tiene a mano entonces, y que después, aunque en pequeña parte, hemos podido aumentar en esta Edición Nacional de Los Heterodoxos Españoles.
Incluímos también en el texto de la obra y en su lugar correspondiente los artículos que sobre «Opúsculos de Prisciliano y modernas publicaciones acerca de su doctrina», publicó Menéndez Pelayo en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos el año 1899 y la «Noticia de algunos trabajos relativos a heterodoxos españoles y plan de una obra crítico bibliográfica sobre esta materia», trabajo que, a continuación del «Discurso Preliminar», apareció fechado en Santander, a 9 de septiembre de 1876, en la Revista Europea, y que hasta ahora no se ha reproducido.
En la tercera de las notas que al final de este Plan se insertan2 se dice que don Fermín Caballero, que murió el 17 de junio de 1876, vivía aún cuando se redactaban aquellas cuartillas. Y es más, para entonces había escrito ya su autor los primeros capítulos de Los Heterodoxos, como él mismo afirma.3
He aquí el desconcertante acontecimiento, inexplicable e inexplicado, porque con el vulgo de entonces hay que creer en algo de milagrería y ciencia infusa, que llenó de asombro a sus contemporáneos e inmortalizó el nombre de Menéndez Pelayo. Un mozo casi imberbe, que doctor con éxitos resonantes en las aulas sostenía triunfadoras polémicas con los más eruditos contemporáneos, que había publicado varios trabajos de investigación seria y profunda, que comenzaba a resonar su nombre en la Europa culta, cuyas bibliotecas se preparaba a escudriñar para recoger datos en viejos manuscritos y libros raros, y que, finalmente, se lanza con una obra de los más elevados vuelos en la que se tratan graves problemas histórico-religiosos y para la que se requieren conocimientos nada corrientes sobre teología y filosofía, lenguas clásicas y modernas, toda clase de ciencias auxiliares de la historia y, sobre todo, una madurez de juicio que solo los años y casi las canas pueden dar.
Entonces comenzó el tejido de leyendas fabulosas, como las de los héroes de la antigüedad, y el hacerse todo el mundo lenguas de su saber: él leía dos páginas a un tiempo, una con cada ojo, retenía fielmente libros enteros y decía de memoria hasta el lugar en que se hallaban las cuestiones en ellos tratadas, sabía el lugar y signaturas de cualquier volumen de la Biblioteca Nacional y no había conocimiento humano sobre el que no podiera sentar cátedra. Su sabiduría se hizo proverbial y comenzó a estereotiparse la frase: «el inmortal autor de los Heterodoxos». Y hoy es el día en que Menéndez Pelayo continúa, y continuará siendo por mucho tiempo, principalmente, El Autor de los Heterodoxos.
De esta época de su epifanía como sabio ante el maravillado pueblo español, se conserva un retrato del que se ha tomado para esta obra el precioso grabado que adorna la anteportada.
Otras adiciones se han hecho a la presente obra: son algunos apéndices que el autor cita, como el llamado del falso Virgilio Cordobés, y que por dificultades de espacio o por no hallarlos a mano le fué imposible reproducir, a pesar de anunciarlos.
Con todo este material nuevo los Heterodoxos han adquirido tal extensión que nos hemos visto obligados a distribuirlos, no en los siete volúmenes que alcanzaron en la segunda edición, sino en ocho. Los dos últimos contienen el tomo sobre prehistoria que, como introducción para la edición nueva que proyectó, había escrito Menéndez Pelayo y los Apéndices e índices generales de la obra.
Por expresa voluntad de su autor todas las ediciones que se hagan de la Historia de los heterodoxos españoles deben someterse a la censura eclesiástica, y así se ha hecho con la presente.
Miguel Artigas Ferrando
Enrique Sánchez Reyes
1 Por no afear el texto con llamadas, paréntesis y subrayados continuos se dejan sin resaltar estas correcciones.
2 Véase la página 83 de este volumen.
3 Advertencias preliminares, página 19 de este volumen.