LA MARAVILLOSA HISTORIA DE PETER SCHLEMIHL

 

 

 

Adelbert von Chamisso

 

Ilustraciones de Agustín Comotto

Traducción de Ulrike Michael-Valdés y Hernán Valdés

Título original: Peter Schlemihls wundersame Geschischte

© De las ilustraciones: Agustín Comotto

© De la traducción: Ulrike Michael-Valdés y Hernán Valdés

© Tipografía Surface Degraded: Jordi Fosch

Edición en ebook: octubre de 2015

 

© Nórdica Libros, S.L.

C/ Fuerte de Navidad, 11, 1.º B 28044 Madrid (España)

www.nordicalibros.com

ISBN DIGITAL: 978-84-16440-29-0

Diseño de colección: Diego Moreno

Corrección ortotipográfica: Ana Patrón

Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico

Contenido

Portadilla

Créditos

Autor

Ilustraciones

 

Ilustración

La maravillosa historia de Peter Schlemihl

A mi viejo amigo Peter Schlemihl

Carta de Adelbert von Chamisso a Julius Eduard Hitzig

Carta de Fouqué a Julius Eduard Hitzig

Carta de Hitzig a Fouqué

La maravillosa historia de Peter Schlemihl

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Contraportada

Adelbert von Chamisso

(1781-1838)


Escritor y naturalista alemán, nacido en Champagne (Francia), y que fue una de las grandes figuras del segundo romanticismo alemán.

Huyó con sus padres a Alemania durante la Revolución Francesa. Tras una carrera en el ejército prusiano, se trasladó a Suiza y se unió al círculo de la escritora francesa exiliada Germaine de Staël. En 1814 escribió su obra más conocida, La maravillosa historia de Peter Schlemihl. De 1815 a 1818 estuvo embarcado en el buque ruso Rurik, dando una vuelta al mundo con carácter científico. Al regreso fue nombrado conservador del Jardín Botánico de Berlín.

Chamisso también es conocido por sus poesías líricas de inspiración popular; el compositor alemán Robert Schumann puso música a sus conocidas Lieder del ciclo Amor y vida de mujer (1830).

Agustín Comotto

(Buenos Aires, 1968)


Aprendió a dibujar cómics de la mano de Alberto Breccia y Leopoldo Durañona, publicando para diversos medios en Argentina y en Estados Unidos. Desde los 90 se dedica exclusivamente al campo de la ilustración como ilustrador y autor. Tiene libros publicados en México, Venezuela, Argentina, España, Corea e Italia. En el 2000 recibe el premio «A la orilla del Viento» de la editorial Fondo de Cultura Económica y en el 2001 la mención White Raven por el álbum Siete millones de Escarabajos del cual es autor e ilustrador. Desde el año 1999 vive en Corbera de Llobregat, pueblo cerca de Barcelona.

La maravillosa historia de Peter Schlemihl

A mi viejo amigo Peter Schlemihl

Vuelve a mis manos después de muchos años

tu escrito y, oh maravilla,

me acuerdo de los tiempos en que éramos amigos

y teníamos toda la vida por delante.

Ahora soy un anciano de cabellos grises

que estando más allá de los falsos pudores

quiero llamarme tu amigo como antes

y ante toda la gente declararlo.

Mi amigo, pobre amigo, el Astuto

tan mal como a ti no me ha tratado;

puse mis esperanzas en lo incierto

y hacia ello he aspirado,

pero al fin he logrado muy poco,

aunque el Gris no podría jactarse

de haberme atrapado alguna vez por la sombra;

aquí está la sombra con la que he nacido

y jamás la he perdido.

Aun siendo inocente como un niño

las burlas a tu flaqueza me alcanzaron.

¿Tan semejantes somos?

Schlemihl, ¿dónde está tu sombra?, gritaron tras de mí,

y cuando la mostré fingieron estar ciegos

y encima rieron sin descanso.

Pero ¿qué hacer? Soportar con paciencia

y contento además de no tener pecados.

La sombra, quisiera preguntar qué es eso,

tal como tantas veces a mí me preguntaron,

y cómo es que este mundo tan bellaco

no deja de tenerle sublime estimación.

Han amanecido diecinueve mil días sobre nuestras cabezas

trayéndonos sabiduría,

y nosotros, que hemos dado ser a las sombras,

vemos hoy a los seres como sombras desfigurarse.

Sobre esto estamos bien de acuerdo, Schlemihl,

sigamos el camino y que todo siga como antes;

el mundo no nos preocupa mucho,

pues lo que cuenta es ser fieles a nosotros mismos;

estamos ya más cerca de nuestra meta

y por más que unos rían y los otros regañen,

al cabo de todas las tormentas, en el puerto,

y sin que nadie nos moleste dormiremos

un sueño tranquilo.

Berlín, agosto de 1834

Carta de Adelbert von Chamisso a Julius Eduard Hitzig

Tú, que no olvidas a nadie, te acordarás aún de un tal Peter Schlemihl, al que en años pasados viste en mi casa algunas veces, un joven de largas piernas, que era considerado torpe por ser desmañado y perezoso por su lentitud. Yo le quería, y tú, Eduard, no puedes haber olvidado que en los tempranos días de nuestra juventud una vez fue objeto de nuestros sonetos. En una ocasión le traje a una de nuestras tertulias poéticas y se quedó dormido mientras escribí, sin esperar a la lectura. Ahora también me acuerdo de un chiste que hiciste acerca de él. Tú ya le habías visto, sabe Dios dónde y cuándo, con una vieja kurtka1 negra que por aquellos tiempos siempre llevaba puesta, y dijiste: «Qué feliz sería este joven si su alma fuese solo la mitad de inmortal que su kurtka». En tan poca estima le teníais. Pero yo le quería. Es de este Schlemihl, al que había perdido de vista hacía muchos años, de quien procede el cuaderno que quiero darte a conocer. Solo a ti, Eduard, mi amigo más cercano e íntimo, mi otro y mejor ego, para quien no tengo secretos, quiero comunicar su contenido; solo a ti y, por supuesto, a nuestro Fouqué, arraigado en mi alma igual que tú, pero a este solo en su calidad de amigo y no de poeta. Ambos comprenderéis cuan desagradable sería para mí que la confesión hecha por este hombre sincero, confiando en mi amistad y honradez, una vez vertida a la poesía fuera expuesta a la picota de la crítica; o bien fuera tomada despiadadamente, como producto de un chiste malo, cosa que ni es ni debe ser. Sin embargo, tengo que confesarlo: es una lástima que esta historia, tal como está narrada por la pluma de aquel buen hombre, haya resultado un poco torpe, y que toda su gran comicidad no pueda ser expresada por una mano ajena y más hábil. ¡Qué no hubiera hecho con ella Jean Paul! Por lo demás, querido amigo, muchas personas que aún viven pueden ser reconocidas en la historia; esto también debe ser tenido en cuenta.

Una palabra más, acerca de cómo estas hojas llegaron a mi poder. Me las entregaron ayer por la mañana, al despertarme. Un extraño personaje de largas barbas grises, vistiendo una kurtka negra raída por el uso, llevando una caja de herborizar colgada en bandolera y quien, a pesar del tiempo húmedo y lluvioso, calzaba unas pantuflas por encima de sus botas, había preguntado por mí, dejándome el cuaderno. Afirmó que venía de Berlín.

Adelbert von Chamisso

Kunersdorf, 27 de septiembre de 1813

P.S.: Te adjunto un dibujo de este extraño personaje. Ha sido hecho por el habilidoso Leopold, que estaba precisamente en la ventana. Al ver el valor que yo le atribuía, me lo regaló con mucho gusto.2

1 Chaqueta del ejército ruso usada a fines del siglo XVIII, de faldones cortos y con alamares. (N. de los T.)

2 El dibujo mencionado estaba incluido en las primeras ediciones de Peter Schlemihl. (N. de los T.)

Carta de Fouqué a Julius Eduard Hitzig

Debemos cuidar, querido Eduard, la historia del pobre Schlemihl, y cuidarla de tal modo que se vea protegida de las miradas indiscretas. Es una tarea muy difícil, pues el mundo está lleno de tales miradas. ¿Qué mortal puede determinar la suerte de un manuscrito, cosa aún más difícil de guardar que una palabra empeñada? En esta circunstancia, actúo como un hombre presa del vértigo, que en su angustia prefiere saltar al abismo: doy a imprimir toda la historia.

Sin embargo existen, Eduard, motivos más serios e importantes para justificar mi conducta. Si no me engaño del todo, en nuestra querida Alemania palpitan muchos corazones capaces e incluso dignos de entender al pobre Schlemihl, y pienso que en el rostro de más de un auténtico compatriota se dibujará una sonrisa de emoción ante la broma pesada que le jugó la vida y ante la broma ingenua que él se hizo a sí mismo. Y si tú, querido Eduard, al ver este libro profundamente sincero consideras que muchos amigos desconocidos aprenderán a amarlo con nosotros, creo que sentirás caer una gota de bálsamo en la ardiente herida que la muerte ha causado en ti y en todos los que te quieren.

Y finalmente, decirte que a través de múltiples experiencias me he convencido de que no hay un hado que conduzca los libros a las manos apropiadas y que impida con seguridad que lleguen a unas que no lo son. Pero sí creo que hay un hado que pone en toda verdadera obra del espíritu un cierre invisible, que luego sabe abrir y cerrar con infalible tacto.

A este hado te confío, mi muy querido Schlemihl, tu sonrisa y tus lágrimas, y que Dios te guarde.

Fouqué

Nennhausen, fines de mayo de 1824