Nunca me habría imaginado a «Charlot» dominando la «esfera mágica» con sus «andares» tan característicos, corriendo la banda en un campo de fútbol como un extremo elegante disfrazado de Messi o de Cristiano Ronaldo… Del mismo modo, tampoco habría soñado una definición de Charles Chaplin tan «esplendorosa»: «Cuando veo un partido de fútbol, no sólo veo veintidós hombres corriendo detrás de un balón; veo algo más, veo algo divertido, muy divertido: a veintidós hombres que, como en mis películas, se acercan y se alejan; se caen y se ponen de pie; se juntan y se separan, se buscan y no se encuentran… y entonces me río».
El fútbol tiene ámbitos de expresión diversos y mantiene unas exquisitas sensibilidades… El fútbol debe ser bello, estético, no tiene por qué ser feo, sucio, torpe; los resultados mejor obtenerlos con gracia que atrae y que no repela el buen gusto… Fútbol sano, sin patadas extemporáneas, sin zancadillas traicioneras. El fútbol no tiene tierra concreta, ni límites geográficos, tampoco los tienen los futbolistas…
También, el fútbol es para mí una lucha de inteligencias más que una confrontación atlética, o de habilidades técnicas de sus famosos protagonistas. El fútbol siempre me pareció un «esplendor en la hierba», pleno de emoción, brillo, resplandor, apogeo, grandeza, gloria, hermosura, explosión, algarabía, pellizco… Todo eso puede ser un partido de fútbol y, seguramente, mucho más.
Lo imprevisible es lo que le da aún grandeza al fútbol como lo fue esta reflexión de Camilo José Cela: «Varios cientos de miles de españoles, a lo mejor millares de miles, aplican sus energías los lunes, los martes y los miércoles a glosar los lances del partido de fútbol que ya pasó, y sus arrestos de los jueves, los viernes y los sábados a predecir los aconteceres del partido de fútbol que está al caer. Los domingos descansan y van al fútbol: a sufrir o solazarse, honestamente, viendo sufrir a los demás».
«El fútbol es un juego colectivo con momentos supremos individuales», escribí en «Apología del fútbol». Creo que el fútbol ha devenido, para todos los que de su espectacularidad han gozado, en un subyugante «esplendor en la hierba»…
Esplendor en la hierba
© 2014, Manuel Rodríguez García. MAROGAR
© 2014, Ushuaia Ediciones
EDIPRO, S.C.P.
Carretera de Rocafort 113
43427 Conesa
info@ushuaiaediciones.es
ISBN edición ebook: 978-84-15523-75-8
ISBN edición papel: 978-84-15523-74-1
Primera edición: febrero de 2014
Diseño y maquetación: Dondesea, servicios editoriales
Ilustración de cubierta: © Tuna SARIKAYA/Shutterstock.com
Todos los derechos reservados.
www.ushuaiaediciones.es
A Maribel, mi esposa, por haber educado a nuestros cuatro hijos:
Manuel Carlos, Jorge, Oscar y Jaime;
con esa dedicación suprema demostrada toda una vida.
Ella suplió mis ausencias,
aquellas que dediqué con el máximo cariño y empeño,
tanto al fútbol formativo en mis momentos de ocio,
como a Caja Duero en mi actividad profesional durante 46 años.
En «De fútbol y de hombres», mi pensamiento futbolístico para aquella obra rezaba así: «Personas que juegan, eso es el fútbol para mí. Los otros, los que dicen ganar mucho dinero, los que se lucran, los que hacen propaganda en beneficio propio, los que no respetan nada más que a su equipo favorito, los que ven siempre cosas oscuras en torno al juego, los que no admiten más que las victorias y son tóxicos en los momentos de derrota, los políticos que se benefician del fútbol, a todos esos no los reconozco…Esos especímenes no forman parte de mi fútbol».
(…) «El fútbol tampoco es «Alicia en el país de las maravillas», por lo que es necesario denunciar formas y hechos destructivos. Pero, sin duda, yo soy más feliz ponderando lo mejor del juego, de sus hombres, y el fútbol es por ello un sentimiento que transporta y enseña para la vida misma. Porque el fútbol es más bonito en sana competencia de los equipos. (…) Una vez más me rebelé. El fútbol siempre es distinto y no está todo inventado».
(…) «No somos máquinas pensantes que sentimos, somos máquinas sentimentales que pensamos», según Antonio Damasio. Ellos son los protagonistas del esplendor en la hierba…».
En mi primer libro «La Ignorática y el Fútbol», titulé un capítulo: «Esplendor en la hierba». Ya aclaraba por entonces que «no estoy hablando de la película de Elia Kazan, un canto al amor, a la pasión, a la desesperanza, a la locura y el dolor (…) nuestro interés es por el fútbol actual... Ese fútbol que debiera mejorar en espectacularidad, con campos abarrotados de gente feliz, con un fútbol bien trazado que escenifique ese deseado «esplendor en la hierba…».
Los relatos sobre fútbol son más limitados que las opiniones. Es más difícil escribir que opinar, quizás esto sea menos responsable… «El fútbol es el circo de nuestros días, pero también el teatro. Ha de ser emoción, temor y temblor, desolación o euforia… El fútbol es una convención, como todo lo que se contempla… creer que todo es posible, el desastre y la hazaña, el vuelco, la sorpresa infinita, y que el desastre es desastre y la hazaña hazaña cuando se dan, que el mundo se acaba en cada partido, aunque sepamos que hay otro al cabo de siete días». Javier Marías lo relató como nadie en su libro «Salvajes y sentimentales…».
«… Querido Dios: A veces me da por pensar como será el Paraíso. Ya sé, Dios, ya sé que no va cualquiera, ya lo sé. Pero pongamos que uno se ha portado más bien que mal. Y que finalmente la cosa tiene premio… que haya una cancha. Una cancha posta, ¿sabés? Con el pastito bien verde y parejito. Capaz que ahí nadie juega… Aunque no haya con quien juntarse a patear, a mi no me importa. Pero que la cancha esté. Y que haya un balón claro. Porque si voy al Cielo quiero hacer lo que más me gusta en la vida. Y otra cosa: que en la cancha llueva, porque con lluvia es más lindo… ¿Te imaginás?... el olor a pasto mojado. La bola cortita y al pie. ¿Qué más se te puede pedir, decime?» Oración que escribió Eduardo Sacheri en su libro «Esperándolo a Tito y otros cuentos de fútbol».
Con ese pequeño muestrario, vemos que el fútbol tiene su ámbito de expresión y mantiene unas exquisitas sensibilidades, eso sí mucho más idealizadas que de costumbre. Otras veces, me preocupa ese periodismo deportivo empeñado en encontrar el hecho singular que destaca, en exceso, la individualidad, o el escándalo, o la provocación, o el enfrentamiento entre las partes fuera de los parámetros del partido de fútbol. El esplendor del fútbol se puede encontrar de la manera más insospechada…
«Cuando veo un partido de fútbol, no sólo veo veintidós hombres corriendo detrás de un balón; veo algo más, veo algo divertido, muy divertido: a veintidós hombres que, como en mis películas, se acercan y se alejan; se caen y se ponen de pie; se juntan y se separan, se buscan y no se encuentran… y entonces me río». Lo más esplendoroso de esta excepcional definición sobre el fútbol es que la escribió Charles Chaplin. (Leído en el libro «¡Fatal! ¡Fútbol! ¡Fatal!», de Walter E. Pimienta Jiménez.)
Yo nunca llegué a imaginar una definición del fútbol tan ingeniosa, igual que no había caido en la cuenta de que este libro lo cerré a fecha 26 de octubre de 2013, justo 150 años después que el fútbol naciera en la Freemason’s Tavern de Londres, legislándose las primeras Reglas por entonces, en 1863.
Ken Robinson, al que acudo con frecuencia como autor de libros sobre la enseñanza, me orienta: «Hallamos nuestra auténtica fuerza creativa tanto a través de los sentimientos como a través de la razón. Es con los unos y con la otra como nos podemos relacionar mutuamente y crear los mundos complejos y cambiantes de la cultura humana». Pero, antes de esta conclusión, había plasmado otra aseveración: »Ser sensible con uno mismo y con los demás es un elemento vital del desarrollo de las cualidades personales que hoy son de tan imperiosa necesidad, en la empresa, en la comunidad y en la vida privada».
En este nuevo ensayo sobre fútbol, es el sexto, además de los enfoques típicos de mis publicaciones anteriores, quiero significar algunas reflexiones que mantengan un alto nivel con el que conseguir, a ser posible, una superación de nuestras visiones actuales del fútbol… Pero, siempre, con afán de mejora y no por presunción. Hasta llegar a ese «esplendor en la hierba» que propugno como una explosión de sentimientos de fútbol. Por supuesto, sigo apostando por un fútbol de ideas, de sentimientos, desarrollado con entusiasmo y compartido por más gentes que los participantes tradicionales. José Antonio Marina me quitó el pudor inicial que yo tenía por repetir ideas, manifestadas bien por mí mismo como por constancia de lo que otros pudieran opinar o escribir en publicaciones, ya de filosofía, sociología o de otras materias, incluso alejadas del propio fútbol. Me convencí de que las ideas deben repetirse para que se consoliden y cundan en el ideario colectivo.
Y me encontré con otra publicación, «El cambio está en ti» de Neale Donald Walsch que acabó de bendecir un estilo que, gente muy próxima a mí, critica en el sentido estricto de la palabra: «En las agencias publicitarias de Nueva York sostienen que una persona promedio no absorbe por completo todo el contenido de un mensaje sin haberlo oído entre cinco y y seis veces. No sé si es cierto, lo que sé es que muy pocas veces yo mismo capto un mensaje completo – y mucho menos sus matices y su impacto real – la primera vez que lo escucho; por ello, algunas cosas las repetiré varias veces». (…) «Ése es el estilo que elegí porque quiero estar seguro de que todo lo que quiero compartir quede claro y algunas veces la repetición me da esa seguridad. Aviso, por tanto, que esto no es un libro de líneas rectas sino más bien las ideas se van mostrando en círculo, como ese fútbol tan elaborado que practica el Barcelona, incluso la Selección española.
Sin duda el fútbol es muy competido, los logros no necesitan de zancadillas, se puede actuar con agresividad deportiva dentro de unas normas reglamentarias, condescendiente con las circunstancias de un juego viril, pero respetuoso con el contrario. Intenso porque si no el espectáculo se queda en agua de borrajas, que tenga chispa competitiva. Esforzado porque la técnica por sí sola no basta para ganar. Dinámico porque once futbolistas deben superar a otros once, aceptando con naturalidad a los árbitros que imparten justicia aplicando un Reglamento que debe respetarse, sobre todo su espíritu competitivo, liberándose de la estricta letra carcelaria. El fútbol debe ser bello, estético, no tiene por qué ser feo, sucio, torpe, los resultados mejor obtenerlos con gracia que atrae y que no repela el buen gusto. Los buenos futbolistas deben ser respetados y la norma debe actuar para dejarlos hacer, por encima de las malas mañas de los fuera de la ley. Fútbol sano, sin patadas extemporáneas, sin zancadillas traicioneras, sin teatreros que hacen simulacros y que tanto perjudican al espectáculo… Los futbolistas que respetan, serán respetados…Todavía en 1863 cuando se elaboró el primer Reglamento oficial del fútbol, se discutía sobre la validez de las agresiones al contrario. Una de las reglas más polémicas fue la tercera, cuya redacción definitiva rezaba: «Las patadas solo se dan al balón». No todos estuvieron de acuerdo. («Historia del fútbol. Enciclopedia de un deporte y crónica de una pasión». J.A.Bueno Alvarez/Miguel Angel Mateo).
Ken Robinson nos dice que se suele distinguir entre el arte culto y la cultura popular. Queriendo clasificar mínimamente al fútbol, encontrar un encuadramiento razonable en esa línea, nos llamarían exagerados si lo incluyéramos en el «arte culto», parece que en dicha denominación solo se contempla la ópera, la música clásica, el ballet, la danza contemporánea, las bellas artes, la literatura seria y el cine. Así que nos encaminaremos hacia la otra rama de la «cultura popular». A este respecto, nos informan que aquí estarían agrupadas la música comercial, el cine popular, la televisión, la moda, el diseño y la ficción popular, así como otras formas que atraen a las masas. Al parecer, es el significado de cultura al que normalmente se refieren los economistas cuando hablan de la industria cultural. Y no contiene la denominación específica para el fútbol. Quizás sea un desfase conceptual…
Pero, es verdad, que el fútbol «atrae las masas» por lo que estaría catalogado como «cultura popular». Pero a mi me daría lo mismo, al fin y al cabo busco otras influencias del fútbol. La reflexión de Robinson es muy apropiada: «… la inteligencia humana es diversa, dinámica y distintiva. También lo son las culturas humanas. Todas estas características son fundamentales para comprender la íntima relación entre la creatividad y la cultura». Fuera de clasificaciones diversas, a mí el fútbol siempre me parecerá el «Esplendor en la hierba», por encima de otras consideraciones. Y ya tengo superados aquellos conceptos antiguos de si el fútbol era deporte, negocio, industria, cultura, etcétera. Sigo insistiendo que, a mí, me interesa el fútbol como hecho deportivo, su estética, su socialización, su ludismo, su fuente de formación tanto a futbolistas como a espectadores…
Nicolás Alberto González Varela, filósofo argentino, residente en Sevilla (España), firma estas reflexiones tan bonitas: «Gramsci había afirmado, a pesar de reconocer que la esencia del calcio estaba permanentemente pervertida por la lógica del capitalismo, que «El fútbol es un reino de la libertad humana ejercido al aire libre.» El ensayista y poeta, premio Nobel de Literatura de 1975, Eugenio Montale soñó una utopía feliz, un campeonato mundial sin redes en los arcos, donde el resultado ya no fuera una falsa necesidad estadística: «Sogno che un giorno nessuno farà più gol in tutto il mondo», («Sueño que un día nadie hará más goles en todo el Mundo...»). El nietzscheano Umberto Saba, gran poeta del neohermetismo de la posguerra, apasionado por la experimentación con las formas y las palabras, escribió muchos poemas sobre fútbol, entre ellos su «5 poesie sul gioco del calcio». Su poema más futbolero, titulado «Goal» (Gol) describe las emociones discordantes y extremas de dos porteros en el momento decisivo del gol y que sintetiza el momento mágico en el juego, en el que se puede ver cómo se consume, bajo el mismo cielo, tanto el amor extremo como el odio acérrimo: «Pochi momenti come questo belli/ a quanti l’odio consuma e l’amore/ è dato, sotto il cielo/ di vedere» («Pocos momentos como éste tan bello, en el cual el odio consuma el amor, nos es dado, bajo el cielo, de poder ver…»). ¿Alquien duda del esplendor del fúbol y de su expresión culta?
Alguna vez leí a José Ramón de la Morena en la web de la Cadena Ser: «El calendario (de fútbol) es un poco trepidante, no sé si dará tiempo a metabolizar las emociones, los desencantos, las ilusiones y quizás sea mejor así, porque mientras nuestro cerebro masca las alegrías y los desencantos del fútbol, según suban o bajen por los toboganes del destino, nuestras preocupaciones por el paro y la economía estarán anestesiadas o al menos narcotizadas. A mí el fútbol me gusta apasionadamente, pero como todas las pasiones, me gustan un poco más espaciadas, necesito necesitarlas. Todo lo justifican con un calendario apretado y la falta de fechas para que la Selección pueda entrenarse. En otras circunstancias los más puretas y humanistas pondrían el grito en el cielo ante esta cascada de partidos de fútbol a diario, pero en estos tiempos cualquier analgésico del alma se agradece, y el fútbol ahora es eso: un analgésico para las preocupaciones». Sin duda, es un enfoque muy acertado, realista, sintético, compartido, acorde con las realidades sociales a finales de 2012, mes de setiembre.
Aunque el fútbol es meramente práctico, aunque deseablemente bello, está sujeto a múltiples problemas que requieren variadas soluciones. Un pensador futurista como H.G. Wells observó que «La historia es cada vez más una carrera entre la educación y la catástrofe», curiosamente Wells vio dicho potencial en 1895, fechas por las que el fútbol empezaba a regularse en sus actuales leyes. Y, una vez más, leo en «Inteligencia práctica» de Karl Albrecht que el «Coeficiente Intelectual (CI)» utilizado en la medición de la inteligencia no aportó demasiados valores positivos. Seguramente, como pasó con los maestros, los entrenadores de fútbol pensaron que los futbolistas eran unos simples receptores de información táctica y con ello resolverían los partidos de una competición. O sea, metafóricamente desenroscaban el tapón de la cabeza de un chaval, le echaban algo de historia, chascarrillos de viejo zorro, cantinelas de «vamos a ganar» y, si algo fallaba, añadían frases contundentes y malsonantes: «¡Vamos a ganar por cojones…!»; o también ésta otra: »Si no ganais os vais todos a la puta calle…». ¿Era un mensaje motivador, científico e ilusionante? ¡Pues, no!, está muy claro.
Afortunadamente Karl Albrecht nos ilustró en su libro citado sobre las «inteligencias múltiples» que ya habíamos citado alguna vez de letra de José Antonio Marina. Porque los «listos» pueden ser debido a su inteligencia «abstracta» (razonamiento simbólico, matemático y lógico); «social» (comprensión de un contexto y trato con personas); «práctica» (sentido común); «emocional» (conciencia y gestión de la propia experiencia interior); «estética» (sentido de la forma, diseño, música, arte, literatura); «cinestésica» (habilidades que atañen a todo el cuerpo como en deporte, danza, pilotaje de un avión o un fórmula 1, etc.) Incluso cita K. Albrecht que algún día hablaremos de «inteligencia financiera» (buena falta nos hace ahora mismo); «inteligencia inmobiliaria» (más de lo mismo); e «inteligencia jardinera»… Puestas así las cosas, yo me adhiero ahora mismo a una declarada «inteligencia futbolística» como una constelación unificada de habilidades importantes para nuestros equipos de fútbol y, por supuesto, en un contexto determinado. Por palabras de K. Albrecht también debemos centrarnos y no excedernos: «Este nuevo uso coloquial – algunos dirán que blasfemo – del término antaño sagrado de «inteligencia» está provocando ardor de estómago intelectual a muchos integrantes de la comunidad académica». Por supuesto, el fútbol es «ejecutivo» por excelencia y, aunque mucha gente presupone siempre la estética del juego, el fútbol tiene que resultar eminentemente «práctico» dentro de las normas específicas de juego aceptadas por todos antes del inicio del partido. Quizás por eso el subtítulo añadido a este libro «Por un fútbol emocional, sin zancadillas». Al fin y al cabo, el partido de fútbol es una lucha de inteligencias, cada cual la suya, más que de la confrontación atlética o de habilidades técnicas de sus famosos protagonistas.
Y buscando amplitud de miras, a ese ponderado «Esplendor en la hierba» al que yo me afilio, trato de encontrar otros adjetivos que amplíen la visión de esplendor, simplemente para que el foco recorra todo el espectro e incorpore más gamas de pensamientos sobre fútbol. Igual que me imaginé el esplendor, podría haber incorporado palabras que a mi me parecen del mismo tenor porque el fútbol también requiere emoción, brillo, resplandor, apogeo, grandeza, gloria, hermosura, explosión, algarabía, pellizco… Todo eso puede ser un partido de fútbol y, seguramente, mucho más. Son atributos de un fútbol emocional, sin zancadillas, con el que debemos disfrutar, eternamente. Al margen de derrotas o victorias. Pero en el fútbol pueden incidir otros profesionales, aplicarse otras ciencias, buscando permanentes mejoras en su evolución y desarrollo. Si seguimos los diferentes capítulos de este libro vemos también cómo la crónica social de las distintas jornadas de la Liga 2012/2013 van configurando toda una panoplia de hechos, noticias y espectros que focalizan el hecho deportivo siempre en un contexto futbolístico. El disfrute, la emoción, la pasión, nos muestra un «esplendor en la hierba» que nos hace muy felices.
Sigo preguntándome en este nuevo ensayo sobre el fútbol y su sociología, ¿Qué es el fútbol? y tratando de transmitir mis impresiones, quizás esté comprendido en esa civilización del espectáculo que narraba Mario Vargas Llosa; pero también, como en una crónica social, repasamos aspectos de esta fiesta sin par: emulación del éxito, fútbol de «tres pes»; fútbol «made in spain»; así como la posibilidad de entender el fútbol en su auténtico contexto. Y agrupados los capítulos en Esplendores, disecciono temas, hechos y secuencias en 11 impactos distinguidos, lógicamente como 11 atletas descollantes de un equipo de fútbol. Y reparar en las luciérnagas del fútbol, en los circuncentros, y las variadas técnicas futbolísticas de sus protagonistas. Además, matizando lo que uno entiende por la «progresía del fútbol», cómo se pasa del placer al deber, así como se disfruta de la poesía del balón. En realidad todos disfrutamos de la estética del fútbolista así como de los saberes y curiosidades del fútbol. Entre esplendor y esplendor van apareciendo algunos gramos más de fútbol, regodeándonos en el gol y la memoria. Sorprendiendo con microrelatos de fútbol, sus signos, y comentando sobre aquellos que escondían la pelota.
Siempre consideré que es un fracaso no intentarlo por lo que me dediqué varios capítulos a definir aspectos para vislumbrar un nuevo fútbol complementando pensamientos ya plasmados en mis anteriores publicaciones, de ellas sinteticé algunos contenidos. Aparecerán nuevos pensamientos sobre Mourinho y Guardiola, ocuparán nuestra mente comparando a los Jekyl, Hyde o Steve Jobs., todos revueltos dan pistas sobre la personalidad de algunos entrenadores y la manera de gestionar el fútbol. Las canciones «La vie en rose» y «My Way» apuntan unas comparaciones para encontrar similitudes con el fútbol por aquello de que siempre se pueden encontrar nuevas versiones, todas ellas excelentes. Y señalando a los «líderes resonantes» que potencian ese fútbol emocional. Y me motivó sobremanera aplicar al fútbol los pensamientos de Fernando Alberca plasmados en su libro «Todos los niños pueden ser Einstein» y que podría sintetizar en su aseveración «La inteligencia es adquirida, no innata. No es cierto que se nace inteligente o torpe». Esta idea alienta a los más jóvenes para seguir mejorando en sus desempeños, no tienen por qué envidiar a Messi o Cristiano Ronaldo, sino aspirar a la obtención de parte de sus virtudes si se trabaja con esmero… Sin duda, una máxima que positiva las actuaciones de los que quieren disfrutar del fútbol aunque, eso sí, siempre trabajando al máximo…
No pude reprimirme y elaboré una lista de 22 libros que me han orientado sobre el fútbol y que les tengo un especial cariño. De ellos aprendí de fútbol cuando ya no me dediqué al fútbol profesionalmente, y me sirvieron para mi desempeño profesional. A mi me costó una vida reunir esa biblioteca específica, hubiera sido mejor persona, mejor futbolista, mejor entrenador y mejor profesional de haberlos leído mucho antes. Y no se cómo, pero hice de hormiguita y de ratón de biblioteca, para poder plasmar opiniones de intelectuales acerca del fútbol, localicé escritos que desconocía estuvieran ideados por grandes personalidades del arte, las escritura, la música, el baile, etcétera. Fue otro «esplendor en la hierba» con el que me deleité. Por último, reuní unos capítulos significativos sobre la Selección española en la competición de «Confederaciones Brasil 2013», lo que me permitió reflexionar sobre el «Jogo bonito…» o lo que es lo mismo «Bonito fútbol». Con la intención de ir visualizando la posible mejora del fútbol en España, también de otros países, con un horizonte final que se producirá en 2014, es decir, el «Mundial 2014». Y en Brasil, cuna del mejor fútbol que se llegó a jugar…
Este nuevo reto, una vez culminado, me lleva al recuerdo de aquel compañero que le enviaba mis anteriores libros y siempre se expresaba así: «¡No sabía que el fútbol diera para tanto…! Ahora espero que Vds., lo lean, se encanten con las visiones esplendorosas del fútbol a lo que me he dedicado en este nuevo ensayo.
¡Y es que el fútbol sí da para tanto…!